jueves, 5 de febrero de 2009

La universidad pública en la crisis

Humberto Muñoz García*

La recesión económica es un fenómeno estructural que está y continuará afectando al mercado laboral. Por muchas razones, el crecimiento no llegó. El producto interno bruto (PIB) vino cayendo hasta llegar a 1.6 por ciento en el tercer trimestre de 2008. La generación de empleos en los últimos lustros no ha conseguido satisfacer la demanda. Hoy nos advierten que, en este año, el PIB aumentará en un rango negativo que podría llegar a -1.8 por ciento y que en lugar de crear empleos, habrá una disminución de varios cientos de miles. El momento nos toma con una alta tasa de desempleo, que alcanzó 4.32 por ciento el pasado diciembre. El desempleo afecta más a mujeres y jóvenes y es mayor en el DF. Los desocupados y quienes no trabajaron por más de 15 horas alcanzaron 10.1 por ciento de la población económicamente activa (PEA) en el tercer trimestre de 2008. El periodo que vivimos es de incertidumbre y desánimo social generalizado.
Se trata de una situación muy grave; hay empresas que cierran y otras que despiden a una parte considerable de sus trabajadores. Se agotan las corporaciones que ofrecían empleo de por vida. Ya se habla de cambiar el modelo económico, de reestructurar el modo de acumulación, de un mayor control del mercado por parte del Estado. El cambio, hasta donde se alcanza a ver, pondrá el acento en la flexibilidad, para que el trabajo gane en agilidad, movimientos continuos, apertura al cambio, con menos regulaciones jurídicas, nuevas relaciones obrero-patronales, desplazando todo lo que se pueda a los sindicatos y a los derechos colectivos, etcétera.
La situación por la que atraviesa el país es riesgosa para las universidades públicas. La caída del PIB es preocupante, porque el gasto educativo está ligado a él. Alguna tensión por recursos habrá de surgir entre las casas de estudios y el gobierno. Con todo y que hay 12 fondos adicionales de apoyo financiero y de que se han dedicado sumas importantes de recursos económicos para hacer frente al rezago en varios rubros y a problemas emergentes.
La crisis y la falta de empleo tienen como respuesta una mayor incorporación de los miembros de las familias a la actividad económica, por la caída en los ingresos. Más jóvenes abandonan sus estudios y si no encuentran trabajo, se quedan haciendo nada. En la mayoría de los jóvenes se va creando la idea de que no hay posibilidades de mejorar su situación económica en el futuro. Y que sin educación superior es más difícil. Como en otras ocasiones, se piensa que las universidades son el último reducto de la movilidad social, aunque el desempleo impacta también a los profesionistas produciendo frustraciones.
Ocurre que hay más deserción en la enseñanza media por falta de capacidad económica y una mayor presión de la demanda por entrar a las universidades. Si no se amplía la oferta educativa con rapidez pudieran ocurrir movilizaciones de rechazados, que en la educación superior no es broma, y menos en un contexto político que se ve complicado.
Habrá elecciones de gobernadores y de diputados federales y, posiblemente, habrá llamados a las comunidades universitarias para que participen o se manifiesten políticamente. Las elecciones coinciden con varios cambios rectorales, con la renovación de consejos universitarios en algunas casas de estudios y hasta con la elección del secretario general ejecutivo de la ANUIES. En fin, que en algunas universidades importantes habrá efervescencia política interna, balances y expresiones de descontento con los grupos dirigentes de la administración. En estas circunstancias, se corre el riesgo de que los procesos internos se contaminen, en algún caso, con los externos. Y, en el sistema educativo, que la alteración de una de las partes repercuta sobre otras.
En un año político, con recesión económica, los partidos jugarán su resto por alcanzar posiciones de poder. Las autoridades universitarias necesitan una extrema sensibilidad y utilizar a plenitud los mecanismos de gobernabilidad que tienen para sortear estos tiempos. Será imposible, como se ha pedido, que las universidades se encierren y vean pasar la realidad desde el muro. Más se tardó la solicitud de que las universidades se coloquen al margen, que los partidos en ofrecer posiciones a universitarios para entrar a la contienda. Siempre será mejor la apertura, para que, con respeto a nuestras universidades autónomas, vengan los partidos políticos a debatir sus plataformas, como ocurrió en un pasado reciente en la UNAM.
La coyuntura política aparece en medio de una crisis económica estructural. En la sociedad se percibe que las desigualdades continúan igual, hay insatisfacción con la forma como se conduce al país y falta de perspectivas de mejoría económica y social. También, en la sociedad se muestra aprecio por la universidad, que es considerada como una institución a la cual se le tiene mucha confianza.
Las universidades públicas aparecen en el imaginario social como una ventana de oportunidades, al tiempo que cuatro de cada cinco personas considera que son instituciones que deben estar en manos del Estado. En el mediano y largo plazos, la mejor defensa de la universidad pública será que se le maneje responsablemente, acercándola a su entorno y dedicando esfuerzos en pro del desarrollo de la sociedad.
* Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. UNAM.

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