La Jornada/23 de junio de 2009
Circula en algunos medios electrónicos y escritos un manifiesto firmado por 57 académicos de una decena de instituciones de educación superior, resultado de un coloquio convocado por la UNAM hace algunas semanas. Es un documento claro, directo, equilibrado, sin estridencias, en el que todos los grandes problemas del país son fácilmente reconocibles; un documento que, a pesar de su tono mesurado, se hace cargo de la extrema gravedad que vive la nación. Un documento que insiste en que otro México es posible.
Los que siguen son algunos de los temas torales planteados por el manifiesto.
Textualmente: “México requiere una reforma social. La ha requerido desde hace mucho, cuando el crecimiento económico de las décadas posteriores a la Revolución no fue suficiente para superar nuestro pesado lastre de pobreza y desigualdad. La ha requerido con mayor apremio al revelarse las insuficiencias de nuestra estrategia de inserción en la globalización para generar empleos suficientes en nuestro país, reducir las brechas económica, social, cultural y política, y disminuir las presiones migratorias. La requiere hoy, aún con más premura, ante los riesgos que la crisis global representa para una economía vulnerable y una sociedad fragmentada”.
Los firmantes están persuadidos de que es un momento de definiciones, de la necesidad de contar con un compromiso nacional efectivo, un proyecto social para el combate a la pobreza, el abatimiento de la desigualdad y una amplia creación de capacidades que permita insertar de manera ventajosa nuestros intereses nacionales en la globalización.
Se reconoce que pobreza y desigualdad son ancestrales, pero que hoy adquieren una dimensión alarmante en el contexto de la crisis mundial que, todo indica, se extenderá durante varios años por el mundo, aunque de modos desiguales.
Nuestra crisis no es una más; los violentos cambios que se avecinan como componentes de la crisis internacional, vamos a enfrentarlos en la situación más vulnerable que hayamos vivido en los pasados 27 años, cuando entramos en una etapa de crecimiento bajo e inestable que no pudo remontarse, a pesar del cambio estructural emprendido en estas décadas. “Hoy –asevera el manifiesto– los salarios reales de la mayor parte de las y los trabajadores son menores y los organismos de seguridad social están en crisis..., los sistemas de abasto controlados por el Estado fueron desmantelados en su mayor parte, sin que hayan sido sustituidos en muchos casos de manera eficiente por el mercado. El sistema educativo nacional evidencia una crisis de calidad en sus niveles básico y medio básico, que reverberará en los superiores, y fuertes limitaciones de cobertura en los niveles medio superior y superior. La seguridad social basada en el empleo formal se estancó en términos relativos, sus servicios se han deteriorado y las reformas emprendidas hasta ahora para restructurarla siguen siendo parciales y han soslayado variados problemas”: sin duda la situación más vulnerable de las tres décadas anteriores.
El manifiesto busca salidas y establece prioridades. Primero que lo demás: “una estrategia de apoyo alimentario, que refuerce los programas existentes y reorganice los sistemas de abasto popular en beneficio de la población de menores recursos”. El hambre es una realidad cotidiana en una amplia franja de nuestra sociedad, aunque se hable poco de ella. Es, asimismo, fundamental lograr acuerdos para construir un auténtico sistema nacional de salud con cobertura universal, que permita una coordinación mayor entre los sistemas públicos existentes y alcance una cobertura integral y homogénea de los servicios que presta, así como establecer los muchos que no presta.
Y, por supuesto, apunto yo, es absolutamente imposible que nuestro sistema educativo básico funcione cruzado por un corporativismo sindicalero corrupto, que nos impide superar sus rezagos, ampliar la cobertura en los niveles medio superior y superior y que recupere la concepción de que la educación pública es el principal mecanismo de socialización y movilidad social. La sociedad mexicana tiene en lo profundo de sus entrañas un tumor de alta malignidad que debe extirpar de raíz, sin lo cual nada de los demás tiene ni futuro ni sentido. El desarrollo, lo sabe el mundo, o da inicio en el aula, o no inicia.
El manifiesto subraya que poco puede hacerse sin ampliar la base tributaria mediante una reforma que incluya equilibrada y progresivamente a toda la sociedad.
Tenemos muchos Méxicos, los hemos tenido demasiado tiempo. Ninguna nación puede ser una unidad política sobre esas bases. Es ya impostergable fortalecer la cohesión de la sociedad mexicana atacando la desigualdad en sus vertientes social y territorial, para reducir las brechas que separan a las clases sociales y a las distintas regiones del país.
Para lograr ese objetivo, los firmantes se pronuncian en favor de avanzar en la construcción de una política social basada en un sistema de garantías sociales, que haga exigibles los derechos sociales contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales que ha firmado nuestro país, en especial aquellos relacionados con la protección y expansión de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.
