Asesor académico. Global University Network for Innovation, Universidad de Naciones Unidas.
Las tendencias actuales de la educación superior y de la sociedad del conocimiento están inmersas en un escenario de cambios radicales del sistema-mundo. Es probable que este sistema se esté alejando del equilibrio y acercándose a un punto de bifurcación en el que podremos optar por diversos futuribles —futuros posibles. El desarrollo de la sociedad del conocimiento tiene lugar en un marco signado por la complejidad y la incertidumbre, como nuevo paradigma científico y teórico, y en una transición sistémica desde el punto de vista histórico.
Las grandes promesas del siglo XX no se han cumplido. El liberalismo no ha logrado reformas graduales para mejorar las desigualdades del sistema-mundo y reducir su aguda polarización; el derrumbe del socialismo real, la crisis de los movimientos de liberación nacional en el Tercer mundo y de la fe en el modelo keynesiano, han dado lugar a una cada vez más extensa y profunda desilusión popular en la viabilidad de los programas, tanto reformistas como revolucionarios. Esto no ha conducido al fin de la historia, sino más bien a una crisis de legitimidad en los Estados nacionales, la cual se ha traducido en la proliferación y emergencia de los denominados Estados fallidos (Somalia, Haití) y la aparición de guerras «preventivas» y conflictos étnicos como los ocurridos en Bosnia, Ruanda, Osetia y otros sitios, en un marco en el que parece que nos alejamos de la cultura de paz y la alianza de civilizaciones y nos acercamos a un choque de culturas, en vez de a su hibridación.
Esta crisis sistémica se produce de manera paralela a un cambio de paradigma. En primer lugar, hoy sabemos que el progreso no es inevitable. En segundo, mientras la ciencia moderna cartesiana-newtoniana se basó en la certeza, el nuevo paradigma de Prigogine y Edgar Morín —que nos muestra que los sistemas están regidos por la flecha del tiempo— se caracteriza por la complejidad y la incertidumbre, y afirma que la gran mayoría de las situaciones no pueden explicarse a partir del equilibrio lineal y de un tiempo reversible. En tercer lugar, la crisis sistémica nos brinda la posibilidad de construir una alternativa democrática e igualitaria. En conclusión, aunque la proyección temporal no vaya inevitablemente hacia el progreso ni hacia un mejor porvenir, debemos saber que podemos construir el futuro y precavernos contra razonamientos basados tanto en el azar como en el determinismo ciego.
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