domingo, 28 de junio de 2009

El discurso del odio

Sara Sefchovich
El Universal/28 de junio de 2009

El PRD transmite un spot televisivo que gira en torno a una niña que invita a votar por ese partido. Pero “alguien” ha emprendido una campaña para desprestigiar esa publicidad que no es política ni de ideas, sino de odio contra esa pequeña que es quien menos la debe ni la teme.
Ese odio ha prendido y muchos le han entrado, aprovechándose cobardemente de que internet permite decir lo que sea sin que se sepa quién lo dice.
Así, alguien que se identifica como “José Manuel García” escribe: “Mugre niña, mátenla” y alguien que se firma como “Karla Rulx” dice: “Todos odiamos a los orientales y ahora más con esta mocosa”. Son sólo dos ejemplos, pero suficientes para darse cuenta del grado de virulencia que hay en ese “todos” que nos incluye a usted y a mí.
En México hay una larga tradición de odio a la diferencia, que sigue viva en el modo de pensar y brinca a la superficie a la menor provocación. Eric Van Young afirma que “desde que las primeras vacas de los españoles invadieron las milpas de los indígenas, se estableció un patrón prácticamente universal en contra de los fuereños”.
Durante y después de la Independencia a los españoles se les odió y ese odio se extendió a todos los que “venían de otra soberanía”, como define el diccionario a los extranjeros. En el siglo XX se expidió una ley que pretendía impedir a los sirios, libaneses, armenios, indios, turcos, palestinos y árabes que se mezclaran con los nacionales porque “producen degeneración en sus descendientes”, y a los judíos y a los chinos que vinieran al país, a aquéllos “por sus características sicológicas y morales”, y a éstos por considerarlos “hombres de instintos salvajes”, “raza indolente y perezosa”, “ruin y abyecta”, “con lacras fisicas y costumbres repugnantes”.
A los orientales se les confinó en guetos y se cometieron contra ellos matanzas sin que nadie saliera en su defensa. En los años 70, a los que vinieron del sur del continente huyendo de la represión y la persecusión política se les llamó “subamericanos”.
Las campañas de odio han existido y siguen existiendo contra los diferentes: quienes tienen otro color de piel, hablan otro idioma, tienen otra religión diferente a la católica u otra sexualidad diferente a la heterosexual, otras costumbres, cultura, ideas o posiciones políticas. A la gente de izquierda se les ha llamado “zoocialistas” y se les acusa de ser “basura a la que la mayoría de los mexicanos detestamos”.
De hecho, ese mismo PRD que ahora está siendo atacado en la persona de una niña, usando como pretexto que les harta tanta publicidad partidista o que a ella le encuentran rasgos orientales, también ha acudido a argumentos xenófobos para sus campañas. Hace algunos años, cuando competían por una presidencia municipal, dijeron del candidato del otro partido, cuyo apellido era libanés, “que todos los árabes y libaneses eran caciques, ladrones y rateros y que no se identificaban con los valores mexicanos y que por lo tanto no se debía votar por nadie que tuviera ese nombre”.
Las campañas sucias no son un invento mexicano. Los estadounidenses las usan hace mucho para descalificar por igual a candidatos que a productos (recuérdese lo que dijo Hillary de Obama) y en América Latina el publicista Juan José Rendón se hizo célebre por sus ataques contra los opositores de quien le pagaba, lo cual justificaba diciendo que “si es dentro de la ley no tengo escrúpulos”.
Se trata de un asunto de suma gravedad, porque cuando se rompen los límites y se traspasan las barreras del decoro, ya es difícil echar marcha atrás. El odio le impone a la vida pública gran violencia y además la traspasa hasta penetrar en todos los ámbitos. Una vecina mía que se enojó con el administrador le llamó “rata inmunda”. Pero, ¿por qué no hacerlo si todos lo hacen? ¿Por qué yo ciudadano debo respetar al prójimo si un político puede decirle al Presidente de la República “pelele e inútil” y no sucede nada? Es así que hemos llegado a que alguien pueda manifestar su deseo de matar a una niña que publicita algo que no le gusta.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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