Milenio/24 de febrero de 2009
La investigación científica mundial está inmersa en una terrible crisis financiera que se está reflejando en recortes presupuestales, disminución de montos de becas, congelamiento de plazas, elevación de precios de reactivos y equipos de investigación, entre muchos otros.
Ante este panorama de deshonestidad financiera, económica y política internacional la revista Nature recientemente hizo una pregunta por demás oportuna: ¿Cómo pueden evaluar los países la honestidad científica?
A partir de este cuestionamiento, la revista científica más prestigiosa del mundo invita a los países a reflexionar sobre la reputación e integridad de sus sistemas científicos y sus investigadores, midiéndolos con indicadores de competitividad científica responsable, porque es en tiempos de crisis cuando la autoevaluación y la autocrítica cobran mayor relevancia.
Para ello, se refiere a una serie de parámetros que Arabia Saudita, un país que pasó del lugar 35 al 27 en competitividad, decidió adoptar y promover para crear un clima nacional de “buen comportamiento corporativo” orientado a innovación basada en la ciencia.
En principio, propone evaluar cómo se investiga y de qué manera las instituciones de investigación pueden fomentar las buenas prácticas científicas y sancionar el fraude, la falsificación y el plagio.
En ese sentido, sugiere establecer parámetros de responsabilidad institucional, para lo cual deberán contar con la infraestructura adecuada que permita prevenir conductas como la manipulación o el “cuchareo” de datos o la discriminación de cualquier tipo. Propone un sistema de medición de las “buenas prácticas educativas” en la formación de los investigadores jóvenes, así como la transparencia y la objetividad de los sistemas de evaluación, de financiamiento y de revisión de las política científicas.
Resalta la importancia de los valores sociales y de las necesidades económicas prioritarias en la investigación. Así como la apertura y receptividad a las ideas y prácticas de los investigadores de otros países a través de colaboraciones internacionales.
Estas medidas pueden elevar los índices de calidad y de responsabilidad de la ciencia de cualquier país. Incluso más que el simple incremento presupuestal, por ello, a la par de orientar mayor financiamiento, deberíamos exigir al sistema científico mexicano mayores mecanismos de evaluación con un fuerte componente ético y social, y con un verdadero sistema de rendición de cuentas (que no existe) de forma permanente, pero sobre todo, en tiempos de crisis.
Ante este panorama de deshonestidad financiera, económica y política internacional la revista Nature recientemente hizo una pregunta por demás oportuna: ¿Cómo pueden evaluar los países la honestidad científica?
A partir de este cuestionamiento, la revista científica más prestigiosa del mundo invita a los países a reflexionar sobre la reputación e integridad de sus sistemas científicos y sus investigadores, midiéndolos con indicadores de competitividad científica responsable, porque es en tiempos de crisis cuando la autoevaluación y la autocrítica cobran mayor relevancia.
Para ello, se refiere a una serie de parámetros que Arabia Saudita, un país que pasó del lugar 35 al 27 en competitividad, decidió adoptar y promover para crear un clima nacional de “buen comportamiento corporativo” orientado a innovación basada en la ciencia.
En principio, propone evaluar cómo se investiga y de qué manera las instituciones de investigación pueden fomentar las buenas prácticas científicas y sancionar el fraude, la falsificación y el plagio.
En ese sentido, sugiere establecer parámetros de responsabilidad institucional, para lo cual deberán contar con la infraestructura adecuada que permita prevenir conductas como la manipulación o el “cuchareo” de datos o la discriminación de cualquier tipo. Propone un sistema de medición de las “buenas prácticas educativas” en la formación de los investigadores jóvenes, así como la transparencia y la objetividad de los sistemas de evaluación, de financiamiento y de revisión de las política científicas.
Resalta la importancia de los valores sociales y de las necesidades económicas prioritarias en la investigación. Así como la apertura y receptividad a las ideas y prácticas de los investigadores de otros países a través de colaboraciones internacionales.
Estas medidas pueden elevar los índices de calidad y de responsabilidad de la ciencia de cualquier país. Incluso más que el simple incremento presupuestal, por ello, a la par de orientar mayor financiamiento, deberíamos exigir al sistema científico mexicano mayores mecanismos de evaluación con un fuerte componente ético y social, y con un verdadero sistema de rendición de cuentas (que no existe) de forma permanente, pero sobre todo, en tiempos de crisis.
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