martes, 10 de febrero de 2009

El desperdicio educativo

Axel Didriksson
Excélsior/10 de febrero de 2009

En casi todo el mundo, menos en México, la educación es para las personas un medio con el fin de alcanzar mejores puestos de trabajo, salarios, un factor con miras a producir nuevos conocimientos, ciencia, tecnología, y favorecer con ello el desarrollo interno, la competitividad y elevar los niveles culturales y de participación democrática de la ciudadanía en todos sus órdenes.
Ironías aparte, es increíble que se estén presentando los actuales niveles de desempleo entre quienes cuentan con credenciales de técnicos y profesionales de medio y de alto nivel, con todo y que tenemos uno de los sistemas educativos más restrictivos y obsoletos del mundo. Ironías también, porque al inicio del actual gobierno federal se puso el acento en que se alcanzarían tasas de desarrollo de Primer Mundo y el mejor nivel de empleo, una educación de calidad y programas que impulsarían la inserción de los egresados de las instituciones de educación media y superior al mercado laboral, de forma plena y abundante, equilibrio financiero, y todas esas cosas que la derecha en el gobierno suele decir. En el primer año de este sexenio no hubo crecimiento en las tasas de empleo y se conoció que los jóvenes eran el sector que más resentía la falta de ocupación. En el segundo año, la tasa de desempleo (5% de la PEA) es alarmante y sobre todo está pegando a sectores que dependen de quienes cuentan con altas calificaciones, habilidades y, en especial, que dependen fuertemente de la aplicación de paquetes tecnológicos, como en los ramos automotriz, financiero, electrónico y de servicios, y de otros que desarrollan industrias basadas en el conocimiento.
Lo peor es que se está perdiendo el activo de una educación ciudadana amplia, de calidad y que pudiera alcanzar un impacto favorable para producir y transferir conocimientos, ciencia y tecnología en beneficio del desarrollo nacional. Todas las políticas que deberían de haberse impulsado con miras a favorecer el mejoramiento del valor social, económico y estratégico que tiene la educación, están siendo desperdiciadas, tan sólo con el fin de mantener los acuerdos cupulares y de enorme sangría económica, de beneficio político y electoral, que todos conocen.
En una situación de crisis económica como la actual, la inversión y el cambio de fondo en el sistema educativo resulta ser lo más provechoso para mantener el equilibrio en las variables de beneficio social. Sin embargo, desde la lógica de la derecha en el gobierno, el objetivo, insustancial por lo demás, es prepararse para volver a repetir los fracasos de las pruebas educativas nacionales e internacionales y negociar enormes cantidades de dinero destinado a garantizar las cuotas electorales que puedan ser aprovechadas por el mejor postor.
Hasta hace algunos años, contar con un título de profesional universitario significaba mucho para las familias y los egresados de las instituciones de educación superior y tenía importancia para el país. Aún nos podemos enorgullecer de tener a un puñado de doctores y de investigadores de primer nivel, que nos ayudan a comprender la realidad natural y social en la que vivimos. Sin embargo, ahora los títulos universitarios no garantizan ni siquiera un empleo relacionado, son parte de lo que se ha perdido y otro ejemplo más de lo que ya se conoce como el gobierno fallido del panismo, desde el sexenio anterior. En otras áreas esto se considera terrible, pero en la educación se trata de una verdadera catástrofe.
didrik@servidor.unam.mx

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