El Universal/23 de junio de 2009
Sorpresas te da la vida, ay Dios! Dice la famosa canción, y así es. Llevamos como tres semanas comentando aquí acerca de las dificultades de América Latina con el crecimiento, y justo la semana pasada se publicó un documento de trabajo en la National Bureau of Economic Research con una interesante hipótesis
El documento tiene el número 15066 (lo puede encontrar en www.nber.org/papers/w15066) y fue escrito por dos autores que ya hemos comentado en esta columna: Eric Hanushek y Ludger Woessman, que llevan ya varios años estudiando a profundidad la relación entre calidad de la educación y economía en el mundo.
Este documento de trabajo se titula Escolaridad, habilidades cognitivas y el rompecabezas del crecimiento latinoamericano. La idea básica es que el problema que tenemos en nuestro continente con el crecimiento económico se explica, por completo, por lo reducido de las habilidades cognitivas de nuestros hijos en la escuela. En palabras de Hanushek y Woessman: “En los términos más sencillos, mientras que América Latina ha tenido un desempeño escolar razonable, lo que los estudiantes en realidad saben es comparativamente muy bajo. El desempeño de los estudiantes en los exámenes internacionales, tanto en América Latina como en África Subsahariana está en el fondo de los rankings internacionales.”
Ellos mismos dicen: “un eslabón perdido crucial en la explicación de por qué América Latina pasó de ser razonablemente rica al principio de la posguerra a relativamente pobre hoy está en sus bajas habilidades cognitivas. Este eslabón también ayuda a explicar las variaciones en el desempeño económico a través de América Latina.”
La demostración de estos dichos la realizan Hanushek y Woessman con base en los exámenes internacionales que han presentado países latinoamericanos, que no han sido muchos. De los 46 exámenes que se han realizado en el mundo entre 1964 y 2006, los países de América Latina han participado en sólo 16 ocasiones. Nuevamente les dejo la palabra a los autores: “como un resumen simple, de las 59 ocasiones en que un país latinoamericano ha participado en un examen internacional de desempeño estudiantil (contando diferentes materias y grupos de edad por separado), el lugar promedio fue 36.9 de un promedio de 41.5 participantes (en donde una porción significativa de los lugares debajo fueron de otros países latinoamericanos).”
Al realizar una comparación del crecimiento económico con este desempeño escolar, lo que encuentran Hanushek y Woessman es que, “en el agregado, el pobre nivel en habilidad cognitivas explica totalmente el pobre crecimiento de Latinoamérica en la posguerra”. Más aún, “no sólo este bajo nivel en habilidades cognitivas explica la falta de crecimiento de América Latina relativo a otras regiones en el mundo, sino que provee mucho de la explicación de las variaciones en el desempeño económico al interior del subcontinente”.
Estos dos autores, como le decía antes, llevan mucho tiempo estudiando la relación entre calidad educativa y crecimiento económico. De hecho, a ellos les debemos, en buena medida, la forma como ahora se ve la educación dentro del análisis económico: no como años de estudio, sino mediada por la calidad. Hacia fines del siglo pasado, la idea de que la educación era importante para el crecimiento cayó en desgracia, cuando se vio que más años de educación no estaban teniendo ningún impacto en el crecimiento. Pero cuando ellos lograron demostrar que la educación no es asunto de tiempo, las cosas cambiaron.
Por eso los exámenes internacionales, como PISA, han adquirido mucha más importancia, y por ello en México se ha hecho un esfuerzo considerable para medir ya la calidad de manera rutinaria, a través de la prueba Enlace, entre otros instrumentos. No se trata de que los niños estén en la escuela, sino de que aprendan. Pero eso no está ocurriendo en México. En el análisis que estos dos autores realizan, México se encuentra en un nivel alto en América Latina, pero nos superan Costa Rica (por mucho), Brasil, Chile y Uruguay, y empatamos con Colombia. Estamos por encima del resto.
A diferencia de los autores mencionados, no estoy convencido de que las habilidades cognitivas expliquen todo el problema del crecimiento, pero no me cabe duda de que, en el largo plazo, sin estas habilidades no hay productividad posible, y sin ella, no hay crecimiento. Me parece que hay otros elementos en nuestro arreglo social que llevan, simultáneamente, a mal desempeño en estas habilidades y en crecimiento económico. Otros elementos que también acabo de encontrar en un muy buen libro publicado hace pocas semanas por el Banco Mundial, ¿No crecimiento sin equidad?, coordinado por Santiago Levy y Michael Walton, que de hecho iba a comentar con usted, pero que tuvo que esperar debido a este documento de trabajo que apareció sorpresivamente.
Así pues, un elemento más en nuestra búsqueda del porqué hacemos mal las cosas. Y es un elemento de la mayor importancia: nuestros niños y jóvenes van a la escuela pero no aprenden a aprender. Eso es lo que significa que sus habilidades cognitivas son escasas, no cuentan con suficiente razonamiento, atención, intuición, y otras habilidades que les permitan obtener conocimiento. Aprenden a memorizar y repetir, pero no a pensar. Por eso más de la mitad de ellos termina la secundaria en analfabetismo funcional, y menos de uno de cada 100 en condiciones de seguir aprendiendo al nivel de excelencia.
