jueves, 25 de junio de 2009

Llamado urgente por la ciencia y la universidad

Humberto Muñoz García*

Desde hace mucho tiempo he sostenido que el desarrollo de la ciencia en México, como en otros países, pasa por la creación de un sistema universitario muy fuerte, académicamente hablando. Ésta ha sido la experiencia de las naciones desarrolladas, hoy llamadas sociedades del conocimiento y de la información.
Por tal razón, he considerado que debe haber un vínculo estrecho entre la política de la educación superior y la científica. Sí las políticas son uno de los factores más relevantes del cambio institucional, un enfoque que las mantiene separadas, como el que ha existido, acarrea cambios que producen efectos perversos, que luego son muy difíciles de corregir.
Otro punto, que he resaltado con insistencia, es que no ha habido una desconcentración de la actividad científica y de la vida universitaria en el país. Que se ha llevado a cabo un proceso de desconcentración concentrado en un quinteto de entidades federativas. Tómese, como ejemplo, cualquier indicador: el número de investigadores nacionales o profesores de tiempo completo con doctorado, la matrícula de posgrado, etcétera, y se apreciará que entre 50 y 60 por ciento está en Jalisco, Nuevo León, Puebla, el Estado de México y el Distrito Federal. Mientras, hay estados verdaderamente empobrecidos para acceder a la competitividad global.
Aparece, por todos lados, el rostro de la desigualdad, la indispensabilidad de darle cabida a muchas entidades federativas para que construyan sus sociedades y las vuelvan competitivas y cultas a los fines de contribuir al desarrollo interno del país y a su integración al campo internacional.
En cierta medida, esto se logra con buena ciencia, fortaleciendo a las universidades y a otras instituciones públicas, porque en éstas se halla la mayor y mejor parte de la creatividad científica y porque en éstas se forman nuevos investigadores. Porque en éstas se ubican las ciencias sociales, que son cruciales para estudiar el desarrollo científico, y para crear y movilizar a la ciencia como parte de un proyecto cultural, que le hace falta, con urgencia, a México.
Invertir más en investigación y en educación superior. Estamos con rezago, si nos comparamos con países semejantes al nuestro. La escasez financiera traba la posibilidad de que la ciencia y la educación superior contribuyan para que salgamos de la crisis. En los últimos años ha habido aumentos a la educación como porcentaje del gasto federal y del PIB, pero han sido absolutamente insuficientes. Por ejemplo, en educación superior el gasto pasó de 0.59 a 0.61 por ciento respecto del PIB entre 2008 y 2009. Pero de lo que se trata es de llegar a 1 por ciento en 2012, que es el nivel a partir del cual se puede avanzar en serio. Para cumplir con esa meta habría que hacer un esfuerzo financiero adicional, que los gobiernos del país en el reciente cuarto de siglo no han querido hacer. Sin educación superior y sin ciencia estamos condenados a seguir en crisis.
Para nosotros, quienes estamos en la academia, resulta irritante que la Secretaría de Hacienda y la SEP pidan a las instituciones de educación superior públicas que hagan un recorte voluntario a sus presupuestos para 2010, cuando las asignaciones han quedado por debajo de lo que se ha solicitado como mínimo para operar. Por ejemplo, la Cámara de Diputados concedió incrementos adicionales a las universidades federales en un monto menor al que solicitaron para funcionar en 2009.
La UNAM, la UAM, el IPN, el Colmex, el Cinvestav son las instituciones de punta en materia científica, humanística y tecnológica del país. Ahorrar dinero dándoles menos presupuesto es dañar a las pocas cartas que tiene México para prosperar. Dañar a otras universidades públicas, las que tienen capacidades intelectuales disminuidas, es condenar a muchos mexicanos a la desigualdad, a desperdiciar sus vidas.
Es inaceptable que el ajuste al presupuesto afecte principalmente a la Secretaría de Educación Pública y a la Secretaría de Salud. Es imposible continuar con reducciones al gasto social. Los ahorros deben provenir del gasto corriente, de los sueldos de los funcionarios, de los privilegios que tienen todas las burocracias, del freno a la corrupción y del gasto absurdo que hacen los partidos políticos, que no resuelve la crisis de representatividad que existe. Sí hay de dónde sacar dinero. Pero no se quiere, porque no se trata de cumplir compromisos, sino de destruir lo poco que va quedando.
La educación superior y la actividad científica están en una coyuntura difícil, de la cual podremos salir librados si unimos esfuerzos, individuales, colectivos e institucionales para presionar por un cambio de enfoque. El malestar de la ciencia y la universidad, la solución a sus problemas, no radica en pedir renuncias, sino en la transformación de las políticas.
Por eso, es necesario llamar con urgencia a la acción conjunta de investigadores y profesores, de todas las instituciones educativas que hemos construido, de todos los actores políticos que aparecen en el escenario de la ciencia y la educación superior. Unirnos para ganar fuerza, porque en política eso es lo que cuenta para cambiar lo que nos están haciendo.
Aparte. Me uno a la celebración del Premio Príncipe de Asturias a la UNAM en Comunicación y Humanidades.
* Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. UNAM.

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