La Jornada/10 de febrero de 2009
En medio del vendaval económico, es posible mirar, reportar, pasos extraordinariamente positivos que mostrarán sus bondades en el largo plazo. Me refiero a un programa para la educación superior de América Latina. Aunque en México sociedad y gobierno (los tres poderes) aún no toman decididamente en serio que la educación, la ciencia y la tecnología son la palanca fundamental del desarrollo en el futuro, es preciso insistir incansablemente en ello.
Hace probablemente un par de décadas, el chileno José Joaquín Brunner, sociólogo de la cultura y uno de los más reconocidos especialistas en materia de educación superior, reportó en una investigación de varios años algunos hallazgos del estudio de varios casos de reforma universitaria en América Latina, de alcance macro, como él mismo los llamó.
En algunos casos la reforma se originó en una decisión del gobierno (Venezuela cerró por varios años una importante universidad, para reabrirla con una nueva organización), o en una ley nacional –al estilo español–, en otros casos la reforma se originó en movimientos de profesores, o de estudiantes, o de ambos, o fue llevada a cabo por las propias autoridades universitarias. Con independencia del actor central que hubiere originado las reformas, éstas consistían en un cambio en las formas de gobierno, o en la forma en que se designa a sus autoridades unipersonales y colegiadas, o en la organización y reacomodo de escuelas, facultades, e institutos y centros de investigación, o en el aumento o la supresión de estas o aquellas funciones. Las reformas consistían en alguna combinación de los elementos enumerados o en todos ellos a la vez.
Las reformas macro daban como resultado, en lo fundamental, el cambio y redistribución del poder en el interior de la institución y un nuevo uso de los recursos financieros.
Pero, también con independencia del actor impulsor de las reformas, Brunner halló una desdichada constante: antes de la reforma y después de ella, lo que ocurría en el aula era (es) exactamente lo mismo: ahí nunca llegó la reforma. Y es el caso que el aula es el lugar y momento donde ocurre la vida académica por excelencia. La relación profesor-alumno siguió siendo la misma, con el profesor como actor principal de la enseñanza; el surgimiento de relaciones clientelares entre profesores y alumnos es común; el vicio de que quien enseña también evalúa el aprendizaje (lo que condiciona el hecho de que el alumno más que estar consciente de que lo debe aprender, pone su atención en responder a las expectativas del profesor); lo que se enseña proviene principalmente del conocimiento generado en los países desarrollados; las autoridades universitarias de cualquier nivel ignoran por completo qué es lo que sabe, en cada carrera, cada egresado, debido a que ignoran qué es exactamente lo que enseña cada profesor. Cada uno de ellos, en los hechos, tiene su programa de estudios, y suele serles indiferente cuáles puedan ser las relaciones que su programa tiene con el desconocido programa del resto de los profesores de una carrera.
La transparencia, que hoy se reclama para todos los espacios sociales, está aún lejos de llegar al aula. Y que llegue es de vital importancia. El país (cada país) requiere que su futuro se apoye en saberes específicos de los egresados de sus universidades, y la sociedad debe estar enterada, a través de las mediaciones ad hoc, qué es lo que ocurre en el aula y si ello es coherente con los requerimientos de los saberes necesarios del futuro de la sociedad.
No hablo sólo de México, hablo de América Latina, y lo dicho puede hacerse extensivo a gran diversidad de países del orbe. Siempre con excepcionalísimas excepciones.
Después de largos meses de evaluaciones por comités ad hoc de la Unión Europea, en diciembre pasado se llevó a cabo el lanzamiento del programa ALFA III, en Bruselas, Bélgica.
Redes de instituciones de educación superior (IES) desarrollarán 14 proyectos subvencionados por la Unión Europea. Uno de ellos lleva el nombre de Innova-Cesal y será coordinado por la Universidad Veracruzana (UV); un segundo proyecto ALFA III será coordinado por el Centro Interuniversitario de Desarrollo de Santiago de Chile. Los otros 12 proyectos serán coordinados por universidades de Portugal, Italia, España, Austria, Alemania e Inglaterra, pero en todos los casos se trata de proyectos conjuntos de instituciones europeas y latinoamericanas para la implementación de reformas de fondo en las IES latinoamericanas.
Los socios de la UV –de acuerdo con las reglas de los proyectos ALFA– son: 1) Universidad de París, 2) Universidad de Costa Rica, 3) Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia, 4) Universidad del Rosario de Bogotá, 5) Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, 6) Instituto Superior Técnico, de Lisboa y 7) Instituto de Educación de la Universidad de Londres, con cien años de experiencia en el entrenamiento de profesores, y la institución de estudios superiores probablemente más prestigiada de Europa.
