Milenio/30 de junio de 2009
La democracia no es cosa fácil. Tratar de elegir al candidato o al partido que nos represente resulta, y más en un país como el nuestro, una labor titánica. A diferencia de lo que ocurre en otras —aunque no muchas— democracias, dudo que sean muchos los votantes en México que hoy puedan exponer las banderas políticas que enarbolará el candidato o el partido por el que planean votar. Me temo que son aún menos los que podrían aclarar lo que significa ser, digamos, panista o perredista. Aun así, la dificultad de nuestro proceso democrático no exime al votante. Al contrario: lo obliga a votar. A continuación, un simple manual para votar de manera informada el 5 de julio.
1. Elija sus prioridades e investigue. El primer paso para un ciudadano activo políticamente hablando es priorizar. Puede ser que usted, lector, sea un pequeño o mediano empresario y le importen antes que nada los incentivos que, en tiempos de crisis, le ofrezca el gobierno. O es posible que su preocupación sea la educación. Quizá incluso sus preocupaciones sean estrictamente sociales, como la defensa del aborto. Lo que más me preocupa a mí, por ejemplo, es la reelección municipal legislativa, la disminución del número de legisladores y la reconsideración seria de una reforma fiscal. Los tres asuntos me parecen indispensables si México pretende seguir creciendo como democracia y, mas importante todavía, como actor competente en la atribulada economía mundial. Después de elegir sus prioridades, tiene usted la obligación de investigar qué partido comparte sus preocupaciones y pretende plantear soluciones una vez en el poder. ¿Dónde averiguarlo? Primero, ármese de paciencia. Después, recurra a la oficina de campaña de su candidato, si puede, consulte la plataforma del partido en internet o a sitios como Lupa Ciudadana o Central Electoral. Le aseguro que encontrará coincidencias y divergencias con su propia manera de pensar. Encontrará, en suma, una opción.
2. Asuma que votar por un partido es, también, avalar una manera de gobernar y pensar. El votante informado no sólo vota por propuestas específicas; también lo hace sabiendo que los partidos defienden causas que trascienden la coyuntura. Así, quien elige al PAN avala, en gran medida, una visión de conservadurismo social. Tengo muchos amigos que comprenden que a México le hacen falta reformas estructurales como las que ha propuesto el gobierno calderonista pero que jamás podrían, tras un examen de conciencia, votar por un partido ligado a una agenda social conservadora. Conozco a otros que simpatizan con la izquierda pero que nunca votarán de nuevo por un partido que contiene una fracción rijosa que considera la toma de tribunas como un arma legítima. Algunos más creen que el PRI ha sabido, en efecto, gobernar en años recientes pero jamás avalarían a un partido que no ha sido autocrítico con su deuda histórica. En muchos casos, el contraste entre las propuestas que nos gustan y la ideología que nos disgusta puede resultar en un trago amargo. Pero no hay de otra: en la democracia, sólo los fanáticos concuerdan en todo con los partidos.
3. Escoja y vote. Vaya a la casilla y, con todas las armas en la mano, elija a un candidato. Hágalo convencido e, incluso, entusiasmado. Recuerde que este acto, que valía para nada en México hasta hace menos de 15 años, hoy es sagrado.
4. Prepárese para exigir. Una vez que salga de la casilla, haga una lista de las razones por las que escogió a quien escogió. Anote los compromisos de campaña del partido y el candidato. Recuerde por qué le convencieron y cuáles son los resultados que, como votante, pretende obtener una vez que su nuevo legislador comience a recibir el sueldo que usted le paga. Si algo no le gusta, moléstelo: llámele a la oficina, escríbale a su correo, ármele un comité vecinal. Vuélvase lo que todo ciudadano debe ser: el fiscal constante del político al que emplea.
1. Elija sus prioridades e investigue. El primer paso para un ciudadano activo políticamente hablando es priorizar. Puede ser que usted, lector, sea un pequeño o mediano empresario y le importen antes que nada los incentivos que, en tiempos de crisis, le ofrezca el gobierno. O es posible que su preocupación sea la educación. Quizá incluso sus preocupaciones sean estrictamente sociales, como la defensa del aborto. Lo que más me preocupa a mí, por ejemplo, es la reelección municipal legislativa, la disminución del número de legisladores y la reconsideración seria de una reforma fiscal. Los tres asuntos me parecen indispensables si México pretende seguir creciendo como democracia y, mas importante todavía, como actor competente en la atribulada economía mundial. Después de elegir sus prioridades, tiene usted la obligación de investigar qué partido comparte sus preocupaciones y pretende plantear soluciones una vez en el poder. ¿Dónde averiguarlo? Primero, ármese de paciencia. Después, recurra a la oficina de campaña de su candidato, si puede, consulte la plataforma del partido en internet o a sitios como Lupa Ciudadana o Central Electoral. Le aseguro que encontrará coincidencias y divergencias con su propia manera de pensar. Encontrará, en suma, una opción.
2. Asuma que votar por un partido es, también, avalar una manera de gobernar y pensar. El votante informado no sólo vota por propuestas específicas; también lo hace sabiendo que los partidos defienden causas que trascienden la coyuntura. Así, quien elige al PAN avala, en gran medida, una visión de conservadurismo social. Tengo muchos amigos que comprenden que a México le hacen falta reformas estructurales como las que ha propuesto el gobierno calderonista pero que jamás podrían, tras un examen de conciencia, votar por un partido ligado a una agenda social conservadora. Conozco a otros que simpatizan con la izquierda pero que nunca votarán de nuevo por un partido que contiene una fracción rijosa que considera la toma de tribunas como un arma legítima. Algunos más creen que el PRI ha sabido, en efecto, gobernar en años recientes pero jamás avalarían a un partido que no ha sido autocrítico con su deuda histórica. En muchos casos, el contraste entre las propuestas que nos gustan y la ideología que nos disgusta puede resultar en un trago amargo. Pero no hay de otra: en la democracia, sólo los fanáticos concuerdan en todo con los partidos.
3. Escoja y vote. Vaya a la casilla y, con todas las armas en la mano, elija a un candidato. Hágalo convencido e, incluso, entusiasmado. Recuerde que este acto, que valía para nada en México hasta hace menos de 15 años, hoy es sagrado.
4. Prepárese para exigir. Una vez que salga de la casilla, haga una lista de las razones por las que escogió a quien escogió. Anote los compromisos de campaña del partido y el candidato. Recuerde por qué le convencieron y cuáles son los resultados que, como votante, pretende obtener una vez que su nuevo legislador comience a recibir el sueldo que usted le paga. Si algo no le gusta, moléstelo: llámele a la oficina, escríbale a su correo, ármele un comité vecinal. Vuélvase lo que todo ciudadano debe ser: el fiscal constante del político al que emplea.
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