jueves, 18 de junio de 2009

Después de la tragedia se apuesta al olvido

Humberto Musacchio
Excélsior/18 de junio de 2009

A casi dos semanas de la tragedia de Hermosillo, cuando el número de niños muertos se acerca a la cincuentena, las autoridades responsables apuestan al olvido, todavía no hay un solo responsable detenido, el Seguro Social escamotea la información sobre las guarderías subrogadas, el “gobernador” de Sonora refrenda su cinismo y el gobierno federal se voltea para otro lado silbando la consabida tonada de “iremos al fondo del asunto”, “caiga quien caiga”, bla, bla, bla…
En una democracia digna de ese nombre ya hubiera renunciado el gabinete en pleno, incluido su jefe, y el director general del IMSS estaría en la cárcel por negligente en este caso de asesinato múltiple. Por lo menos, la conciencia civilizada esperaría una declaración presidencial que prometiera cancelar la subrogación de servicios que el Estado se halla obligado a prestar. Pero nada.
La estrategia es clara: dejar que pasen los días y las semanas, que vengan los comicios y que todo el mundo se distraiga en los previsibles pleitos poselectorales y luego salir con más detenciones y decomisos inmensos en la campaña contra las drogas, atiborrarnos de anuncios en radio y televisión sobre los éxitos imaginarios de este sexenio —“Siga en la pendiente, señor decadente”— y, por supuesto, rezar, que eso sí lo saben hacer los panistas, para que transcurran los meses y los años y la amnesia colectiva se encargue de barrer el recuerdo de los niños muertos y de los sobrevivientes con las secuelas terribles del fuego.
Si pese a lo anterior continúan la protesta y la indignación, entonces tratarán de inventar triunfos deportivos, aunque en su contra tienen las actuaciones ridículas de la Selección Nacional de Futbol, la baja de juego de Lorena La Golfista Más Buena y el desinterés que produce el cochinero del boxeo, en el que hay mil 275 federaciones mundiales que otorgan cada una docenas de campeonatos.
Por lo pronto no están en condiciones de ofrecer circo y para colmo tampoco pueden dar pan, pues cada día aumenta sin clemencia el número de desempleados y ya el gobierno federal, sordo y ciego ante el desastre social que nos ha traído la crisis, procedió a realizar un primer recorte presupuestal, pues la tecnocracia, fiel a la costumbre que dicta su ineptitud, es incapaz de recaudar los impuestos que prometió cobrar y desperdicia los inmensos recursos puestos a su disposición por las instituciones financieras internacionales.
Por si algo faltara, se cruza en el camino el hartazgo que producen a los mexicanos las muy onerosas campañas electorales, el tiradero de recursos de los partidos, la indignante ineficiencia de los zánganos que dicen representarnos y otras inopias de una vida política que margina a la sociedad y tiene muy contenta a la caterva de sinvergüenzas que se enriquecen al amparo del poder y disfrutan de sus fortunas en la mayor impunidad.
Hay en el aire un desasosiego que puede palparse. Se requiere una gran insensibilidad política para no apreciar el grito sordo del descontento, la insatisfacción con esta democracia de pacotilla, la irritación ante los latrocinios sin término, el deterioro creciente en el nivel de vida de las mayorías, la renuncia del Estado a cumplir con deberes elementales, el horror kafkiano que viven los presuntos beneficiarios de la seguridad social, que ven privatizarse los servicios por las múltiples corruptelas que han hecho del IMSS el símbolo del naufragio nacional, del desprecio por los seres humanos y de la indiferencia ante el futuro del país.
El crimen de Hermosillo no es obra de la casualidad ni de una maldición que haya caído sobre los mexicanos. Lo ocurrido en la bodega habilitada como guardería tiene causas y causantes. Lo que empezó como un proceso de prueba para ver si los derechohabientes del IMSS no protestaban, muy pronto se extendió y se convirtió en política institucional: subrogar el servicio de guarderías para pagar por niño atendido menos de la mitad de lo que el propio Seguro Social gasta en sus guarderías.
Los concesionarios del servicio, para operar con ganancia, como necesita hacerlo todo negocio, debieron bajar sus costos, contratar personal sin la indispensable capacitación, pagar locales inadecuados y hasta peligrosos para embutir ahí a los niños puestos a su cuidado y cobrar puntualmente por sus pésimos servicios. El negocio no debe ser malo, pues los políticos y sus familiares participan alegremente en él. En estricta lógica empresarial, después de lo ocurrido seguramente instalarán agencias funerarias que también podrán operar dentro de un esquema de subrogación de servicios, si es que no existe ya tal engendro.
Lo cierto es que, pese a lo ocurrido, el gobierno panista se empeña en mantener el régimen de guarderías subrogadas: “Tenemos que ir caminando y perfeccionar el proceso. No debemos escatimar ningún recurso para mejorar este esquema”, dijo el tal Daniel Karam, quien en lugar de estar en algún reclusorio sigue actuando y cobrando como director general del IMSS, en espera, seguramente, de nuevas y mayores tragedias.
hum_mus@hotmail.com

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