El Universal/23 de febrero de 2009
Para que el estado de derecho subsista y no sea una mera entelequia, se requiere un convencimiento social en el mismo. Creer en el valor de las normas para la convivencia social es la condición primera para que aquéllas efectivamente subsistan.
El primer paso para socavar el estado de derecho es la tolerancia de las conductas ilícitas, aceptar que una conducta ilícita —aunque deplorable— puede dejarse pasar. La indolencia ciudadana frente a la violación de las leyes significa que el Estado de derecho empieza a ser inviable.
La oleada de violencia que desde hace unos años se ha instalado en el país y la ineficacia de la lucha en su contra por parte del estado, ha empezado a provocar que el incumplimiento de la ley empiece a verse como algo normal, como algo que bien puede sobrellevarse en el contexto de emergencia que estamos atravesando.
Ese hecho se traduce, por una parte, en ver la violencia como algo que forma parte de nuestra cotidianidad, como algo que forma parte del paisaje diario y, por ello, con lo que tenemos que convivir con resignación. Así, a la par de que las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez o las sanguinarias ejecuciones parecen volverse parte de la anécdota diaria, la capacidad de asombro e indignación tienden a diluirse.
Pero lo más grave es que la incapacidad del Estado para perseguir esos delitos, para investigar y llevar a juicio a los culpables, también se ha instalado en el imaginario colectivo como algo ordinario, como parte de ese escenario —triste y lamentable— en el que nos tocó vivir.
Perder la sensibilidad y la capacidad de escandalizarnos frente a la rampante impunidad, a la ineficiencia de las autoridades y a la violación de la ley, es sumamente grave. Ver el estado de derecho como una utopía que poco o nada tiene que ver con la realidad, como lo enseña reiteradamente la historia, es la antesala de peligrosas reacciones autoritarias. Frente a ello, es indispensable crear una conciencia crítica y asumir, todos, nuestra responsabilidad. Nos va el futuro de nuestra democracia y de nuestro estado constitucional en ello.
* Investigador y profesor de la UNAM
El primer paso para socavar el estado de derecho es la tolerancia de las conductas ilícitas, aceptar que una conducta ilícita —aunque deplorable— puede dejarse pasar. La indolencia ciudadana frente a la violación de las leyes significa que el Estado de derecho empieza a ser inviable.
La oleada de violencia que desde hace unos años se ha instalado en el país y la ineficacia de la lucha en su contra por parte del estado, ha empezado a provocar que el incumplimiento de la ley empiece a verse como algo normal, como algo que bien puede sobrellevarse en el contexto de emergencia que estamos atravesando.
Ese hecho se traduce, por una parte, en ver la violencia como algo que forma parte de nuestra cotidianidad, como algo que forma parte del paisaje diario y, por ello, con lo que tenemos que convivir con resignación. Así, a la par de que las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez o las sanguinarias ejecuciones parecen volverse parte de la anécdota diaria, la capacidad de asombro e indignación tienden a diluirse.
Pero lo más grave es que la incapacidad del Estado para perseguir esos delitos, para investigar y llevar a juicio a los culpables, también se ha instalado en el imaginario colectivo como algo ordinario, como parte de ese escenario —triste y lamentable— en el que nos tocó vivir.
Perder la sensibilidad y la capacidad de escandalizarnos frente a la rampante impunidad, a la ineficiencia de las autoridades y a la violación de la ley, es sumamente grave. Ver el estado de derecho como una utopía que poco o nada tiene que ver con la realidad, como lo enseña reiteradamente la historia, es la antesala de peligrosas reacciones autoritarias. Frente a ello, es indispensable crear una conciencia crítica y asumir, todos, nuestra responsabilidad. Nos va el futuro de nuestra democracia y de nuestro estado constitucional en ello.
* Investigador y profesor de la UNAM
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