viernes, 6 de junio de 2008

La norteñización mexicana

Tomado del blog: http://www.encuentrotransfronterizo.blogspot.com/

La norteñización mexicana.

La influencia de la cultura popular del norte mexicano, es realmente un desarrollo de fronterización. Es un fenómeno importante en la configuración cultural nacional, la norteñización que se puede identificar como un proceso prolongado y gradual en tres tiempos. Es un influjo creciente en intensidad, en duración y en cuanto a medios de expresión. La que se podría llamar primera etapa abarca desde la postrevolución hasta los sesentas, tiempo en que la norteñización fue intermitente, de baja intensidad, de impacto localizable en ciertas clases sociales, en determinadas regiones y transmitido individualmente o por medio de comunidades informales y eventuales. La segunda etapa podría extenderse durante los sesentas y setentas en que el regreso masivo de los dos millones y medio de braceros a sus comunidades de origen o su reubicación en las ciudades fronterizas, se convirtieron en un silencioso movimiento de contacto con el Norte donde habían residido por décadas. En esta segunda instancia surgen formas de producción y distribución de productos de la cultura popular norteña. Aunque no llegan a constituir una tendencia, sino expresiones de productos aislados de gran aceptación en el público nacional. La tercera es una etapa que podría ubicarse a partir de los ochenta y hasta nuestros días, la cual se puede reconocer como expresión de auge de la norteñización. En este tramo los medios masivos de comunicación dan espacios primordiales a la promoción de la cultura popular norteña, mediante la creación de compañías productoras de discos, industria cinematográfica, programación televisiva. Fenómeno al que se agrega la masiva inmigración de sonorenses y sinaloenses al centro del país con todo su bagaje cultural y su poderío económico. En esta tercera instancia se impacta a todas las clases sociales de básicamente todas las regiones rurales y urbanas del país. Se impone lo norteño como un signo de prestigio cultural, de modernidad, incluso de una nueva forma de mexicanidad.

La primera etapa se origina con el regreso de los miles de mexicanos que marcharon al exilio a California, Texas, Arizona e Illinois, huyendo de las luchas armadas revolucionarias y de los periodos de desorden o inestabilidad social que siguieron a su cumplimiento en 1917. El efecto cultural de este retorno a sus terruños requiere de un estudio sistemático y de amplitud nacional. Otro éxodo de igual magnitud fue sin duda el causado por semejantes razones al tratar de evitar la violencia generada por las Guerras Cristeras de 1926-1929 y las de 1938-1940. En que el Norte estadounidense vuelve a ser refugio para esta inestabilidad sociopolítica. Más interesante es hacer notar que también fueron ya las comunidades fronterizas destino: Tijuana, Ensenada, Mexicali, Nuevo Laredo, Reynosa, Ciudad Juárez. El Norte mexicano ya no es territorio de tránsito, sino residencia y finalidad última. Las ciudades antes mencionadas recibieron una abundante y constante inmigración de los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí. Para cada región expulsora de migrantes hubo zonas de arribo preferidas, ejemplo para los estados centro-occidentales fueron preferenciales las ciudades bajacalifornianas, así como para San Luis Potosí lo fue la frontera del noreste. Este movimiento demográfico se produce tanto en las zonas rurales como en las poblaciones y grandes ciudades capitales incluyendo a la clase más desprotegida económicamente, así como la clase media. Su regreso y contacto con la región de origen (primordialmente centro-occidentales), se daba con intermitencia, pero más frecuente durante periodos vacacionales, festividades patronales del terruño, fiesta patrias o eventos familiares de importancia. Aparecen ya organizaciones de Hijos Ausentes que se hacen cargo de eventos sociales, deportivos, religiosos y culturales de festividades comunitarias. Es a través de estas células que se establece el intercambio cultural con el Norte. En muchas regiones a los hijos ausentes se les nominaba indistintamente como norteños. El perfil del norteño representaba para las clases sociales más conservadoras y para la moralidad más misoneísta un verdadero riesgo, un peligro contra las buenas costumbres, contra el buen gusto y contra la identidad tradicional. Era común representar míticamente al norteño como un descreído, aprotestantado, masón, antipatriota, renegado, desmexicanizado, apochado, materialista, indolente, ignorante, ingrato, etc. En cambio, para las generaciones jóvenes era el norteño un agente de cambio, un gesto de rebeldía, de desafío al Status Quo, de acercamiento con la modernidad rural norteamericana. Más cerca del Cowboy que del ranchero, por su vestimenta de pantalones vaqueros de mezclilla, sus camisas vaqueras, tejana, chamarras de gamuza y botas de tacón cubano, por su apego a los automóviles ostentosos y a las camionetas flamantes, por su gusto por la tecnología y por la música de redoba, clarinete, bajo sexto y acordeón. . Se dice que era un encuentro con la cultura norteña de bajo impacto porque este contacto persona a persona, no se vio apoyado sino por algunos productos de cultura popular distribuidos a nivel masivo como: Eulalio González el Piporro, Pedro Infante, Manuel Valdés Tin Tan. Pedro Infante entroniza el perfil del norteño tipo: sencillo, franco, simpático, alegre, despreocupado , fiel amigo, honesto y trabajador. El Piporro promueve el norteño del nordeste, ingenioso, dicharachero, al mismo tiempo inocente y sarcástico, genial improvisador verbal e improvisado con buena fortuna. Ambos representan valores cliché del ranchero norteño feliz y en transición a la vida urbana o a las modas y costumbres norteamericanas. Manuel Valdéz Tin Tan es una expresión más rica y compleja es el tarzán, el pachuco, el pícaro interculturizado, que se mueve con gracia e ingenio en el espacio vacío entre lo mexicano tradicional y lo norteamericano marginal. Servirá de punto de referencia para las subsiguientes caracterizaciones del pícaro de barrio, del integrante de bandas, grupos o comunidades de jóvenes de las ciudades mexicanas y de las norteamericanas con considerable índice demográfico mexicano. Estos tres íconos van a tratar de ser substituidos, una y otra vez, con escaso éxito, en la década de los sesentas y setentas en que se multiplicará la oferta de expresiones norteñas en cine, televisión, en la industria disquera, radiofónica y en la editorial de historietas ilustradas.