Las fuerzas políticas no han sido sensibles a la demanda social por trascender los esquemas clientelistas que siguen prevaleciendo en el diseño y la operación de los programas sociales, que sólo pueden ser superados mediante la construcción de un auténtico federalismo social. La demanda por un acuerdo en lo fundamental, que hace más de 160 años propuso Mariano Otero, sigue vigente.
Los que siguen son algunos de los temas torales planteados por el manifiesto.
Textualmente: “México requiere una reforma social. La ha requerido desde hace mucho, cuando el crecimiento económico de las décadas posteriores a la Revolución no fue suficiente para superar nuestro pesado lastre de pobreza y desigualdad. La ha requerido con mayor apremio al revelarse las insuficiencias de nuestra estrategia de inserción en la globalización para generar empleos suficientes en nuestro país, reducir las brechas económica, social, cultural y política, y disminuir las presiones migratorias. La requiere hoy, aún con más premura, ante los riesgos que la crisis global representa para una economía vulnerable y una sociedad fragmentada”.
Los firmantes están persuadidos de que es un momento de definiciones, de la necesidad de contar con un compromiso nacional efectivo, un proyecto social para el combate a la pobreza, el abatimiento de la desigualdad y una amplia creación de capacidades que permita insertar de manera ventajosa nuestros intereses nacionales en la globalización.
Se reconoce que pobreza y desigualdad son ancestrales, pero que hoy adquieren una dimensión alarmante en el contexto de la crisis mundial que, todo indica, se extenderá durante varios años por el mundo, aunque de modos desiguales.
Nuestra crisis no es una más; los violentos cambios que se avecinan como componentes de la crisis internacional, vamos a enfrentarlos en la situación más vulnerable que hayamos vivido en los pasados 27 años, cuando entramos en una etapa de crecimiento bajo e inestable que no pudo remontarse, a pesar del cambio estructural emprendido en estas décadas. “Hoy –asevera el manifiesto– los salarios reales de la mayor parte de las y los trabajadores son menores y los organismos de seguridad social están en crisis..., los sistemas de abasto controlados por el Estado fueron desmantelados en su mayor parte, sin que hayan sido sustituidos en muchos casos de manera eficiente por el mercado. El sistema educativo nacional evidencia una crisis de calidad en sus niveles básico y medio básico, que reverberará en los superiores, y fuertes limitaciones de cobertura en los niveles medio superior y superior. La seguridad social basada en el empleo formal se estancó en términos relativos, sus servicios se han deteriorado y las reformas emprendidas hasta ahora para restructurarla siguen siendo parciales y han soslayado variados problemas”: sin duda la situación más vulnerable de las tres décadas anteriores.
El manifiesto busca salidas y establece prioridades. Primero que lo demás: “una estrategia de apoyo alimentario, que refuerce los programas existentes y reorganice los sistemas de abasto popular en beneficio de la población de menores recursos”. El hambre es una realidad cotidiana en una amplia franja de nuestra sociedad, aunque se hable poco de ella. Es, asimismo, fundamental lograr acuerdos para construir un auténtico sistema nacional de salud con cobertura universal, que permita una coordinación mayor entre los sistemas públicos existentes y alcance una cobertura integral y homogénea de los servicios que presta, así como establecer los muchos que no presta.
Y, por supuesto, apunto yo, es absolutamente imposible que nuestro sistema educativo básico funcione cruzado por un corporativismo sindicalero corrupto, que nos impide superar sus rezagos, ampliar la cobertura en los niveles medio superior y superior y que recupere la concepción de que la educación pública es el principal mecanismo de socialización y movilidad social. La sociedad mexicana tiene en lo profundo de sus entrañas un tumor de alta malignidad que debe extirpar de raíz, sin lo cual nada de los demás tiene ni futuro ni sentido. El desarrollo, lo sabe el mundo, o da inicio en el aula, o no inicia.
El manifiesto subraya que poco puede hacerse sin ampliar la base tributaria mediante una reforma que incluya equilibrada y progresivamente a toda la sociedad.
Tenemos muchos Méxicos, los hemos tenido demasiado tiempo. Ninguna nación puede ser una unidad política sobre esas bases. Es ya impostergable fortalecer la cohesión de la sociedad mexicana atacando la desigualdad en sus vertientes social y territorial, para reducir las brechas que separan a las clases sociales y a las distintas regiones del país.
Para lograr ese objetivo, los firmantes se pronuncian en favor de avanzar en la construcción de una política social basada en un sistema de garantías sociales, que haga exigibles los derechos sociales contenidos en la Constitución y en los tratados internacionales que ha firmado nuestro país, en especial aquellos relacionados con la protección y expansión de los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales.
Las fuerzas políticas no han sido sensibles a la demanda social por trascender los esquemas clientelistas que siguen prevaleciendo en el diseño y la operación de los programas sociales, que sólo pueden ser superados mediante la construcción de un auténtico federalismo social. La demanda por un acuerdo en lo fundamental, que hace más de 160 años propuso Mariano Otero, sigue vigente.
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