Milenio/12 de junio de 2009
¿Qué ocurriría si en una mala tarde de las siguientes semanas una fábrica de detergentes envenenara por accidente el agua que beben los alumnos de una secundaria adyacente y como resultado fallecieran decenas de adolescentes?
¿Quién tendría la culpa? ¿El director de la secundaria? ¿El dueño de la empresa de detergentes? ¿El secretario de Educación Pública? ¿La Maestra? ¿Quién?
Hoy seguramente hay docenas de planteles escolares, asilos de ancianos, estancias infantiles, centros recreativos y otros sitios de concentración humana en alto riesgo por el simple hecho de no estar preparados para enfrentar adecuadamente sus propias vulnerabilidades.
Esta semana le tocó a Daniel Karam fungir como la cabeza visible de una problemática que es inherente a la cultura en México: no somos conscientes de los riesgos. Recuerdo visitar una tienda de pisos hace cinco meses en la que los conductores de un montacargas fumaban con una mano y con la otra cargaban un bote con cinco galones de gasolina.
Otros países avanzan porque en su ciudadanía existe una cultura del riesgo. En mi última junta de condóminos advertí a mis vecinos sobre la necesidad de que cada apartamento tenga llave de la puerta de acceso principal del edificio, para entrar o salir en una emergencia (únicamente el portero tiene llave). “Llevo ventitantos años aquí, y nunca ha pasado nada”, argumentó un individuo.
La tragedia de la guardería ABC deja lecciones básicas; lecciones de ABC: (1) Más nos valdría comprar seguros; (2) No sobraría que los directores de las escuelas estén preparados de las acciones necesarias en caso de tener que operar en un entorno de emergencia; (3) Estaría bien que los inspectores inspeccionaran; (4) Este no fue un tema de leyes o de falta de presupuesto del IMSS, sino de cultura —o falta de ella.
Daniel Karam tiene dos alternativas: (a) se convierte en el campeón visible de una nueva conciencia nacional en materia de riesgos —el IMSS es una plataforma idónea para ello—, o (b) pasa por el Instituto explicándonos burocráticamente cómo comparte el dolor de los padres que perdieron niños y las investigaciones —que arrojarán lo de siempre. Tiene todo el talento para ser lo primero. ¿Lo hará?
¿Quién tendría la culpa? ¿El director de la secundaria? ¿El dueño de la empresa de detergentes? ¿El secretario de Educación Pública? ¿La Maestra? ¿Quién?
Hoy seguramente hay docenas de planteles escolares, asilos de ancianos, estancias infantiles, centros recreativos y otros sitios de concentración humana en alto riesgo por el simple hecho de no estar preparados para enfrentar adecuadamente sus propias vulnerabilidades.
Esta semana le tocó a Daniel Karam fungir como la cabeza visible de una problemática que es inherente a la cultura en México: no somos conscientes de los riesgos. Recuerdo visitar una tienda de pisos hace cinco meses en la que los conductores de un montacargas fumaban con una mano y con la otra cargaban un bote con cinco galones de gasolina.
Otros países avanzan porque en su ciudadanía existe una cultura del riesgo. En mi última junta de condóminos advertí a mis vecinos sobre la necesidad de que cada apartamento tenga llave de la puerta de acceso principal del edificio, para entrar o salir en una emergencia (únicamente el portero tiene llave). “Llevo ventitantos años aquí, y nunca ha pasado nada”, argumentó un individuo.
La tragedia de la guardería ABC deja lecciones básicas; lecciones de ABC: (1) Más nos valdría comprar seguros; (2) No sobraría que los directores de las escuelas estén preparados de las acciones necesarias en caso de tener que operar en un entorno de emergencia; (3) Estaría bien que los inspectores inspeccionaran; (4) Este no fue un tema de leyes o de falta de presupuesto del IMSS, sino de cultura —o falta de ella.
Daniel Karam tiene dos alternativas: (a) se convierte en el campeón visible de una nueva conciencia nacional en materia de riesgos —el IMSS es una plataforma idónea para ello—, o (b) pasa por el Instituto explicándonos burocráticamente cómo comparte el dolor de los padres que perdieron niños y las investigaciones —que arrojarán lo de siempre. Tiene todo el talento para ser lo primero. ¿Lo hará?
motacarlos100@gmail.com
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