Es la gran tragedia nacional, más allá de si ella sola explica nuestro fracaso económico o no, sobre el que seguiremos comentado aquí.
El documento tiene el número 15066 (lo puede encontrar en www.nber.org/papers/w15066) y fue escrito por dos autores que ya hemos comentado en esta columna: Eric Hanushek y Ludger Woessman, que llevan ya varios años estudiando a profundidad la relación entre calidad de la educación y economía en el mundo.
Este documento de trabajo se titula Escolaridad, habilidades cognitivas y el rompecabezas del crecimiento latinoamericano. La idea básica es que el problema que tenemos en nuestro continente con el crecimiento económico se explica, por completo, por lo reducido de las habilidades cognitivas de nuestros hijos en la escuela. En palabras de Hanushek y Woessman: “En los términos más sencillos, mientras que América Latina ha tenido un desempeño escolar razonable, lo que los estudiantes en realidad saben es comparativamente muy bajo. El desempeño de los estudiantes en los exámenes internacionales, tanto en América Latina como en África Subsahariana está en el fondo de los rankings internacionales.”
Ellos mismos dicen: “un eslabón perdido crucial en la explicación de por qué América Latina pasó de ser razonablemente rica al principio de la posguerra a relativamente pobre hoy está en sus bajas habilidades cognitivas. Este eslabón también ayuda a explicar las variaciones en el desempeño económico a través de América Latina.”
La demostración de estos dichos la realizan Hanushek y Woessman con base en los exámenes internacionales que han presentado países latinoamericanos, que no han sido muchos. De los 46 exámenes que se han realizado en el mundo entre 1964 y 2006, los países de América Latina han participado en sólo 16 ocasiones. Nuevamente les dejo la palabra a los autores: “como un resumen simple, de las 59 ocasiones en que un país latinoamericano ha participado en un examen internacional de desempeño estudiantil (contando diferentes materias y grupos de edad por separado), el lugar promedio fue 36.9 de un promedio de 41.5 participantes (en donde una porción significativa de los lugares debajo fueron de otros países latinoamericanos).”
Al realizar una comparación del crecimiento económico con este desempeño escolar, lo que encuentran Hanushek y Woessman es que, “en el agregado, el pobre nivel en habilidad cognitivas explica totalmente el pobre crecimiento de Latinoamérica en la posguerra”. Más aún, “no sólo este bajo nivel en habilidades cognitivas explica la falta de crecimiento de América Latina relativo a otras regiones en el mundo, sino que provee mucho de la explicación de las variaciones en el desempeño económico al interior del subcontinente”.
Estos dos autores, como le decía antes, llevan mucho tiempo estudiando la relación entre calidad educativa y crecimiento económico. De hecho, a ellos les debemos, en buena medida, la forma como ahora se ve la educación dentro del análisis económico: no como años de estudio, sino mediada por la calidad. Hacia fines del siglo pasado, la idea de que la educación era importante para el crecimiento cayó en desgracia, cuando se vio que más años de educación no estaban teniendo ningún impacto en el crecimiento. Pero cuando ellos lograron demostrar que la educación no es asunto de tiempo, las cosas cambiaron.
Por eso los exámenes internacionales, como PISA, han adquirido mucha más importancia, y por ello en México se ha hecho un esfuerzo considerable para medir ya la calidad de manera rutinaria, a través de la prueba Enlace, entre otros instrumentos. No se trata de que los niños estén en la escuela, sino de que aprendan. Pero eso no está ocurriendo en México. En el análisis que estos dos autores realizan, México se encuentra en un nivel alto en América Latina, pero nos superan Costa Rica (por mucho), Brasil, Chile y Uruguay, y empatamos con Colombia. Estamos por encima del resto.
A diferencia de los autores mencionados, no estoy convencido de que las habilidades cognitivas expliquen todo el problema del crecimiento, pero no me cabe duda de que, en el largo plazo, sin estas habilidades no hay productividad posible, y sin ella, no hay crecimiento. Me parece que hay otros elementos en nuestro arreglo social que llevan, simultáneamente, a mal desempeño en estas habilidades y en crecimiento económico. Otros elementos que también acabo de encontrar en un muy buen libro publicado hace pocas semanas por el Banco Mundial, ¿No crecimiento sin equidad?, coordinado por Santiago Levy y Michael Walton, que de hecho iba a comentar con usted, pero que tuvo que esperar debido a este documento de trabajo que apareció sorpresivamente.
Así pues, un elemento más en nuestra búsqueda del porqué hacemos mal las cosas. Y es un elemento de la mayor importancia: nuestros niños y jóvenes van a la escuela pero no aprenden a aprender. Eso es lo que significa que sus habilidades cognitivas son escasas, no cuentan con suficiente razonamiento, atención, intuición, y otras habilidades que les permitan obtener conocimiento. Aprenden a memorizar y repetir, pero no a pensar. Por eso más de la mitad de ellos termina la secundaria en analfabetismo funcional, y menos de uno de cada 100 en condiciones de seguir aprendiendo al nivel de excelencia.
Es la gran tragedia nacional, más allá de si ella sola explica nuestro fracaso económico o no, sobre el que seguiremos comentado aquí.
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