martes, 10 de junio de 2008

Un mundo al revés


De la magia e inspiración de René Drucker Colín, opinión que se publica en LA JORNADA, martes 10 de junio de 2008:





Un mundo al revés/René Drucker Colín

Uno de los desarrollos que más impacto han tenido en la vida cotidiana es el relacionado con la comunicación. Las largas esperas para comunicarse con alguien a nivel nacional o al extranjero han desaparecido, de tal forma que hoy día puede uno estar conectado por diversos medios con quien y donde sea, de manera casi instantánea. Con esto nos hemos globalizado, como hoy se denomina a este fenómeno. Pero con este desarrollo también se ha incorporado a nuestras vidas, y cada día más, el proceso de tener que compararnos con otros países. Este fenómeno hace que ya no podamos (ni debamos) vivir en una burbuja, como hace no tantos años atrás, sino que debemos y además podemos instantáneamente saber cómo estamos en relación con otras naciones.

Cabe señalar que en términos generales no podemos sentirnos muy orgullosos de nuestra situación en relación con otros países, pues casi siempre ocupamos los últimos lugares en muchos rubros, pero, sobre todo, en aquellos tan importantes como educación, inventiva, desarrollo tecnológico e inversión en ciencia, por ejemplo.

Sin embargo, hay dos asuntos muy preocupantes en los cuales, por desgracia, ocupamos puestos preponderantes. El primero es obesidad y el segundo corrupción. Veamos primero el asunto de la obesidad: resulta que México es el segundo país con mayor población obesa en el mundo, después de Estados Unidos. Tenemos que 29.35 por ciento de los adultos mexicanos padecen obesidad y 40 por ciento tienen sobrepeso. Pero peor aún: 26 por ciento de los niños de entre cinco y 11 años presentan sobrepeso u obesidad.

La obesidad en México se asocia con 300 mil muertes por año y 50 por ciento de los casos de sobrepeso infantil se inician antes de los dos años de edad. Ahora, lean bien esto: la circunferencia de cintura ha sido utilizada como indicador de riesgo de síndrome metabólico (eventualmente diabetes). Esta circunferencia ha sido propuesta como punto de corte indicador de alto riesgo de enfermedades crónico-degenerativas. En México, el punto de corte de esta circunferencia es 90 centímetros para hombres y 80 para mujeres. Pues resulta que entre las edades que van de 20 a 80 o más años, 63.8 por ciento de los hombres y 83.6 por ciento de las mujeres sobrepasan su punto de corte, haciéndose susceptibles a riesgos metabólicos.

Ahora bien, la media nacional de talla (circunferencia de cintura) para edades de entre 20 a 49 años es de 153.7 centímetros para mujeres (73.7 centímetros mayor que el punto de corte) y de 166.8 para hombres (76.8 mayor que el punto de corte), lo que señala que la prevalencia de obesidad en México es alarmante, como señala la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, lugar de donde obtuve estos preocupantes datos. Quizá deberíamos agradecer al Tratado de Libre Comercio (TLC) este maravilloso panorama de sobrepeso poblacional, pues hay una coincidencia asombrosa entre el inicio del TLC y del proceso que condujo a la obesidad de la población. Gracias, franquicias alimentarias.

El segundo asunto es la corrupción: según una nota de julio de 2001 (Intélite), la corrupción en México equivale a 120 mil millones de dólares anuales, que, según números de aquellos tiempos, equivalía a 20 por ciento del producto interno bruto (PIB). Yo no sé si México ha mejorado o empeorado, pero según el Índice de Percepción de la Corrupción 2007, México ocupa el lugar 76 de entre 180 países encuestados. Desconozco cómo evalúa Transparencia Internacional estos índices, pero, como sea que sea, no es una posición de la cual nos deberíamos sentir orgullosos.

Datos recientes señalan que de recursos públicos destinados a realizar contrataciones gubernamentales, 30 por ciento, o sea, casi 70 mil millones de pesos, se destina a corrupción, al igual que 15 por ciento de los impuestos anuales recaudados. Una encuesta determinó que en 2001 hubo cerca de 214 millones de actos de corrupción en el uso de servicios públicos. Lo sorprendente de la encuesta es que, mientras más alto el nivel socioeconómico de los servidores públicos, más aumenta su propensión a ser corruptos. Quizás la interpretación es que los actos de corrupción los hacen tener más ingresos, esto aumenta su nivel socioeconómico y esta recompensa los retroalimenta para ser más corruptos aún. El problema tiene que ver con la absoluta impunidad que hay en México ante actos de corrupción y esto, desde luego, fomenta más corrupción. Ciertamente la corrupción es un fenómenos complejo, a veces difícil de evaluar su costo y, por lo que vemos, universalmente presente, pero, como dice el dicho, “mal de muchos, consuelo de tontos”.

Qué lástima que tengamos tan malos lugares en educación y tan buenos en obesidad y corrupción, y dígame si no estamos en México, como en un mundo al revés. Pero, como diría Cristina Pacheco: “Aquí nos tocó vivir”. A ver si creamos conciencia y mejoramos para el año 3000.

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