El Universal/26 de junio de 2009
Los mexicanos estamos cansados de la política. La corrupción y la impunidad nos robaron la capacidad de indignación. Ya no creemos en nada, ya no sabemos en quién creer.
El cinismo de la clase política ofende. Se acabó el escaso pudor. En la política mexicana el crimen ya no tiene castigo. Incluso es premiado. Pueden robarse partidas secretas, pactar monopolios para sus amigos, traficar con nuestros energéticos desde el extranjero, negociar la libertad de delincuentes, sentarse a la mesa con el narco. Lo que sea.
Nadie se dará cuenta. Y si se les descubre, la receta la tienen medida. Negarlo todo y aguantar hasta la próxima tormenta. El escándalo se borra con el de mañana. Pasó con Salinas y Fox. Con el Pemexgate y los Amigos de Fox. Con la caída del sistema en el 88 o con el haiga sido como haiga sido de 2006.
Nadie capturó a los asesinos ni de Posadas ni de Colosio ni de Ruiz Massieu. Tampoco a los victimarios de las muertas de Juárez o a los secuestradores de los cientos de Fernandos Martí o Silvias Vargas, ni a los responsables de las miles de ejecutados por la narcopolítica.
Las botellas de cogñac de Mario Marín se añejan en el olvido, los negocios judiciales del Jefe Diego trascienden los sexenios y los relojes Bulgari de Marta Sahagún marcan que estamos instalados en la hora de la impunidad.
Bejarano ya está libre para seguir “ligando” su próximo cargo; Ahumada, “fajador” de perredistas, es el literario juez supremo y Oscar Nahúm Círigo Vázquez legisla sin que haya sido electo por su nombre, sino por su alias de René Arce.
En política y negocios son los mismos apellidos de hace 30 años los lucran con una patente que les concedió el sistema priísta que no se desmantela. El mismo que secuestró en su tiempo al presidente del cambio y hoy hace lo suyo con el del empleo. Nunca antes el tamaño de los políticos mexicanos estuvo tan cerca del suelo. Nunca antes el clamor de “¡Hagamos algo por México!” estuvo más cerca del cielo. Y es que la ciudadanía ya se dio cuenta de que no importa por quién se vote el próximo 5 de julio, los jefes de los partidos ya tienen decidido quién manejará la agenda nacional.
Esta garantizada con sus diputados plurinominales, los que ya tienen asegurado su asiento en el Congreso. La mesa está puesta y el pastel está repartido. Para que todo siga igual. Sobre todo cuando la partidocracia se encargó de cerrar, por ley el paso a las candidaturas ciudadanas. Toda aspiración debe someterse a la dictadura de una siglas con las que la mayoría de los mexicanos no compartimos. Y nos sentimos atrapados.
Por eso hoy aparece un horizonte blanco para México. Es el movimiento del voto blanco, que cada día va tomando más fuerza para expulsar los colores oscuros de la mala política y darle transparencia a una sociedad que exige pesos y balanzas para reconstruirse.
Es un llamado a la esperanza que con distintos liderazgos, en distintas ciudades, despierta para recuperar los espacios ciudadanos en el quehacer político, que ya exige en México una cirugía mayor. No lo pierda de vista. El voto blanco será la bandera que ondee con más fuerza en las próximas elecciones de julio.
El cinismo de la clase política ofende. Se acabó el escaso pudor. En la política mexicana el crimen ya no tiene castigo. Incluso es premiado. Pueden robarse partidas secretas, pactar monopolios para sus amigos, traficar con nuestros energéticos desde el extranjero, negociar la libertad de delincuentes, sentarse a la mesa con el narco. Lo que sea.
Nadie se dará cuenta. Y si se les descubre, la receta la tienen medida. Negarlo todo y aguantar hasta la próxima tormenta. El escándalo se borra con el de mañana. Pasó con Salinas y Fox. Con el Pemexgate y los Amigos de Fox. Con la caída del sistema en el 88 o con el haiga sido como haiga sido de 2006.
Nadie capturó a los asesinos ni de Posadas ni de Colosio ni de Ruiz Massieu. Tampoco a los victimarios de las muertas de Juárez o a los secuestradores de los cientos de Fernandos Martí o Silvias Vargas, ni a los responsables de las miles de ejecutados por la narcopolítica.
Las botellas de cogñac de Mario Marín se añejan en el olvido, los negocios judiciales del Jefe Diego trascienden los sexenios y los relojes Bulgari de Marta Sahagún marcan que estamos instalados en la hora de la impunidad.
Bejarano ya está libre para seguir “ligando” su próximo cargo; Ahumada, “fajador” de perredistas, es el literario juez supremo y Oscar Nahúm Círigo Vázquez legisla sin que haya sido electo por su nombre, sino por su alias de René Arce.
En política y negocios son los mismos apellidos de hace 30 años los lucran con una patente que les concedió el sistema priísta que no se desmantela. El mismo que secuestró en su tiempo al presidente del cambio y hoy hace lo suyo con el del empleo. Nunca antes el tamaño de los políticos mexicanos estuvo tan cerca del suelo. Nunca antes el clamor de “¡Hagamos algo por México!” estuvo más cerca del cielo. Y es que la ciudadanía ya se dio cuenta de que no importa por quién se vote el próximo 5 de julio, los jefes de los partidos ya tienen decidido quién manejará la agenda nacional.
Esta garantizada con sus diputados plurinominales, los que ya tienen asegurado su asiento en el Congreso. La mesa está puesta y el pastel está repartido. Para que todo siga igual. Sobre todo cuando la partidocracia se encargó de cerrar, por ley el paso a las candidaturas ciudadanas. Toda aspiración debe someterse a la dictadura de una siglas con las que la mayoría de los mexicanos no compartimos. Y nos sentimos atrapados.
Por eso hoy aparece un horizonte blanco para México. Es el movimiento del voto blanco, que cada día va tomando más fuerza para expulsar los colores oscuros de la mala política y darle transparencia a una sociedad que exige pesos y balanzas para reconstruirse.
Es un llamado a la esperanza que con distintos liderazgos, en distintas ciudades, despierta para recuperar los espacios ciudadanos en el quehacer político, que ya exige en México una cirugía mayor. No lo pierda de vista. El voto blanco será la bandera que ondee con más fuerza en las próximas elecciones de julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario