El Universal/24 de junio de 2009
La tragedia de Hermosillo pareciera dar la razón a los que insisten que en México se tiene un Estado fallido, incapaz de cuidar a sus menores y que no logra ubicar su seguridad como la prioridad de la acción pública.
Se han propuesto ya muchas medidas para superar la tragedia y evitar una nueva. Es necesario, por supuesto, abundar en todas ellas y encontrar una su repetición con una solución que cumpla al mismo tiempo con los objetivos de compensar a las familias, asegurar el futuro de los niños afectados, justicia, prevenir otras desgracias, aumentar el número de las tan necesarias guarderías, rendir cuentas, revisar el marco normativo y el régimen de subrogación, y alcanzar total transparencia en licitaciones.
No obstante estos loables objetivos, amén del rotundo rechazo social a la grosera politización de una tragedia como ésta, parecen insuficientes para asegurar que algo así no vuelva a ocurrir. No se espera lo imposible, que no haya accidentes, sino sólo que no sean consecuencia de la negligencia, la desidia, la perversión de prioridades, o peor aún, de la corrupción.
La ciudadanía se siente indefensa ante la repetición de este tipo de eventos claramente evitables. No cree tener un mecanismo de reclamo para que la autoridad se dedique a sus responsabilidades fundamentales. Acude a las manifestaciones públicas y a los medios como instrumentos indirectos de presión. Sabe que las autoridades lo atenderán sólo en la medida que el reclamo sea público y tenga una consecuencia política. Esto hace que los reclamos se politicen, se partidicen y que al final se busque una salida política alejada del reclamo ciudadano original.
La amplia y profunda brecha entre ciudadanos y autoridades se explica en mucho por la imposibilidad constitucional de la reelección y por la gran extensión de los municipios.
Con frecuencia se afirma que el problema de México es su exceso de municipios; que lo que se requiere es más centralización y participación del gobierno federal en la vida cotidiana. En realidad el problema es el inverso: hay demasiado pocos y muchas veces alejados de los ciudadanos y sus necesidades. La falta de reelección sólo agrava el problema. El presidente municipal utiliza su primer año para realmente conocer el municipio y sus problemas, el segundo, con suerte, para gobernar, mientras que el tercero y último para avanzar su carrera política y buscar opción como diputado local o federal, senador o dirigente de partido.
Hay municipios con millones de personas, muchos con un número importante de comunidades desatendidas por la cabecera municipal. Hermosillo es un buen ejemplo. Es, sin duda, uno de los mejores municipios del país, uno de los más ricos, con uno de los mejores gobiernos y con alternancia y competencia políticas pero, no obstante, ni allí el IMSS, ni los gobiernos estatal ni local pudieron encargarse de estos niños. En parte porque no hay reelección ni rendición de cuentas y además porque Hermosillo es demasiado grande para estar cerca del ciudadano: 800 mil habitantes y un territorio tres veces mayor al del estado de Colima. Estaría sin duda mejor gobernado si fuera subdividido en varios, como se hace países exitosos y democráticos y si el presidente municipal, el jefe de la policía, el jefe de bomberos y el de protección civil pudieran ser reelectos.
¿Cree usted que el presidente municipal, el director de protección civil y el jefe de bomberos encargados de certificar las condiciones de la guardería y de la bodega adyacente tendrían hoy posibilidades de reelegirse? ¿Que el procurador de justicia del estado rendiría mejores cuentas a la ciudadanía si estuviera sujeto a elección y reelección? ¿Que los funcionarios serían menos susceptibles a la corrupción si estuvieran más cerca de los ciudadanos? ¿Que el presidente municipal de la hoy delegación Gustavo A. Madero y su jefe de policía serían reelectos después de la tragedia del News Divine? ¿Que la policía hubiera implementado la redada si hubiera reelección?
Existen dos modelos que México podría explorar ahora que el miedo al voto nulo podría poner en la mesa la reforma electoral y del Estado: el de Estados Unidos en el que los 3 mil 114 condados se subdividen en 19 mil 429 ciudades, pueblos y villas, cada uno con su alcalde y casi todos con un profesionista a cargo de la dirección (city manager), y el de España con 8 mil 111 municipios o Francia con 36 mil 783 comunas. En todos esto países hay también, por supuesto, reelección.
La democratización real y el restablecimiento del imperio de la ley pasan por acercar al gobierno a las necesidades cotidianas del ciudadano. La clave es instituir la reelección y la posibilidad de la remunicipalización. La primera concentra poder. La segunda lo diluye y lo pone al servicio ciudadano. Sólo así las prioridades de los gobernantes se parecerán a las de los ciudadanos. Sólo así se logrará que el voto no sea nulo. Reelección para el sufragio efectivo.
Javier Beristáin
Pocas personas han hecho una contribución a su entorno y al país como el rector del ITAM, Javier Beristáin, fallecido el fin de semana pasado. No sólo contribuyó a la formación de miles de profesionistas, sino que lideró a un grupo destacado de economistas para tratar de responder al acertijo de la falta de crecimiento.
