viernes, 6 de junio de 2008

Universidades estatales: los puntos críticos de la gestión

Ahora, una opinión del sociólogo chileno, Jose Joaquín Brunner, desde su portal en internet:

Universidades estatales: los puntos críticos de la gestión

El Mercurio, 5 agosto 2005, reproduce opiniones del autor sobre este tema. Más abajo, cuestionario completo enviado por el diario y respuestas del autor.

Opinión recogida por El Mercurio

La falta de gobiernos corporativos que permitan desarrollar estrategias de cambio e innovación en las universidades estatales es uno de los principales problemas de gestión que hoy existen en estas instituciones, asegura José Joaquín Brunner.

El académico de la Universidad Adolfo Ibáñez -autor de varias investigaciones sobre problemas de la educación superior en Chile- sostiene que la gestión institucional suele ser fragmentada y los procesos presupuestarios internos poco claros y sujetos al poder de las facultades.

"Los procesos de decisión son lentos y los sistemas de información para la administración, débiles. Hay un exceso de comisiones y una falta de resoluciones", advierte.

Además, critica que estas instituciones suelen esperar demasiado del Estado, lo que frena su capacidad innovadora, y agrega que hay universidades estatales que sólo están compitiendo por escala -gracias a un alto número de matrículas en pregrado-, y no por su calidad.

En todo caso, Brunner aclara que hay universidades del Estado que sí se han modernizado, lo que justamente es una muestra de que es posible avanzar.

"No deberíamos, por lo mismo, suponer que una universidad, por ser estatal, está condenada a volverse obsoleta o que una universidad privada, por el mero hecho de serlo, se convertirá en una institución creativa y de alto desempeño".

En el Gobierno, también existe preocupación por algunos aspectos de la gestión de las universidades públicas, pero también se hace hincapié en que estas organizaciones cuentan con una serie de restricciones y rigideces a diferencia de las privadas.

El ministro de Educación, Sergio Bitar, explica que, por ejemplo, no pueden tomar deudas de largo plazo, tienen estructuras de personal rígidas que les impiden reestructurar sus plantas de profesores libremente y además la Contraloría fiscaliza todas sus decisiones (aunque el aporte estatal a su financiamiento no supera el 30%).

Cuestionario enviado al autor sus y respuestas completas

1) ¿Considera que algunos recursos estatales, como el Aporte Fiscal Directo, se están entregando de forma adecuada, o piensa que más bien se debería tener en cuenta el rendimiento de los alumnos que ingresan a las universidades (como se hace con el AFI)? Se lo pregunto porque para algunos especialistas esta forma de entregar los recursos se ha traducido en un traspaso de dinero desde las universidades de mayor calidad a las de menor calidad.

Respuesta: El AFD tiene una justificación histórica. Pero, tal como hoy se distribuye, carece ya de razón de ser. A mi juicio debería transformarse en contratos de desempeño, vinculados a metas y resultados, tal como se hace en varios países europeos, particularmente en Finlandia. Esto permitiría redefinir las relaciones entre el gobierno y las universidades que reciben estos aportes. Posibilitará que el gobierno obtenga un mayor valor por este subsidio, facilitaría un mejor ordenamiento de las universidades que lo reciben, promovería la eficiencia interna de las instituciones y haría más transparente la asignación y el uso de estos fondos. Serviría además para que el gobierno fije prioridades y las universidades beneficiadas se preocupen de racionalizar sus actividades.

2) Cómo califica la situación que atraviesan, en general, las universidades estatales de regiones. Hay un estudio de Rappoport, Benavente y Meller que muestra que los salarios de los estudiantes de estas instituciones es muy inferior al promedio nacional ¿Esto es un reflejo de una menor calidad respecto a la enseñanza que se entrega en el resto de las universidades?

Respuesta: Tengo una excelente impresión de varias universidades regionales. He seguido de cerca su evolución y conozco sus esfuerzos por mejorar su calidad y elevar la pertinencia local de sus actividades. Hay otras que carecen de proyecto estratégico y se van quedando atrás. Ahora bien, cuánto ganen los profesionales de las distintas universidades no depende sólo de la calidad y prestigio de éstas. Tiene que ver, también y de maneras muy fundamentales, con el origen socio-familiar de los alumnos, sus disímiles trayectorias escolares y con los niveles promedio de ingresos de las regiones y provincias. De modo que no comparto la idea de que podría existir una relación simple, lineal y clara entre calidad docente e ingresos en el mercado laboral.

3) A su juicio, ¿cuáles son los principales déficit en la gestión de las universidades estatales?

Respuesta: Creo que tienen, en general, un problema de gobierno corporativo que frecuentemente les impide desarrollar una estrategia coherente de cambio e innovación. La gestión institucional suele ser fragmentada y los procesos presupuestarios internos poco claros y sujetos al poder de las facultades. Los procesos de decisión son lentos y los sistemas de información para la administración débiles. Hay un exceso de comisiones y una falta de resoluciones. Suelen esperar estas universidades mucho del Estado y el gobierno, lo que inhibe la creación de una cultura más emprendedora, aunque por cierto hay excepciones. Me parece, además, que algunas universidades estatales siguen apegadas al pasado, lo que les resta capacidad de proyectarse hacia el futuro. No asumen riesgos, son conservadoras y crecientemente compiten por escala (tamaño de su matrícula de pregrado) y no por calidad o capacidad de innovación y de emprender tareas más complejas. Su estructura curricular es pesada y rígida y los estímulos para los buenos profesores e investigadores suelen ser escasos. Dicho todo esto, insisto en que algunas de estas universidades estatales se han modernizado y, con ello, muestran que es posible avanzar. No deberíamos por lo mismo suponer que una universidad, por ser estatal, está condenada a volverse obsoleta o que una universidad privada, por el mero hecho de serlo, se convertirá en una institución creativa y de alto desempeño. En el mundo entero hay universidades estatales que se han convertido en instituciones líderes de su país, o a nivel internacional incluso, y hay universidades privadas que no pasan más allá de ser academias sin académicos ni densidad cultural.

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