El segundo momento de la norteñización que cubre sesentas y setentas marcado por el proceso de repatriación de braceros al territorio nacional, una vez concluido el programa en que participaron más de dos millones y medio de trabajadores mexicanos. Los braceros regresan a sus comunidades de origen mayoritariamente al centro y al occidente del país. Esos dos millones y medio de braceros implicaba que uno de cada quince hombres en edad productiva habían vivido la experiencia de la norteñidad. Una considerable proporción de braceros refijó su residencia en las poblaciones y ciudades fronterizas desde donde también se convirtieron en ese discreto espacio focal de promoción de lo norteño. Las figuras icónicas son abundantemente reproducidas no sólo en el cine y la industria musical, sino en la televisión, la radio y la industria editorial.
La publicación de revistas de historietas ilustradas de personajes norteños justicieros, cercanos al héroe vaquero es un producto único, (siguiendo los modelos de: Hopalong Cassidy, Red Rider, Roy Rogers, El llanero Solitario), que en México tienen su reelaboración y contraimagen en: Rayo de plata, Alma grande el yaqui justiciero, Felipe Reyes el amigo del pueblo y aún el bandido Porfirio Cadena el ojo de vidrio. Casi todos estos protagonistas se convirtieron en éxitos de radionovelas por más de una década. Con sus correspondientes reciclajes en estaciones radiofónicas regionales y locales aún durante los ochentas y noventas. Se pone en circulación el habla norteña, el espíritu cliché de la tipología del norteño arriba descrita en Pedro Infante y el piporro.
Dos fórmulas musicales campiranas venidas del norte se instalan en el gusto nacional, la banda sinaloense y la redoba del noreste. En la banda destacan: Luis Pérez Meza, La banda del Recodo sinaloense y la versión zacatecana con Antonio Aguilar. En gran parte de la programación radiofónica la música de banda y la norteña empezaron a reemplazar los corridos y la expresión ranchera tradicionales. Los Tigres del Norte reciclan la canción narrativa novelesca en su versión de narcocorridos que se mantendrán en vigencia, aún a pesar de su prohibición en 1996 para exponerse en los medios masivos de comunicación. Representantes de la norteña como: Los cadetes de Linares, Las Jilguerillas, Los Gorriones de Topochico, Los Alegres de Teherán, Lorenzo de Monteclaro, Pedro Yerena, Cornelio Reyna, , etc.
Durante los setenta en la música de balada se impone un estilo de bandas electrónicas desde el territorio fronterizo (Los Fredy’s, Los Apson Boys, Los Moonlights, entre otros, que serán la base de la onda grupera y el sonido texmex de los ochentas y noventas. Se debe reconocer la interconexión y el rico intercambio con otras bandas gruperas chilenas, venezolanas, peruanas y del Cono Sur. En Oye como va investigadores como José Manuel Valenzuela han encontrado las trazas del surgimiento del rock mexicano y han reconocido el papel fundamental que ha jugado Tijuana. Tijuana ha sido el espacio de conversión, traducción, adaptación, reinvención, nacionalización del rock and roll y del rock clásico mexicano, se citan figuras torales como: Javier Batis, Carlos Santana, Los Rockingdevils, entre otros. .
A partir de los setentas la frontera norte se convierte en tema recurrente tanto de la comedia (La India María) y la nueva comedia ranchera cantora (Vicente Fernández, Juan Gabriel entre otros). Sin embargo, el producto más importante de la industria cinematográfica que propone personajes, espacios, tramas, costumbres fronterizas es la innumerable producción de películas de narcotraficantes, atípicamente detectivescas, de contrabandistas y migrantes. Destaca la zaga de Lola la Trailera y la industria fílmica de los hermanos Almada. Es un cine de bajo presupuesto, de cuestionable calidad en la producción, actuación y tecnología empleadas, pero que tuvieron un gran consumo nacional en cineteatros y actualmente en televisión libre y cablevisión.

