jueves, 18 de junio de 2009

Catastrofismo en la ciencia

Horacio Salazar
Milenio/18 de junio de 2009

Acaban de publicarse más resultados educativos y otra vez andamos como placa de tráiler, hasta atrás y llenos de lodo. Tenemos profesores ignorantes, ineptos y flojos que sin embargo son mimados hasta la ignominia, dice el más reciente sopetón firmado por la OCDE.
Después del margallate en que se ha convertido una teorizada y elogiada pero inexistente e inútil alianza por la educación, está claro que seguimos en el hoyo. Requiescat in pace: nunca pudo librarse de la peste de un sindicalismo cavernario y cínico.
Algunos dirán que esto es exceso de pesimismo. Otros diremos que es simple realismo. Para salir de la proverbial barranca, necesitamos de varias herramientas que al parecer no tenemos.
No quisiera enhebrar tarugadas, pero los mexicanos estamos entre la espada y la espada, con espadas arriba y espadas abajo. Sólo que, como los marranos y demás fauna de Orwell, bien sabemos que hay unos animales más iguales que otros.
Nosotros los de a pie ni siquiera imaginamos cómo pueda ser tener una Hummer, o disfrutar de boletos de avión pagados por el contribuyente, o bonos de fin de periodo para celebrar el paso de la huevonería ramplonera a la haraganería vacacional. Pero sí hay una casta de cínicos que lo disfruta y que le da duro a la lengua diciéndonos cómo trabajan por nosotros. No se vayan a cansar, por favorcito.
Como buenos mexicanos, sabemos que en tiempos de crisis no hay uno sin dos, no hay golpe que nos den que no traiga cola, y al bofetón de miedo implicado en el estudio TALIS de la OCDE, se suma el tenebroso diagnóstico que se aventaron los científicos bajo el poético título “La ciencia en México, zona de desastre”.
De los muchos que desfilaron ante el micrófono para lamentar la anemia de nuestra ciencia, nos quedamos con el dato de las inversiones decrecientes en ciencia: de 0.42 por ciento del PIB en 2000 a 0.36 en 2006, ahora andamos en 0.33, según dijo Patricia Gascón Muro, de la UAM.
Como referencia para alimentar nuestro catastrofismo, vale la pena reiterar un dato de ayer: Pekín le dedicó el año pasado 5.8 por ciento de su PIB a investigación y desarrollo. Así nomás no se puede.
Todos tenemos claro que el puro dinero no basta, pero esos políticos gordos y sonrientes deberían recordar que desde la jodidez anémica es difícil ser creativo y productivo.
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horacio.salazar@milenio.com

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