miércoles, 24 de junio de 2009

Votar es lo de menos

Luis Petersen Farah
Milenio/24 de junio de 2009

Fue la conclusión de una reunión de amigos: el voto es lo de menos. ¿Votar?, ¿no votar?, ¿anular?, nos podemos pasar la vida discutiéndolo. A muchos más de los que pensábamos les ha seducido la idea de anular, precisamente porque no los ha seducido partido ni candidato alguno, ni los procedimientos en uso. Por supuesto que les convence la idea de una sociedad donde todos puedan votar y ser votados; por eso rechazan la idea pasiva de no ir a votar y se acogen a la anulación, a la objeción activa que significa “ir a votar por ninguno de éstos para expresar un desacuerdo y propiciar un cambio”.
Pero había un acuerdo general. Ya sea que uno vote por cualquiera de los candidatos o por el mismísmo Cantinflas (arquetipo del voto anulado), votar es lo de menos: nuestras obligaciones como ciudadanos apenas comienzan en el voto, porque el Gobierno es tan sólo una pequeña parte de la vida en común. Estamos tan acostumbrados a dejarle todo a los gobiernos en turno, que hemos convertido el voto en nuestro único deber ciudadano. Hemos abdicado de lo público: que otro (o nadie) se haga cargo del camellón, del parque, de la escuela, del transporte, de la seguridad, de la ciudad misma. Hemos abdicado incluso de disfrutar lo público, mejor nos encerramos en lo privado. La petición debería ser en todo caso: vota y goza y participa de tu comunidad. Si no, no vale la pena.

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