La tercera etapa arranca con la llamada década perdida de los ochenta, la crisis más grave de la economía y de la cultura nacional del siglo XX. Debido a la quiebra financiera y bancaria, la bancarrota de los programas culturales gubernamentales, la demolición del viejo sistema político. Los medios masivos de comunicación buscaron nuevos imaginarios y nuevas formas de consumirlos. El conglomerado Televisa reconoce el poder adquisitivo de la población norteña que reside en ambos lados de la frontera y en las ciudades de demografía hispánica norteamericanas. A ese público dirige el diseño de cantantes, actores y actrices, quienes reciclan, renuevan y evolucionan los perfiles de la norteñización. A esos consumidores les llevan caravanas de artistas, jaripeos, rodeos, charreadas, conciertos para hacer más efectivo el deseo y oferta del producto. La televisión encontró dentro de su programación tiempos estelares dedicados a telenovelas (Al norte del corazón, Dos mujeres y un camino). El programa de revista musical más importante de los ochenta dirigido por Verónica castro tomó un perfil norteño en la segunda mitad de los ochenta, imponiendo una moda en la forma de vestir, de interpretar música, de bailar, etc. Se da visibilidad y se confirma la fama de una gran multitud de grupos musicales norteños: Los Tigres del norte, Los Lobos, Bronco, Joan Sebastián, Pedro y José, que durante los noventas y el nuevo milenio han sido modelos para la formación de variaciones, adaptaciones o nuevas tendencias, ahora no siempre surgidas en el norte, sino en el centro y sur del país: Lupillo Rivera (Oaxaca), Banda Limón, Banda Macho (Jalisco). En los últimos cinco años ha predominado la música duranguense por la propuesta de un nuevo ritmo y un estilo de baile que ha propiciado una profusión de grupos dedicados exclusivamente a ese género. En los ochenta Televisa crea una marca especial de su línea disquera dedicada a la industrialización de esta música Fonovisa, con el tiempo se crearan otras marcas para diferentes géneros. Con la accesibilidad de la tecnología digital se han diseñado una enorme cantidad de compañías disqueras para atender la producción y distribución de los numerosísimos grupos y solistas que se dedican a los géneros: norteño tradicional, texmex, neocorridistas, gruperos, bandas estilo sinaloense, pasito duranguense, etc. A partir de la última década las compañías televisoras que operan en Norteamérica Telemundo y Univisión y sus filiales regionales y locales han dejado espacios importantes en horas estelares de revistas musicales a la música norteña, como imagen de la mexicanidad, casi exclusivamente, quedando el mariachi y otras expresiones nacionales como reliquias folklóricas. Otro tanto han hecho los dos conglomerados nacionales Televisa y Televisión Azteca con su programación especialmente dirigida a la hispanidad estadounidense, han reorientado el imaginario de mexicanidad a una tipología cultural norteña. En sentido inversamente proporcional el resto del territorio mexicano a recibido, en los últimos quince años, la oferta cultural de la hispanidad norteamericana de gusto fronterizo: en la música: Selena, Chalino Sánchez, Los Texas Torados, Johny Canales, El Flaco Jiménez, Los Lobos, Los Cumbia Kings, etc. La industria cinematográfica iniciada en los setentas con temática norteña ha decrecido, pero aún sigue vigente y en producción, aunque ya untando agotada. Sin embargo, las películas de las décadas anteriores se re-exhiben en los distintos formatos de televisión gratuita, por cable o de pago por evento. En la producción cinematográfica: Roberto (El mariachi), (Bajo California), Luis Valdés (La bamba,), (Stand and deliver, American me) Edward James Olmos, Paul Espinoza (Y no se lo tragó la tierra, My Family) Incluso desde la producción hollywoodense, Salma Hayek (Fools rush in).
