Excélsior/30 de junio de 2009
En el Reporte 2009 sobre el nivel de competitividad de México, elaborado por el Foro Económico Mundial (World Economic Forum. The Mexico Competitiveness, Report 2009) se concluye, entre otras cosas, que el bajo nivel educativo de la población y la pésima calidad del respectivo sistema son factores determinantes que están influyendo en la crisis económica y social que se vive en el país.
Los indicadores analizados en este Reporte no son nuevos, pero el enfoque que se presenta, y algunas de sus conclusiones, dan muestra del desastre que se padece en el sistema educativo nacional. Así, se califica de “alarmante” el nivel de eficiencia de la fuerza laboral y la baja cobertura en el educativo superior, que anulan las posibilidades de desarrollo económico, al no poder contar, por ello, con capacidades tendientes a generar conocimientos adecuados ni para llevar a cabo un sistema de innovación que pueda potenciar la competitividad del país. La calidad de la educación es observada como el componente de mayor preocupación, sobre todo al compararla con lo que ocurre en otras naciones.
Entre los elementos que se presentan en este Reporte se indica que, con todo y que se ha mejorado la inversión en la educación básica durante los últimos 15 años, para llegar a ocupar el lugar 31 de entre 134 economías, cuando se compara el nivel de calidad y desempeño que se ha alcanzado con esa inversión, México desciende al lugar 116. El desperdicio es evidente, porque el problema, según se detecta, no es cuánto se gasta sino cómo estos recursos son invertidos. Para explicarlo, el Reporte indica que el sindicato de maestros, el SNTE, tiene una muy alta responsabilidad en el bloqueo de reformas que hubieran permitido mejoras sustanciales en la calidad de la educación (p. 15).
También se señala la escasa capacidad de absorción de la educación superior: 26.1%, por lo que en el ranking de la UNESCO México ocupa el lugar 74, representativo del bajo nivel de sus estudiantes en matemáticas, ciencia y lectura, así como en lo que se denomina los estándares de aprendizaje marcados por la OCDE para sus países miembros.
Entre sus conclusiones se apunta que, si se toma en cuenta el número de estudiantes mexicanos que alcanzaron los mejores puntajes en las pruebas internacionales, éstos apenas muestran logros similares a los de la media de países como Corea, Estados Unidos, Tailandia o la República de Eslovaquia. Dicho de otra manera, que los puntajes obtenidos por la gran mayoría de los estudiantes mexicanos apenas alcanzan a ser similares a los peores internacionales (p. 74-75).
Lo que se deduce, entonces, es evidente. En México se tolera un vergonzoso desperdicio de recursos, talentos, esfuerzos, y una falta increíble de atención al alto valor social que tiene la educación, derivado de políticas equivocadas y de una concepción atrasada y conservadora. Ello se refleja en que la educación se ha convertido en un negocio, parte del entretenimiento televisivo o en un ejercicio verbal recurrente de los políticos, que raya en la más abyecta superficialidad, pero no en lo que debería ser: un motor para el desarrollo social, un componente fundamental para el bienestar de las personas y su cultura, a fin de lograr una sólida formación de sus capacidades, así como de sus posibilidades, un mecanismo de justicia, de equidad y de formación ciudadana integral. Lo mejor que tenemos se tira a la basura.
didrik@servidor.unam.mx
Los indicadores analizados en este Reporte no son nuevos, pero el enfoque que se presenta, y algunas de sus conclusiones, dan muestra del desastre que se padece en el sistema educativo nacional. Así, se califica de “alarmante” el nivel de eficiencia de la fuerza laboral y la baja cobertura en el educativo superior, que anulan las posibilidades de desarrollo económico, al no poder contar, por ello, con capacidades tendientes a generar conocimientos adecuados ni para llevar a cabo un sistema de innovación que pueda potenciar la competitividad del país. La calidad de la educación es observada como el componente de mayor preocupación, sobre todo al compararla con lo que ocurre en otras naciones.
Entre los elementos que se presentan en este Reporte se indica que, con todo y que se ha mejorado la inversión en la educación básica durante los últimos 15 años, para llegar a ocupar el lugar 31 de entre 134 economías, cuando se compara el nivel de calidad y desempeño que se ha alcanzado con esa inversión, México desciende al lugar 116. El desperdicio es evidente, porque el problema, según se detecta, no es cuánto se gasta sino cómo estos recursos son invertidos. Para explicarlo, el Reporte indica que el sindicato de maestros, el SNTE, tiene una muy alta responsabilidad en el bloqueo de reformas que hubieran permitido mejoras sustanciales en la calidad de la educación (p. 15).
También se señala la escasa capacidad de absorción de la educación superior: 26.1%, por lo que en el ranking de la UNESCO México ocupa el lugar 74, representativo del bajo nivel de sus estudiantes en matemáticas, ciencia y lectura, así como en lo que se denomina los estándares de aprendizaje marcados por la OCDE para sus países miembros.
Entre sus conclusiones se apunta que, si se toma en cuenta el número de estudiantes mexicanos que alcanzaron los mejores puntajes en las pruebas internacionales, éstos apenas muestran logros similares a los de la media de países como Corea, Estados Unidos, Tailandia o la República de Eslovaquia. Dicho de otra manera, que los puntajes obtenidos por la gran mayoría de los estudiantes mexicanos apenas alcanzan a ser similares a los peores internacionales (p. 74-75).
Lo que se deduce, entonces, es evidente. En México se tolera un vergonzoso desperdicio de recursos, talentos, esfuerzos, y una falta increíble de atención al alto valor social que tiene la educación, derivado de políticas equivocadas y de una concepción atrasada y conservadora. Ello se refleja en que la educación se ha convertido en un negocio, parte del entretenimiento televisivo o en un ejercicio verbal recurrente de los políticos, que raya en la más abyecta superficialidad, pero no en lo que debería ser: un motor para el desarrollo social, un componente fundamental para el bienestar de las personas y su cultura, a fin de lograr una sólida formación de sus capacidades, así como de sus posibilidades, un mecanismo de justicia, de equidad y de formación ciudadana integral. Lo mejor que tenemos se tira a la basura.
didrik@servidor.unam.mx
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