El Universal/30 de junio de 2009
El próximo domingo es la cita electoral. Cuando se aprobó la reforma electoral en 2007, el cambio constitucional abrió un nuevo espacio en el escenario político del país: después de la conflictiva sucesión presidencial de 2006, los partidos modificaron la relación entre el dinero y la política. Sin embargo, muy pronto empezamos a ver a los políticos en nuevos arreglos con las televisoras. También se esfumaron las expectativas de que el Congreso cumpliera con su obligación de hacer una nueva ley de radio y televisión, dado que la Suprema Corte de Justicia de la Nación había declarado inconstitucional, en su sus núcleos centrales, a la ley aprobada en 2006. De igual forma, el modelo de la reforma continuó con millones de spots que no posibilitaron el debate.
Las promesas de una reforma del Estado se esfumaron pronto, porque sólo se hicieron cambios en materia electoral; lo demás quedó pendiente para mejores tiempos: el federalismo, el bienestar social, la justicia, la relación entre poderes, etcétera.
El recuerdo de las últimas elecciones intermedias, en 2003, nos remite a unos comicios con un alto nivel de abstencionismo (seis de cada 10 no fueron a votar) y con un costo económico gigantesco (esas elecciones intermedias fueron más costosas que las presidenciales del 2000). De 2003 recordamos un enorme gasto público en spots, propuestas vacías y escasa participación ciudadana. ¿Qué ha cambiado seis años después?
En estos años tuvimos: la experiencia de una severa polarización en 2006; la reforma electoral, con un nuevo modelo de medios, que no ha dejado de ser quebrantado por los actores; el poder de las televisoras cada vez más denso; el IFE convertido en un árbitro hiperactivo. Pero quizá uno de los puntos más relevantes en esta comparación sea la repetición de una spotización de la política y la ausencia de debates sobre las agendas legislativas. Eso no ha cambiado.
La diferencia respecto a 2003 es que antes las campañas se hacían mediante la compra de espacios en los medios y ahora se hacen en los tiempos del Estado; antes se compraba hasta donde alcanzaran los recursos públicos y privados, con dinero limpio o con dinero sucio, y ahora se tienen los tiempos oficiales y los tiempos arreglados, los spots abiertos y los spots encubiertos, “infomerciales” o esquemas de “publicidad integrada”, o hasta la trampa de publicitar a partidos en revistas del corazón; entrevistas y reportajes de los políticos consentidos de las televisoras, por ser sus apuestas políticas y sus clientes. Ahora tenemos casos como el de Peña Nieto en el estado de México, una figura que ha construido su imagen a partir de su presencia en la televisión. Así como el Partido Verde, que defiende a los tucanes y pide la pena de muerte para los humanos. Pero lo más grave de este partido es que en esta ocasión ha sido colonizado por las televisoras y, por ejemplo, a través de esas siglas, Televisa tendrá una bancada en el Congreso de la Unión, como lo reporta el análisis que se ha hecho de sus listas de candidatos plurinominales (Proceso número 1704).
En 2003 hubo un elevado abstencionismo, y ahora en 2009 todas las encuestas reportan que se volverá a repetir el fenómeno, incluso de forma agravada. Algo no están haciendo bien en los partidos políticos que no logran convocar a más ciudadanos a las urnas. Pero lo que no tuvimos en 2003 fue el movimiento por la anulación del voto; esa es la novedad de estos comicios. Sin este movimiento del voto en blanco esta elección hubiera sido un proceso completamente vacío, sin contenidos, plagado de spots y propaganda sucia. Habrá que reconocerle al movimiento del voto nulo que logró establecer un debate amplio sobre la baja calidad de nuestra democracia. Incluso si ya no se logra mayor cosa después del 5 de julio, o si no se expresa de forma importante esta anulación en las urnas, la discusión nutrió una campaña sin contenidos y llena de inercias.
Pero vayamos más lejos. También habrá que reconocerle a este movimiento que logró actualizar una agenda de cambios necesarios en las instituciones. El voto nulo llamó la atención de la clase política, a pesar de que ha sido fuertemente descalificado. Una de las principales críticas que se le hacen es que integra agendas revueltas e incluso contradictorias, pero lo mismo sucede en el espacio de los que van a ir a votar por algún partido: las agendas son contradictorias. De cualquier forma, después del 5 de julio será difícil para el Congreso, pero no imposible, dar la espalda a demandas como la reelección, la rendición de cuentas de los partidos, la disminución del financiamiento público de los partidos, las reglas de gobernabilidad para construir mayorías, una nueva ley de radio y televisión, y otras más.
