jueves, 20 de agosto de 2009

La cultura del trabajo

Sara Sefchovich
El Universal/16 de agosto de 2009

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos emitió una recomendación en relación con el incendio de la guardería en Hermosillo. Me llamó la atención la afirmación de que de 40 personas que debían estar presentes en la estancia infantil el día del siniestro, sólo estaban 14.
De acuerdo con las disposiciones oficiales en la materia, “los infantes deberán estar constantemente vigilados y atendidos y por ningún motivo deberán permanecer solos”, y más todavía, se habla de “una maestra o cuidadora dentro de cada aula a cargo de los infantes”.
Sin embargo, dichas personas no estaban allí, por lo cual no hubo suficiente personal para evacuar a los niños. Según ese documento, “las maestras sólo sacaron a los que podían caminar, ya que se vieron rebasadas ante la contingencia”.
Esto es muy grave. ¿Dónde estaban todos los que debían estar?
Pero, debemos reconocerlo, no es un caso excepcional y lo vemos: uno se presenta en alguna oficina, de lo que sea, y se encuentra con que la persona que debe atender no está en su lugar de trabajo: “hoy no vino”, “se sentía mal y se tuvo que ir”, “tomó su día económico”, “está en su hora de comida”, “fue al tocador”, “la llamó el jefe”, y la mejor de todas, “pues por acá andaba, ¿oye, tú no viste a dónde fue fulanito?, espérelo, no debe tardar”.
Llega un avión lleno de pasajeros y hay una sola persona para bajar las maletas porque los demás están “en su hora de comida”; en un hospital no hay nadie que limpie el pasillo porque las dos personas de intendencia tomaron, al mismo tiempo, los días a los que tienen derecho por contrato sindical y llevan más de una semana sin presentarse; en el archivo de una institución el encargado no solamente no está sino que además “fíjese que se llevó la llave”; en la ventanilla de atención a clientes está una empleada diferente sustituyendo a la de siempre pero no tiene idea de cómo se hacen las cosas.
Lamentablemente, para quienes creíamos que esa actitud solamente redundaba en enormes cantidades de tiempo perdido para los ciudadanos y de daño para la economía nacional, ahora además sabemos que puede redundar en algo mucho más grave.
La pregunta es: ¿por qué somos una sociedad en la que es posible que las personas no lleguen a trabajar cuando les toca, a su hora, o incluso cuando sí lo hacen no están en su lugar de trabajo por largos periodos?
Al decirlo, me refiero a burócratas de todo tipo y nivel, a maestros, médicos y otros profesionistas sindicalizados, a diputados y funcionarios públicos. Y la razón es que, como hemos insistido en este espacio, el sector público es el único en el que pase lo que pase se puede cobrar cada quincena y se tienen beneficios y prebendas, entre los cuales está que se permitan estas prácticas. Porque en el mundo de afuera, hora no trabajada es hora no cobrada, sea vendedor en el Metro, taxista, dueño de un puesto ambulante o abogado.
En sus famosas encuestas sobre Los valores de los mexicanos (1986 y 1991), Enrique Alduncin Abitia dedicó un capítulo al trabajo y afirmó que: “En buena proporción, la relativa armonía que se observa en la sociedad proviene de ese proceso que no sólo establece los patrones de conducta deseados y valorados, sino también las relaciones y expectativas de un determinado conjunto de personas sobre los demás” (pág. 256, tomo I).
¿Cómo puede haber armonía en la sociedad si los patrones de conducta deseados o valorados no tienen que ver con los que se llevan a la práctica?
El trabajo, dice este autor, aparece como una exigencia más que como una actividad que se realiza por gusto y el motivo de laborar se devalúa simplemente para tener dinero (pág. 59, tomo II). Las personas tienen clara conciencia de que para triunfar en la vida se requiere trabajar duro (pág. 149 y siguientes, tomo I) y la responsabilidad es considerada el atributo más importante (pág. 249, tomo I), pero esto, a juzgar por lo que se ve, no es sino un discurso vacío que en la práctica no se cumple, lo cual, como sucedió en la guardería ABC, puede convertirse en tragedia.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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