miércoles, 24 de junio de 2009

Poder y género en el SNTE

Carlos Ornelas
Excélsior/24 de junio de 2009

En una charla reciente, mi amiga Regina Cortina me comentó (y de manera diplomática me hizo la crítica) que la mayoría de los académicos y los periodistas (incluidas a las mujeres) se refieren al maestro como la quintaesencia del magisterio mexicano. ¿Y qué de las maestras?, me preguntó. ¿Acaso no son la mayoría del gremio y del sindicato? Cuando hablan de la maestra no se refieren al género, sino a la líder, Elba Esther Gordillo, pero mantienen invisibles a las maestras. Aunque cuando Regina criticó el uso machista del lenguaje no se dirigía nada más a mí, acusé recibo de su análisis. Esa charla me hizo recordar lo que es una constante en su trabajo: el papel de las maestras mexicanas en la educación, la vida sindical y la profesión.
Recordé que Regina escribió su tesis de doctorado sobre las maestras, el poder y el sindicato en México. Además pude ponerle el ojo a su libro Líderes y construcción de poder: las maestras y el SNTE (México: Santillana, 2003), y rescatar la oración que sintetiza su argumento (que ella y otras autoras y un autor fundamentan con abundancia): “Una de las características del SNTE es la de ser un sindicato con una amplia base y una militancia femenina pero con una estructura de poder dominada por hombres”. Y, más adelante, “[…] la presencia de las mujeres y su activismo político dentro de las instituciones públicas en general y del SNTE en particular, ha caído con frecuencia en el olvido de la historia”.
No faltará quien asegure que esa visón corresponde al pasado porque hoy Elba Esther Gordillo no sólo es la presidenta del SNTE, sino mantiene el control casi absoluto del aparato sindical, de la Subsecretaría de Educación Básica (por medio de su yerno, Fernando González Sánchez) y del Partido Nueva Alianza, y ha colonizado los órganos de gobierno de la educación básica en todo el país y otras instituciones, como el ISSSTE y, desde este gobierno, la Lotería Nacional. Y sí, es la mujer más poderosa de México y una de las de mayor influencia en América Latina. Pero, fuera de sus hijas y de algunas otras tres mujeres cercanas a ella, la estructura vertical del SNTE, las relaciones de poder dentro del magisterio y la administración de la vida burocrática sindical descansa en grupos de varones, quienes ocupan las posiciones importantes. El entramado del poder dentro del sindicato magisterial tiene un componente masculino determinante, no sólo en la relevancia de los puestos, sino también en el número de carteras que ocupan.
Como arguyó Cortina para el pasado, en el presente, las posiciones de negociación y de relaciones políticas las conservan varones y a las mujeres se les relega a las carteras sociales. Basta ponerle una mirada a la composición del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, a partir de la reforma estatutaria de 2004, por medio de la cual Elba Esther Gordillo se autodesignó presidenta, para advertir esa dominación masculina. Comenzando por la secretaría general ejecutiva, que salvaguarda para sí el inefable Rafael Ochoa Guzmán, son varones quienes ocupan las presidencias de los cuatro comités que forman parte del CEN. Además, el número de maestros en esas comisiones es apabullante. En el comité nacional de fiscalización, transparencia y rendición de cuentas, son nueve hombres y ninguna mujer; en el nacional de vigilancia, nueve hombres y nada más una mujer, como última vocal y, en el comité nacional electoral, 10 hombres y cuatro mujeres. Más aún, el nacional de acción política (el núcleo duro de la grilla sindical) lo forman nueve hombres y tres mujeres, mientras que 29 varones y nada más dos maestras presiden los comités estatales de esa misma cartera (en Oaxaca y Tabasco no funcionan tales juntas).
Los presidentes seccionales del comité político equivalen a lo que antes de 2004 eran los delegados del CEN en cada sección. Su papel es crucial para administrar la tecnología del poder central, por sobre las camarillas regionales. Aquéllos son los comisarios que vigilan y controlan la acción política de los secretarios generales seccionales (47 hombres y ocho mujeres) y de sus corros. En algunos estados el presidente del comité de acción política es el cacique local, quien negocia privilegios y canonjías con el Comité Ejecutivo Nacional.
El libro de Regina Cortina es un estudio profundo de las relaciones de poder y sus entramados de género en el SNTE; su concepto de liderazgo no se refiere nada más a la acción política, sino también a la administración escolar. Por ejemplo, Beatriz Calvo documenta las trabas que tienen que vencer las maestras que desean ser supervisoras de zona, debido también a la hegemonía de los hombres en ese sector.
Tal vez Cortina y sus colegas tengan razón en su crítica. Pero me pregunto si más mujeres dirigentes harían mejor al sindicato y acabarían con la corrupción. Mantengo mis dudas. La raíz del problema está en el corporativismo y la falta de democracia, independientemente de la cuestión de género.
Carlos.Ornelas10@gmail.com

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