¿Por quién votar? El PAN se colgó de una cuestionada política de seguridad de Calderón; el PRI que sigue con hábitos y olores del pasado; el PRD está desfigurado por su ruptura interna y los partidos chicos son siglas y negocios. Por todo lo anterior, considero que hoy la mejor estrategia para expresar mi descontento y demandar las reformas que necesita nuestra vulnerada democracia es el voto en blanco. Por eso anularé mi voto el próximo 5 de julio.
Investigador del CIESAS
Las promesas de una reforma del Estado se esfumaron pronto, porque sólo se hicieron cambios en materia electoral; lo demás quedó pendiente para mejores tiempos: el federalismo, el bienestar social, la justicia, la relación entre poderes, etcétera.
El recuerdo de las últimas elecciones intermedias, en 2003, nos remite a unos comicios con un alto nivel de abstencionismo (seis de cada 10 no fueron a votar) y con un costo económico gigantesco (esas elecciones intermedias fueron más costosas que las presidenciales del 2000). De 2003 recordamos un enorme gasto público en spots, propuestas vacías y escasa participación ciudadana. ¿Qué ha cambiado seis años después?
En estos años tuvimos: la experiencia de una severa polarización en 2006; la reforma electoral, con un nuevo modelo de medios, que no ha dejado de ser quebrantado por los actores; el poder de las televisoras cada vez más denso; el IFE convertido en un árbitro hiperactivo. Pero quizá uno de los puntos más relevantes en esta comparación sea la repetición de una spotización de la política y la ausencia de debates sobre las agendas legislativas. Eso no ha cambiado.
La diferencia respecto a 2003 es que antes las campañas se hacían mediante la compra de espacios en los medios y ahora se hacen en los tiempos del Estado; antes se compraba hasta donde alcanzaran los recursos públicos y privados, con dinero limpio o con dinero sucio, y ahora se tienen los tiempos oficiales y los tiempos arreglados, los spots abiertos y los spots encubiertos, “infomerciales” o esquemas de “publicidad integrada”, o hasta la trampa de publicitar a partidos en revistas del corazón; entrevistas y reportajes de los políticos consentidos de las televisoras, por ser sus apuestas políticas y sus clientes. Ahora tenemos casos como el de Peña Nieto en el estado de México, una figura que ha construido su imagen a partir de su presencia en la televisión. Así como el Partido Verde, que defiende a los tucanes y pide la pena de muerte para los humanos. Pero lo más grave de este partido es que en esta ocasión ha sido colonizado por las televisoras y, por ejemplo, a través de esas siglas, Televisa tendrá una bancada en el Congreso de la Unión, como lo reporta el análisis que se ha hecho de sus listas de candidatos plurinominales (Proceso número 1704).
En 2003 hubo un elevado abstencionismo, y ahora en 2009 todas las encuestas reportan que se volverá a repetir el fenómeno, incluso de forma agravada. Algo no están haciendo bien en los partidos políticos que no logran convocar a más ciudadanos a las urnas. Pero lo que no tuvimos en 2003 fue el movimiento por la anulación del voto; esa es la novedad de estos comicios. Sin este movimiento del voto en blanco esta elección hubiera sido un proceso completamente vacío, sin contenidos, plagado de spots y propaganda sucia. Habrá que reconocerle al movimiento del voto nulo que logró establecer un debate amplio sobre la baja calidad de nuestra democracia. Incluso si ya no se logra mayor cosa después del 5 de julio, o si no se expresa de forma importante esta anulación en las urnas, la discusión nutrió una campaña sin contenidos y llena de inercias.
Pero vayamos más lejos. También habrá que reconocerle a este movimiento que logró actualizar una agenda de cambios necesarios en las instituciones. El voto nulo llamó la atención de la clase política, a pesar de que ha sido fuertemente descalificado. Una de las principales críticas que se le hacen es que integra agendas revueltas e incluso contradictorias, pero lo mismo sucede en el espacio de los que van a ir a votar por algún partido: las agendas son contradictorias. De cualquier forma, después del 5 de julio será difícil para el Congreso, pero no imposible, dar la espalda a demandas como la reelección, la rendición de cuentas de los partidos, la disminución del financiamiento público de los partidos, las reglas de gobernabilidad para construir mayorías, una nueva ley de radio y televisión, y otras más.
¿Por quién votar? El PAN se colgó de una cuestionada política de seguridad de Calderón; el PRI que sigue con hábitos y olores del pasado; el PRD está desfigurado por su ruptura interna y los partidos chicos son siglas y negocios. Por todo lo anterior, considero que hoy la mejor estrategia para expresar mi descontento y demandar las reformas que necesita nuestra vulnerada democracia es el voto en blanco. Por eso anularé mi voto el próximo 5 de julio.
Investigador del CIESAS
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