Excélsior/9 de junio de 2009
Durante la campaña electoral del candidato panista Vicente Fox, un grupo de académicos y ciudadanos propusieron votar a favor del PAN, con el argumento de que se trataba de un voto “útil” para poder romper con la hegemonía electoral, fraudulenta y corrupta, del PRI. Parecía convincente la idea, pero lo fue más el desencanto, porque sus votos no hicieron falta.
Las consecuencias de esa muy limitada historia fueron que una muy buena parte de las personas que promovieron esa iniciativa de votación tuvieron que padecer (todavía muchos siguen en el desconsuelo), de forma dramática, el chasco del desempeño, chiflado y malogrado, de ese gobierno, pero sobre todo porque algunos de los que la encabezaron se beneficiaron a su costa y actuaron después en su contra. Nadie sabe para quién trabaja.
Las condiciones y los resultados electorales que se vivieron en 2006 fueron otros. No hubo nadie que convocara a votar de manera “útil” por nadie, porque había claridad y la polarización llegó al extremo, como siempre. Sin embargo, para entonces, en el ánimo de la generalidad de la población, los resultados electorales no fueron satisfactorios y se comprobó, con diversos estudios, informes y múltiples demostraciones que hemos conocido, que algo operó de forma subrepticia (por ejemplo, las campañas mediáticas de miedo), que hubo corrupción electoral o manipulación de cifras en los últimos momentos del conteo, para darle el triunfo a un candidato que no ganó. Esto mismo pasó con la candidatura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas cuando ganó la Presidencia y Salinas hizo y deshizo para evitarlo, y también en 2006, cuando Felipe Calderón justificó la estafa con la sentencia de que “haiga sido como haiga sido”, porque había que parar, a como diera lugar, a la izquierda.
En las actuales elecciones intermedias ha vuelto a aparecer la idea de que hay que anular los votos, o abstenerse, de nuevo, en contra de la izquierda. Los argumentos no tienen ningún chiste, porque son parte de un movimiento ciudadano que se expresa todos los días y desde hace ya bastante tiempo, bajo distintas formas de lucha. El tema es ubicar esos argumentos en tiempos electorales. Desde mi punto de vista, decir que la gente no debe ir a votar por el hartazgo que se vive, la ineficacia de los políticos o porque nadie los convence, es inútil y es ofrecer en charola de plata el espacio de justificación que queda para que siga avanzando la derecha, como lo fue el favor que le hicieron a Fox los ahora agraviados defensores del “voto útil”.
Todos los que promueven el voto nulo van en contra de la izquierda, cualquiera que sean los argumentos que se esgriman, porque en el fondo no se repara en lo esencial: que el PAN y el PRI ya no son mayoría en el país, mientras que el PRD tiene un voto duro, aunque dividido. Es a eso a lo que apuestan los promotores del voto inútil, a sembrar la duda entre quienes han votado durante años por el PRD para provocar ahondar en sus diferencias. Sin embargo, si se vota sólo por la izquierda, sin dar ningún voto al PAN o al PRI o a sus aliados (como por ejemplo absteniéndose o anulando el voto), se puede alcanzar una verdadera mayoría. Promovamos mejor un voto crítico a favor de la izquierda, uno que impulse una organización ciudadana que traiga a raya a los candidatos por los que votemos, pero no asumamos una rebeldía efímera e impotente que no conduce a ningún tipo de organización efectiva hacia 2012.
didrik@servidor.unam.mx
Las consecuencias de esa muy limitada historia fueron que una muy buena parte de las personas que promovieron esa iniciativa de votación tuvieron que padecer (todavía muchos siguen en el desconsuelo), de forma dramática, el chasco del desempeño, chiflado y malogrado, de ese gobierno, pero sobre todo porque algunos de los que la encabezaron se beneficiaron a su costa y actuaron después en su contra. Nadie sabe para quién trabaja.
Las condiciones y los resultados electorales que se vivieron en 2006 fueron otros. No hubo nadie que convocara a votar de manera “útil” por nadie, porque había claridad y la polarización llegó al extremo, como siempre. Sin embargo, para entonces, en el ánimo de la generalidad de la población, los resultados electorales no fueron satisfactorios y se comprobó, con diversos estudios, informes y múltiples demostraciones que hemos conocido, que algo operó de forma subrepticia (por ejemplo, las campañas mediáticas de miedo), que hubo corrupción electoral o manipulación de cifras en los últimos momentos del conteo, para darle el triunfo a un candidato que no ganó. Esto mismo pasó con la candidatura del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas cuando ganó la Presidencia y Salinas hizo y deshizo para evitarlo, y también en 2006, cuando Felipe Calderón justificó la estafa con la sentencia de que “haiga sido como haiga sido”, porque había que parar, a como diera lugar, a la izquierda.
En las actuales elecciones intermedias ha vuelto a aparecer la idea de que hay que anular los votos, o abstenerse, de nuevo, en contra de la izquierda. Los argumentos no tienen ningún chiste, porque son parte de un movimiento ciudadano que se expresa todos los días y desde hace ya bastante tiempo, bajo distintas formas de lucha. El tema es ubicar esos argumentos en tiempos electorales. Desde mi punto de vista, decir que la gente no debe ir a votar por el hartazgo que se vive, la ineficacia de los políticos o porque nadie los convence, es inútil y es ofrecer en charola de plata el espacio de justificación que queda para que siga avanzando la derecha, como lo fue el favor que le hicieron a Fox los ahora agraviados defensores del “voto útil”.
Todos los que promueven el voto nulo van en contra de la izquierda, cualquiera que sean los argumentos que se esgriman, porque en el fondo no se repara en lo esencial: que el PAN y el PRI ya no son mayoría en el país, mientras que el PRD tiene un voto duro, aunque dividido. Es a eso a lo que apuestan los promotores del voto inútil, a sembrar la duda entre quienes han votado durante años por el PRD para provocar ahondar en sus diferencias. Sin embargo, si se vota sólo por la izquierda, sin dar ningún voto al PAN o al PRI o a sus aliados (como por ejemplo absteniéndose o anulando el voto), se puede alcanzar una verdadera mayoría. Promovamos mejor un voto crítico a favor de la izquierda, uno que impulse una organización ciudadana que traiga a raya a los candidatos por los que votemos, pero no asumamos una rebeldía efímera e impotente que no conduce a ningún tipo de organización efectiva hacia 2012.
didrik@servidor.unam.mx
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