Pues ahora que van 46 niños de menos de cinco años de edad, muertos por causa de su falta de precaución al dormir la siesta en una guardería, subrogada del IMSS a particulares que portan apellidos ligados a las buenas familias que gobiernan el país, en la burbuja glamorosa del PAN que ahora, coaligado al PRI, hacen una mancuerna fantástica que pide al ciudadano de a pié que perdone y olvide cualquier sentimiento de venganza, rencor, odio, memoriosa recriminación y exhibición de culpables y tramitación de castigos de acuerdo a su grado de culpa. En cambio, la reconciliación, el olvido y el perdón, ofrecen la necesaria pátina de impunidad que da lustre a una sociedad acostumbrada a agacharse para que se lo piquen.
Los prohombres agrupados en membretes llamativos como anuncios de casinos de Las Vegas, reclaman al público consumidor de desplegados que, a la brevedad, dejen de pensar en la organización y participación en marchas que pudieran enturbiar la paz y la armonía social, toda vez que la tragedia ya pasó, ocurrida que fue, lo lógico es buscar las vías de la cicatrización y la amnesia políticamente correcta que esperan los dueños y administradores de negocios ligados a la corrupción gubernamental.
La CTM de Bojórquez Mungaray, los organismos agrícolas y de la iniciativa privada, reclaman al pueblo ofendido por la tragedia ocurrida el 5 de junio, que olviden, que dejen que las aguas tomen su nivel, que no caigan en la tentación de alentar linchamientos, que las buenas familias propietarias merecen también solidaridad, porque su negocio de guardería infantil quedó arruinado y el prestigio de los apellidos también calcinado por algún aparato eléctrico que falló imprudentemente. Los ricos y conectados con las familia en el poder, sufren ahora las quemaduras de tercer grado de una exhibición pública que no esperaban, al menos en estas condiciones, en este tiempo preelectoral, en este nivel de cansancio social, de desesperanza por el empleo perdido, las deudas acumuladas, la baja en la capacidad adquisitiva del peso, la atronadora maquinaria del fraude electoral maquinado desde trincheras inopinadas, la exasperación sin límites de ver presentes y futuros hechos añicos en estos, los años del neoliberalismo empanizado.
Los prohombres agrupados en membretes llamativos como anuncios de casinos de Las Vegas, reclaman al público consumidor de desplegados que, a la brevedad, dejen de pensar en la organización y participación en marchas que pudieran enturbiar la paz y la armonía social, toda vez que la tragedia ya pasó, ocurrida que fue, lo lógico es buscar las vías de la cicatrización y la amnesia políticamente correcta que esperan los dueños y administradores de negocios ligados a la corrupción gubernamental.
La CTM de Bojórquez Mungaray, los organismos agrícolas y de la iniciativa privada, reclaman al pueblo ofendido por la tragedia ocurrida el 5 de junio, que olviden, que dejen que las aguas tomen su nivel, que no caigan en la tentación de alentar linchamientos, que las buenas familias propietarias merecen también solidaridad, porque su negocio de guardería infantil quedó arruinado y el prestigio de los apellidos también calcinado por algún aparato eléctrico que falló imprudentemente. Los ricos y conectados con las familia en el poder, sufren ahora las quemaduras de tercer grado de una exhibición pública que no esperaban, al menos en estas condiciones, en este tiempo preelectoral, en este nivel de cansancio social, de desesperanza por el empleo perdido, las deudas acumuladas, la baja en la capacidad adquisitiva del peso, la atronadora maquinaria del fraude electoral maquinado desde trincheras inopinadas, la exasperación sin límites de ver presentes y futuros hechos añicos en estos, los años del neoliberalismo empanizado.
En medio de campañas que exhiben oportunismos chabacanos y manipulan contingentes de adocenados sin conciencia política, convocados por el dinero fácil que se gana por participar como mercenario en cruceros, espacios electrónicos, eventos en plazas y auditorios, el incendio de la guardería ABC, permite asomarse a las entrañas de las subrogaciones panistas, a los negocios que reditúan gracias a la desprotección de sus usuarios, a la responsabilidad social evadida desde el sector público, fincada en el engaño, la simulación y la codicia. Lo que se ve aflorar no es agradable, inspira una profunda repulsión, ofende a cualquiera que lo advierta, porque todavía hay ciudadanos que se consideran con derechos exigibles, con dignidad innegociable, con el deber moral y político de exigir al gobierno que cumpla con su deber, que respete la ley, que sea justo, que proteja a todos y preferentemente a los más débiles, como son los niños confiados al cuidado de las guarderías o estancias infantiles.
El gobierno mexicano falló, como lo ha hecho el gobierno local. Los que fallaron no tienen más que cumplir con las formalidades recomendadas y exigibles a quien se sabe responsable de delitos culposos, debiendo por tanto renunciar a su cargo para dar paso al esclarecimiento de, en este caso, el siniestro que acabó con muchas vidas que apenas empezaban. Señor Calderón, señor Bours, señor Gándara, renuncien, por favor. Panistas y priistas, sean congruentes: échense un clavado y jálenle a la palanca del excusado. Yá.
En Hermosillo, no cabe el olvido ni el perdón, sino la justicia plena y el castigo a los culpables. La ira ciudadana, la indignación familiar, el hartazgo de la comunidad, no tienen fecha de caducidad.
Correo electrónico: dalmx@yahoo.com
“notas sueltas”, en: http://jdarredondo.blogspot.com/
El gobierno mexicano falló, como lo ha hecho el gobierno local. Los que fallaron no tienen más que cumplir con las formalidades recomendadas y exigibles a quien se sabe responsable de delitos culposos, debiendo por tanto renunciar a su cargo para dar paso al esclarecimiento de, en este caso, el siniestro que acabó con muchas vidas que apenas empezaban. Señor Calderón, señor Bours, señor Gándara, renuncien, por favor. Panistas y priistas, sean congruentes: échense un clavado y jálenle a la palanca del excusado. Yá.
En Hermosillo, no cabe el olvido ni el perdón, sino la justicia plena y el castigo a los culpables. La ira ciudadana, la indignación familiar, el hartazgo de la comunidad, no tienen fecha de caducidad.
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