Un fenómeno paralelo a la redefinición propuesta por los medios masivos de comunicación es el fenómeno demográfico de la masiva inmigración de sonorenses y sinaloenses al centro del país con su capital simbólico y su poderío económico. Al mismo tiempo debe destacarse la derrama económica que representa el envío de remesas de los jornaleros y mexicanos empleados en EE UU que en monto sobrepasan a los ingresos de divisas que produce para México su industria petrolera. Esta aportación de 20 a 22 mil millones de dólares es ya la primera entrada de divisas, por encima de petróleo y turismo. El efecto se puede advertir en las comunidades expulsoras en la creación de cooperativas industriales y sobre todo en la construcción de infraestructura urbana y en la inversión en casas y edificios de arquitectura norteña en sus lugares de origen. Un fenómeno de contacto importante es el regreso de alrededor de dos millones de norteños cada fin de año a sus terruños, por lo cual se ha creado un programa Paisano del gobierno federal para protegerlos de extorsiones y asaltos. Actualmente uno de cada cinco mexicanos reside en Estados Unidos y uno de cada diez mexicanos reside en la faja fronteriza, en exponencial crecimiento anual. Sólo Tijuana recibe más de 350 inmigrantes diario, cerca de cien mil por año, otro tanto se puede afirmar de Ciudad Juárez, y en proporción a la población de las demás ciudades fronterizas. En esta tercera instancia se impacta a todas las clases sociales de básicamente todas las regiones rurales y urbanas del país, se impone lo norteño como un signo de prestigio cultural, incluso de una nueva forma de mexicanidad.
La producción musical tradicional dedicada a narrar, testimoniar, homenajear o criticar la pujanza del narcodinero y de la narcocultura ha impactado ciertos productos musicales de fórmulas tradicionalmente ajenas a la expresión norteña como lo demuestra el homenaje roquero a los Tigres del Norte de grupos pop: Maná, Maldita vecindad, El Tri, Los Caifanes, Café Tacuba, Los Jaguares, etc. Fue impresionante el homenaje a Selena en Houston 2005, concierto al que acudieron al Astrodome cantantes de rock pop, sin conexión aparente con la estética de Selena: Alejandra Guzmán, Paulina Rubio, Ana Gabriel, entre otras figuras. En Tijuana donde proliferan grupos de rock se ha dado un fenómeno llamado Nortec, una banda musical que ha incorporado a la música techno la narcoestética, el pastiche, el arte kitsch, la autoparodia, la expresión de banda sinaloense, de corrido, de norteña.
En la literatura sobresale la oferta de la frontera norte que ha impuesto narradores dentro del canon nacional como: Eduardo Antonio Parra, Daniel Sada, David Toscana, Rosina Conde, Luis Humberto Crosthwaite, Gabriel Trujillo, Hugo Salcedo, Cristina Rivera Garza, Heriberto Yépez, Rafa Saavedra, Bárbara Colio y Roberto Castillo. Con el reconocimiento de esta generación o generaciones de escritores nacidos en los cincuenta y los sesenta, han llamado la atención hacia la producción cultural fronteriza anterior, lo que ha podido develar otros productos literarios de gran valor: Sergio Gómez Montero, Luis Arturo Ramos, Estela Alicia López Lomas, Federico Campbell, Edmundo Lizardi, Angel Norzagaray, etc. En el mismo