viernes, 19 de junio de 2009

La muerte tiene permiso (E. Valadés)

Clara Scherer
Excélsior/19 de junio de 2009

En medio de tanta confusión por los oscuros y dolorosos acontecimientos de Sonora, busqué brújulas que me indicaran un camino. La historia siempre ayuda a entender circunstancias complicadas. De Sonora, poco y nada sabía yo. Encontré un relato sobre un filibustero, William Walker, quien en 1853, a la edad de 29 años y al mando de 45 hombres, desembarcó en La Paz, apresó a las autoridades locales y proclamó la República de Baja California; más tarde, la convirtió en la República de Sonora y se nombró a sí mismo presidente. Dicha república duró cuatro meses, ante la desaprobación popular y las incursiones del Ejército Mexicano.
De los cuatro sonorenses que han sido presidentes de México, necesario es recordar que fue Álvaro Obregón, junto con José Vasconcelos, quien creó la Secretaría de Educación Pública. Fundaron las normales rurales, las escuelas técnicas e industriales, y se instituyó el desayuno escolar, desde la primaria hasta la universidad. Hicieron un gran esfuerzo por llevar cuentos infantiles a todos los niños.
Cuestioné, entonces, el sentido de la literatura, y encontré a Octavio Paz: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día”. Y recurrí a una de mis autoras favoritas, Rosario Castellanos, quien en su poema Otro, dice: “Si nos duele la vida, si cada día llega desgarrando la entraña, si cada noche cae convulsa, asesinada”.
¿Cómo y sobre qué escriben los que nacieron en la tan lejana tierra sonorense? Un gran literato, Edmundo Valadés (Guaymas, 1915), en su cuento La muerte tiene permiso (1955), narra la historia de una comunidad campesina que, cansada de la arbitrariedad y el abuso de un cacique, nombrado presidente municipal, decide, en asamblea, pedir permiso para hacer justicia por su propia mano. El presidente de la asamblea, después de escucharlos, les autoriza hacerlo. Uno de los campesinos dice: “Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.
Otra gran novelista nacida en Hermosillo, reconocida con diferentes premios, es Evelina Gil (1968). Su más reciente novela, Réquiem por una muñeca rota (2000), escrita con ironía, que hace reír, mas no por eso deja de dar pequeñas punzadas en la mente, que invitan a la reflexión. Una brillante manera de manifestarse en contra de la violencia. Luisa Josefina Hernández ha dicho que: “Esa falsa moral, en este país de doble vista, rompe a las niñas, las despedaza como muñecas”.
¿Cómo tratamos a las niñas y a los niños? El informe del relator especial de la ONU, Paulo Sergio Pinheiro, afirma: “La violencia contra los niños jamás es justificable; toda violencia contra los niños se puede prevenir. A pesar de todo, el estudio pormenorizado sobre la violencia contra los niños confirma que dicha violencia existe en todos los países del mundo, independientemente de las culturas, clases sociales, niveles educativos, ingresos y origen étnico”.
Y las palabras dichas, denuncian. Parodiando a García Lorca, tanta adversidad y tanta tristeza harán que las niñas y los niños de Hermosillo tengan, de ahora en adelante, una valiente alegría que tardará, seguramente, para florecer; y será sobre la que se enraíce la esperanza que nos permita volver a sonreír.
claschca@rpdigy.net.mx

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