jueves, 13 de agosto de 2009

La ordeña de Pemex, amnesia e impunidad

Humberto Musacchio
Excélsior/13 de agosto de 2009

En México suelen desatarse grandes escándalos políticos que acaban, en el mejor de los casos, con algunos pobres diablos en la cárcel, pero generalmente se pierden en el laberinto burocrático, en la congeladora judicial, convertidos en humo, niebla, nada.
Es lo que ocurre con el caso de las guarderías del Seguro Social que, a más de dos meses de la tragedia y con medio centenar de bebés asesinados por negligencia criminal, empiezan a dejar de ser noticia y van saliendo de las páginas de los periódicos, pues la vida sigue y una sociedad no se puede mantener permanentemente en tensión.
Por esa razón las autoridades siempre apuestan al olvido. Pocos recuerdan hoy la inmensa fortuna amasada en cuestión de meses por los hijos de Marta Sahagún, que solían ir a Las Vegas con sus amiguitas a bordo de un jet propio. En otro frente, cabe mencionar lo ocurrido en la discoteca New’s Divine, el escándalo de los primeros días, las consabidas declaraciones de altos funcionarios y la acción penal contra algunos jefes policiacos que finalmente fueron liberados bajo fianza o impidieron su encarcelamiento con el generoso recurso del amparo.
La corrupción requiere por lo menos dos partes. Es corrupto quien soborna, pero también el que practica el cohecho, la mordida. Algunos políticos justifican esa práctica diciendo que en México las cosas siempre han sido así y que eso no ha impedido que el país funcione y la economía marche. Olvidan agregar que tal funcionamiento y la marcha susodicha tienen costos adicionales que nos impiden competir con otras economías y que explican en buena medida la trágica situación de hoy, en la que cunde el desempleo, la baja productividad, el cierre de empresas y la desesperanza.
A fines de julio estalló otro escándalo: la llamada ordeña de combustible de los ductos de Pemex. Por supuesto, esa noticia en primera plana contribuyó a opacar lo ocurrido en Hermosillo y los efectos de la derrota electoral del PAN, pero no era precisamente una novedad. Casi cualquiera sabe que esos y otros negocios florecen en la paraestatal desde hace décadas sin que el caso parezca preocupar demasiado a las autoridades, que de esa manera mantienen conformes a los líderes mientras funcionarios corruptos de diversas dependencias hacen grandes negocios.
Esta vez, sin embargo, parece que las cosas llegaron demasiado lejos, pues el robo aumentó más de 10% con respecto a 2008. Se habla de que son más de 600 los puntos en que se extrae combustible en forma ilegal y que la sustracción representa algo así como nueve mil 300 millones de pesos, que no es precisamente una bicoca, aunque Armando Subirats, ex funcionario de Petróleos Mexicanos, afirma que el saqueo puede ascender hasta 20 mil millones anuales y que por diversos medios sería de 30 mil millones.
Los mecanismos para robar a Pemex son variados. Está por supuesto la extracción directa de los ductos, pero también el robo en terminales terrestres y marítimas, la adulteración y el contrabando, pues se importa combustible, especialmente diésel de mala calidad y muy contaminante que se vende directamente a empresas e incluso a gasolineras de diversos puntos de la República.
La clonación de facturas, la mordida a todos los supervisores que se hacen de la vista gorda y los medidores alterados son otros medios de robar a Pemex. Desde luego, el movimiento de combustible robado se hace a bordo de los mismos camiones que transportan los derivados legales del petróleo. Las personas que controlan las flotas tienen nombre y apellido, ocupan puestos en Pemex o en las empresas que le prestan servicios, pero los funcionarios de la paraestatal y las autoridades judiciales no acostumbran molestarlos.
El citado Subirats (La Jornada, 1/VIII/09), quien sabe de lo que habla, dice que para controlar el movimiento de las pipas se resolvió contratar un servicio de localización por satélite, pero la tramititis se llevó ocho meses y, cuando ya estaba en funcionamiento, o debía estarlo, algún funcionario “olvidó” pagar a la empresa contratada y los ladrones pudieron seguir operando.
Pero hay otras formas de control que podrían aplicarse, pues los ductos no son de flujo continuo, sino que el transporte de combustible está programado y se puede saber cuánto y cuándo pasará por cada sitio. Bastaría con destacar personal para la vigilancia —personal es lo que sobra en Pemex— y moverlo continuamente con el fin de evitar el robo, que además puede controlarse con relativa facilidad entre un punto y otro.
Pero doña Georgina Kessel, insuperable ejemplo de abulia burocrática y de ignorancia, ya salió a declarar que Pemex requerirá tiempo y dinero para hacer frente al robo, pues se necesita tecnología y una estrategia integral para terminar con los ilícitos. ¿Cuándo? Seguramente cuando caiga sobre el asunto el bendito manto de la amnesia. ¿En otro sexenio? ¿Con un gobierno de otro partido que sea capaz de enfrentar la corrupción sindical? Por lo pronto, otra vez está en curso el mecanismo que lleva al olvido colectivo.
hum_mus@hotmail.com

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