sentido hay que destacar el trabajo que desde hace décadas viene cumpliendo el Colegio de la Frontera Norte que maneja más d doscientos investigadores que simultáneamente llevan a cabo más de seiscientos trabajos de investigación en torno a los fenómenos sociológicos de la expresión fronteriza bajacaliforniana. Sólo Tijuana ofrece veinte universidades y una intensa actividad de alta cultura, popular y masiva en los diferentes espacios federales, estatales y municipales, además de los institucionales y los privados. Newsweek del mes de marzo del 2003 publica una encuesta internacional en que la ciudad de Tijuana, en relación con el número de habitantes resulta nominada la sexta ciudad mundial en producción y oferta cultural.
Juntos los estados fronterizos con su contraparte norteamericana constituyen una fuerza económica poderosísima, estos ocho estados representan la tercera fuerza económica mundial.
En la faja fronteriza frecuentemente las v’ias de comunicación e intercambio cultural se ven mediatizadas, distraídas, interrumpidas, distorsionadas o sancionadas por el centralismo capitalino. Se reconoce que en esta época de la globalización desmesurada y de las asimetrías que causa esta vertiginosa expresión, resulta que todo territorio es frontera. Lo fronterizo no es un espacio geopolítico imaginado con crucecitas en un mapa. Ni siquiera una determinación gubernamental de considerar 200 kilómetros al norte y sur de la marca convencional de los tres mil kilómetros entre ambos países. Más bien, lo fronterizo está constituido por un incesante, fluido y multidireccional tránsito de signos culturales a lo largo y ancho de los llamados territorios nacionales, estatales y regionales. La fronterización es un fenómeno visible y creciente de las neocolonizaciones del Norte y las venidas desde el Sur. Es escenario de las reacciones de adaptación, adulteración, hibridación o reposesionamiento en todas las calles, mercados, malls, bibliotecas, aulas, cineteatros, televisores, conversaciones (acústicas, analógicas o digitales). Sobre todo es expresión performativa del tráfico documentado e indocumentado de la experiencia literaria. Estos entrecruzamientos de discursos, estas palabras entrecruzadas, esta cruzada de voces que emigran de sus nuevos centros a los márgenes, a las orillas, a los litorales más corteces y menos pacíficos, para encontrarse en la línea común a todos, la escritura, imaginada sin fin, y explorada sin término. Por alguna inexplicada y extraña costumbre se han tachado los mapas con cruces, que es una forma de evocar un sacrificio, un modo de revocarla confinación, es una manera de encontrar su esquina, su trinchera y de provocar un estallido de voces coincidentes y divergentes. La frontera, anteriormente tierra de nadie, es ahora tierra de todos, se ha poblado de migrantes desalojados de otros espacios o empujados por la precariedad a este umbral del patio postrero. Con su arribo llegaron sus palabras de habitar y las que acá les fueron dadas, así la cultura y la literatura se enriquecieron con las vivencias regionales y personalísimas en una nueva forma de residir. El signo definitivo de nuestra mexicanidad no es ya la estabilidad, el terruño y el hogaño, sino la mudanza, la fuga, el éxodo, la diáspora, el tránsito, el cruce, el pasaje, el camino, la transitoriedad, la remexicanización, la desmexicanización, la transmexicanización y la postmexicanidad; todas instancias fronteras de vivir, todas formas de proponer, reponer y transponer lo fronterizo.

Mario Martín.

No hay comentarios: