miércoles, 4 de junio de 2008

Ansiedad y depresión en la Universidad


Referencia:04 abril 2008 http://infoansiedad.blogspot.com

Ansiedad y depresión en la Universidad

Los estudiantes están dando claros signos de trastornos psicológicos. Aunque, ¿son
hoy muy diferentes de los de antaño?

La gravedad de los problemas mentales en los campus universitarios ha crecido de manera significativa desde 1988—la era del Prozac, al igual que se han producido otros cambios principales en las culturas y en el desarrollo de las enseñanzas.
Todos nos hemos tenido que adaptar al cambio incesante de las tecnologías y los estudiantes suelen hiperventilar ante el mero hecho de tener que acometer la ardua tarea de tomar una decisión por miedo a que la carrera elegida se evapore antes de que se sequen sus diplomas. También, la diversidad crea demandas especiales sobre las habilidades sociales del estudiante simplemente cuando nadie está en casa para enseñarles a hacerlo.
Uno no se extraña de que los jóvenes muestren signos de trastornos psicológicos. ¿La pregunta es ¿difieren mucho los estudiantes actuales de los de antaño? Los expertos señalan hacia variadas razones por las que los chicos de hoy acuden a los centros de ayuda psicológica del campus universitario.
• La adolescencia empieza antes y dura más. Los chicos viven en un mundo mucho más complejo que el de sus padres y se ven expuestos a muchísimas situaciones conflictivas antes de poseer las facultades cognitivas y emocionales suficientes para afrontarlas. Por ejemplo, ya no es necesario descubrir su sexualidad; se les echa encima en el mismo momento en que pueden sentarse ante el televisor o pasan ante una valla publicitaria anclados en el asiento trasero del coche familiar.
• Los jóvenes crecen rodeados de estrés y ansiedad. Viven en familias desestructuradas que les conducen a una mayor inestabilidad de su desarrollo psicológico. Es duro enfocar y definir una vida sobre un terreno que está sufriendo continuas fluctuaciones bajo los pies.
• La psicopatología enseña su cara más real. Las universidades son el reflejo natural de los trastorno de la salud mental que culmina para la mayoría pocos años después de la adolescencia. El promedio de edad para los trastornos bipolares, por ejemplo, es ahora de 19 años en contraste con el de 32 años para una generación anterior. Siempre han existido trastornos mentales severos, pero una generación anterior los estudiantes afectados eran raramente diagnosticados y tratados—quizá porque los adecuados no estaban disponibles—además de ocultados y marginados.
• Muchos más estudiantes que antes llegan al campus con problemas mentales significativos, pero hay buenas noticias: ”Desarrollan más sus potenciales debido a los tratamientos que no estaban disponibles una generación anterior” dice Hyman. La llegada de antidepresivos relativamente seguros y efectivos ha estimulado los diagnósticos prematuros y la forma de tratarlos capacitando al estudiante a permanecer en el sistema académico y funcionar lo suficientemente bien como para controlar las tareas que requiere una educación superior.
• Desde luego, siendo la adolescencia lo que es y estando los estudiantes fuera de casa, los que reciben tratamiento por una afección son quienes deliberadamente descuidan su medicación. Algunos se enganchan a la bebida y muchos, de forma errónea, creen que ahora que ya no están en casa donde apareció el problema, sus dificultades deberían desaparecer. Puede llevar algún tiempo, pero los síntomas vuelven.
• La enseñanza secundaria crea y expone a la vulnerabilidad. “El nivel de estrés en el campus es tan alto que favorecen la ansiedad y la depresión” indica la Dra. Linda K. Hellmich, directora del área de consulta de psicología del Instituto Carleton de Minnesota, de 1.800 estudiantes. “Todavía lo empeora más la falta de sueño en la que se ven inmersos. Los estudiantes creen que pueden verse privados de las necesarias horas de sueño sin sufrir las consecuencias”. No compiten únicamente por sus notas, sino que también lo hacen por conseguir ser el más estresado. Es cuestión de honor decir que han estado despiertos y en actividad durante varios días”.
• Su alto coste redunda en un mayor estrés. Padres y estudiantes suelen enfocar sus perspectivas hacia una universidad de élite y en el proceso de admisión con una rigurosidad y competitividad considerables ya desde edades tempranas. Seguro que han oído algún chiste sobre padres estimulando a sus niños a entrar en el jardín de infancia mejor para así empezar su camino hacia el éxito. Pero la presión sobre el futuro puede también verse como una reacción al estrés del mundo real—un intento de saber que el niño tiene opciones ya que el mercado laboral cambia y evoluciona.
• Siempre han habido estudiantes con problemas. Solo es que en las generaciones previas desaparecían del campus. Hoy, con los costos tan altos, las escuelas no pueden afrontar el sacrificio que presupone generar espacios libres y los padres han invertido demasiado en este punto y no quieren que sus hijos pierdan tiempo en conseguir primero su estabilidad.
• La diversidad presupone una falta de habilidades sociales. La creciente diversidad de la población estudiantil pone un límite que muchos no están preparados para abordar. “Si, es excitante encontrarse con personas de distintas culturas”, dice Christine Mullis, una reciente licenciada de Duke. "Pero implica más estrés en negociar con las diferencias. Un grupo distinto de estudiantes implica diferentes ideas de cómo establecer relaciones, dando como resultado un creciente fracaso de las mismas—entre sexos, razas, grupos étnicos—que contribuye a la infelicidad en el campus.
• Las habilidades en cuanto a tomar decisiones es cero. Mullis dice “muchos chicos no son felices por haber tomado decisiones equivocadas. Luego van a sus padres y les dicen que están deprimidos e insisten en tomar medicación para su infelicidad sin aprender primero a tomar mejores decisiones”. Las universidades no proporcionan modelos lo más aproximados posibles de un comportamiento exitoso para cuando sean adultos”, añade Mullis. Ni es la cultura una ayuda; es demasiado competitiva. Dice que los estudiantes incluso compiten acerca de sus trastornos alimenticios. Los consideran un “enorme problema imposible de erradicar debido a la forma de ser de las personas que desean imponer control en un entorno que no lo tiene".
• “Hay pocas salidas culturales para la rabia y la ansiedad. Hace una generación existían grandes movimientos de cambio social en los que los estudiantes se podían involucrar. Hoy, los estudiantes centran su interés en la interiorización. Lo propio es visto como la base de la acción”, dice Virginia Federman, "que conduce a acciones como la autolesión como forma de protesta”
• "Existe una nueva generación no reacia a la psicoterapia” y con el cada vez menos estigmatizado trastorno mental que lo hace más socialmente aceptable es más común buscar tratamiento—una actitud del estudiante de hoy más esperanzadora para su posterior vida.
• Es la mejor oportunidad para el cuidado de la persona en su totalidad. Este sistema ha desplazado al anterior cuidado de la salud mental en las escuelas. En muchas de ellas, se integran la salud tanto mental como física. El Dr. Morton M. Silverman, profesor de psiquiatría en la Universidad de Chicago y director del National Suicide Prevention Center, lo ve como una parte principal de la salud del estudiante. “Comparado con el mundo real, los centros de enseñanza ofrecen un cuidado de la salud más entendible”, dice Silverman, Jefe de la Sección de Consultores en Psicología en Chicago. “La pregunta es si los estudiantes obtendrán el mismo nivel de cuidados después de obtener su licenciatura”.

Via: Psychology Today Magazine

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