Deja ahora como herencia un reto: la excelencia académica en la educación básica como la clave para resolverlo.
El autor es socio de De la Calle, Madrazo, Mancera SC
Se han propuesto ya muchas medidas para superar la tragedia y evitar una nueva. Es necesario, por supuesto, abundar en todas ellas y encontrar una su repetición con una solución que cumpla al mismo tiempo con los objetivos de compensar a las familias, asegurar el futuro de los niños afectados, justicia, prevenir otras desgracias, aumentar el número de las tan necesarias guarderías, rendir cuentas, revisar el marco normativo y el régimen de subrogación, y alcanzar total transparencia en licitaciones.
No obstante estos loables objetivos, amén del rotundo rechazo social a la grosera politización de una tragedia como ésta, parecen insuficientes para asegurar que algo así no vuelva a ocurrir. No se espera lo imposible, que no haya accidentes, sino sólo que no sean consecuencia de la negligencia, la desidia, la perversión de prioridades, o peor aún, de la corrupción.
La ciudadanía se siente indefensa ante la repetición de este tipo de eventos claramente evitables. No cree tener un mecanismo de reclamo para que la autoridad se dedique a sus responsabilidades fundamentales. Acude a las manifestaciones públicas y a los medios como instrumentos indirectos de presión. Sabe que las autoridades lo atenderán sólo en la medida que el reclamo sea público y tenga una consecuencia política. Esto hace que los reclamos se politicen, se partidicen y que al final se busque una salida política alejada del reclamo ciudadano original.
La amplia y profunda brecha entre ciudadanos y autoridades se explica en mucho por la imposibilidad constitucional de la reelección y por la gran extensión de los municipios.
Con frecuencia se afirma que el problema de México es su exceso de municipios; que lo que se requiere es más centralización y participación del gobierno federal en la vida cotidiana. En realidad el problema es el inverso: hay demasiado pocos y muchas veces alejados de los ciudadanos y sus necesidades. La falta de reelección sólo agrava el problema. El presidente municipal utiliza su primer año para realmente conocer el municipio y sus problemas, el segundo, con suerte, para gobernar, mientras que el tercero y último para avanzar su carrera política y buscar opción como diputado local o federal, senador o dirigente de partido.
Hay municipios con millones de personas, muchos con un número importante de comunidades desatendidas por la cabecera municipal. Hermosillo es un buen ejemplo. Es, sin duda, uno de los mejores municipios del país, uno de los más ricos, con uno de los mejores gobiernos y con alternancia y competencia políticas pero, no obstante, ni allí el IMSS, ni los gobiernos estatal ni local pudieron encargarse de estos niños. En parte porque no hay reelección ni rendición de cuentas y además porque Hermosillo es demasiado grande para estar cerca del ciudadano: 800 mil habitantes y un territorio tres veces mayor al del estado de Colima. Estaría sin duda mejor gobernado si fuera subdividido en varios, como se hace países exitosos y democráticos y si el presidente municipal, el jefe de la policía, el jefe de bomberos y el de protección civil pudieran ser reelectos.
¿Cree usted que el presidente municipal, el director de protección civil y el jefe de bomberos encargados de certificar las condiciones de la guardería y de la bodega adyacente tendrían hoy posibilidades de reelegirse? ¿Que el procurador de justicia del estado rendiría mejores cuentas a la ciudadanía si estuviera sujeto a elección y reelección? ¿Que los funcionarios serían menos susceptibles a la corrupción si estuvieran más cerca de los ciudadanos? ¿Que el presidente municipal de la hoy delegación Gustavo A. Madero y su jefe de policía serían reelectos después de la tragedia del News Divine? ¿Que la policía hubiera implementado la redada si hubiera reelección?
Existen dos modelos que México podría explorar ahora que el miedo al voto nulo podría poner en la mesa la reforma electoral y del Estado: el de Estados Unidos en el que los 3 mil 114 condados se subdividen en 19 mil 429 ciudades, pueblos y villas, cada uno con su alcalde y casi todos con un profesionista a cargo de la dirección (city manager), y el de España con 8 mil 111 municipios o Francia con 36 mil 783 comunas. En todos esto países hay también, por supuesto, reelección.
La democratización real y el restablecimiento del imperio de la ley pasan por acercar al gobierno a las necesidades cotidianas del ciudadano. La clave es instituir la reelección y la posibilidad de la remunicipalización. La primera concentra poder. La segunda lo diluye y lo pone al servicio ciudadano. Sólo así las prioridades de los gobernantes se parecerán a las de los ciudadanos. Sólo así se logrará que el voto no sea nulo. Reelección para el sufragio efectivo.
Javier Beristáin
Pocas personas han hecho una contribución a su entorno y al país como el rector del ITAM, Javier Beristáin, fallecido el fin de semana pasado. No sólo contribuyó a la formación de miles de profesionistas, sino que lideró a un grupo destacado de economistas para tratar de responder al acertijo de la falta de crecimiento.
Deja ahora como herencia un reto: la excelencia académica en la educación básica como la clave para resolverlo.
El autor es socio de De la Calle, Madrazo, Mancera SC
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