Se trata de un proyecto académico cuyo objetivo general es desarrollar, experimentar y sistematizar estrategias para la transformación de la educación superior en América Latina. Busca específicamente transformaciones de fondo en la formación, en la práctica pedagógica, en la estructura curricular: el trabajo a nivel del aula.
En mi próxima entrega daré información adicional de Innova-Cesal.
Hace probablemente un par de décadas, el chileno José Joaquín Brunner, sociólogo de la cultura y uno de los más reconocidos especialistas en materia de educación superior, reportó en una investigación de varios años algunos hallazgos del estudio de varios casos de reforma universitaria en América Latina, de alcance macro, como él mismo los llamó.
En algunos casos la reforma se originó en una decisión del gobierno (Venezuela cerró por varios años una importante universidad, para reabrirla con una nueva organización), o en una ley nacional –al estilo español–, en otros casos la reforma se originó en movimientos de profesores, o de estudiantes, o de ambos, o fue llevada a cabo por las propias autoridades universitarias. Con independencia del actor central que hubiere originado las reformas, éstas consistían en un cambio en las formas de gobierno, o en la forma en que se designa a sus autoridades unipersonales y colegiadas, o en la organización y reacomodo de escuelas, facultades, e institutos y centros de investigación, o en el aumento o la supresión de estas o aquellas funciones. Las reformas consistían en alguna combinación de los elementos enumerados o en todos ellos a la vez.
Las reformas macro daban como resultado, en lo fundamental, el cambio y redistribución del poder en el interior de la institución y un nuevo uso de los recursos financieros.
Pero, también con independencia del actor impulsor de las reformas, Brunner halló una desdichada constante: antes de la reforma y después de ella, lo que ocurría en el aula era (es) exactamente lo mismo: ahí nunca llegó la reforma. Y es el caso que el aula es el lugar y momento donde ocurre la vida académica por excelencia. La relación profesor-alumno siguió siendo la misma, con el profesor como actor principal de la enseñanza; el surgimiento de relaciones clientelares entre profesores y alumnos es común; el vicio de que quien enseña también evalúa el aprendizaje (lo que condiciona el hecho de que el alumno más que estar consciente de que lo debe aprender, pone su atención en responder a las expectativas del profesor); lo que se enseña proviene principalmente del conocimiento generado en los países desarrollados; las autoridades universitarias de cualquier nivel ignoran por completo qué es lo que sabe, en cada carrera, cada egresado, debido a que ignoran qué es exactamente lo que enseña cada profesor. Cada uno de ellos, en los hechos, tiene su programa de estudios, y suele serles indiferente cuáles puedan ser las relaciones que su programa tiene con el desconocido programa del resto de los profesores de una carrera.
La transparencia, que hoy se reclama para todos los espacios sociales, está aún lejos de llegar al aula. Y que llegue es de vital importancia. El país (cada país) requiere que su futuro se apoye en saberes específicos de los egresados de sus universidades, y la sociedad debe estar enterada, a través de las mediaciones ad hoc, qué es lo que ocurre en el aula y si ello es coherente con los requerimientos de los saberes necesarios del futuro de la sociedad.
No hablo sólo de México, hablo de América Latina, y lo dicho puede hacerse extensivo a gran diversidad de países del orbe. Siempre con excepcionalísimas excepciones.
Después de largos meses de evaluaciones por comités ad hoc de la Unión Europea, en diciembre pasado se llevó a cabo el lanzamiento del programa ALFA III, en Bruselas, Bélgica.
Redes de instituciones de educación superior (IES) desarrollarán 14 proyectos subvencionados por la Unión Europea. Uno de ellos lleva el nombre de Innova-Cesal y será coordinado por la Universidad Veracruzana (UV); un segundo proyecto ALFA III será coordinado por el Centro Interuniversitario de Desarrollo de Santiago de Chile. Los otros 12 proyectos serán coordinados por universidades de Portugal, Italia, España, Austria, Alemania e Inglaterra, pero en todos los casos se trata de proyectos conjuntos de instituciones europeas y latinoamericanas para la implementación de reformas de fondo en las IES latinoamericanas.
Los socios de la UV –de acuerdo con las reglas de los proyectos ALFA– son: 1) Universidad de París, 2) Universidad de Costa Rica, 3) Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia, 4) Universidad del Rosario de Bogotá, 5) Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, 6) Instituto Superior Técnico, de Lisboa y 7) Instituto de Educación de la Universidad de Londres, con cien años de experiencia en el entrenamiento de profesores, y la institución de estudios superiores probablemente más prestigiada de Europa.
Se trata de un proyecto académico cuyo objetivo general es desarrollar, experimentar y sistematizar estrategias para la transformación de la educación superior en América Latina. Busca específicamente transformaciones de fondo en la formación, en la práctica pedagógica, en la estructura curricular: el trabajo a nivel del aula.
En mi próxima entrega daré información adicional de Innova-Cesal.
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