martes, 16 de junio de 2009

La burla

Yolanda González Gómez

Ni 46 niños muertos, 21 menores hospitalizados, dos marchas multitudinarias, la indignación social que crece por minuto ni las múltiples columnas, notas y blogs sobre la terrible tragedia en la guardería ABC de Hermosillo, han hecho avanzar un ápice la aplicación de la justicia. Es la peor burla a la vida humana que pueda sufrir una sociedad civil. La burla de que a diez días del incendio, no hay responsables y nada ni nadie se mueve. La burla de no ver la mínima voluntad de procuración de justicia. La burla de no escuchar a la gente, de seguir ignorando su impotencia, su coraje. La burla de los tres niveles de gobierno que siguen paralizados porque se resisten a acusar, a arraigar, a consignar, a aprehender, a investigar realmente a fondo, a arriesgar los resultados electorales, a escarbar el funcionamiento de las estructuras de servicio social, se resisten a clavar un aguijón por temor a alborotar el avispero, a destapar la cloaca que los podría salpicar a todos.
No ha habido ni una pizca de justicia en el infanticidio en Hermosillo. Como si nadie hubiera pemitido que un grupo de influyentes locales ‘‘embodegaran’’ niños en una nave industrial durante 8 años, en los que tampoco nadie vio irregularidades. Es una burla a una sociedad a la que no se le respeta. En un país donde parece verdad que la vida no vale nada. Es la burla de la indiferencia institucional, de constatar que los intereses de la política están primero que la impartición de la justicia. La burla de que este remedo de democracia siga sirviendo a los poderosos, mientras que los pobres no alcanzan ni un poco de justicia. La burla de que apuesten a la opción del olvido como carpetazo a tantas pérdidas y dolor. La burla de la parálisis oficial federal y estatal que no sienten la presión de actuar ni proteger a sus gobernados. Es una burla que ni la muerte en masa mueva el pesado aparato judicial para resarcir los daños graves a la sociedad que deben sancionarse. Y lo es también el anuncio de una indemnización de 155 mil y 234 mil pesos a los deudos de los menores fallecidos y heridos, o sea menos de la mitad de lo que el IMSS pagaba en un mes a los dueños del galerón. La burla de que siga funcionando el ineficaz formato de gobierno que dejaron los priístas y que preservan cientos de legisladores y funcionarios públicos con sueldos millonarios, a quienes no se les ocurre trabajar para impulsar cambios radicales y urgentes en el país. Es una burla absoluta a todos los mexicanos.
Diez días y nada se mueve. Hay responsabilidades qué fincar en todos los niveles de gobierno. Hay detalles del ejercicio del poder que deben desmenuzarse, hay riesgos que deben correrse al abrir cualquier línea de investigación necesaria aunque perjudique al mandato en turno. Los priístas de Sonora le avientan la papa caliente al gobierno federal del PAN y éstos a aquéllos, a través del IMSS, de voceros y comunicados de prensa. Atrincherado en su feudo y a punto de concluir su corruptísimo sexenio, Eduardo Bours dejará de ser el pequeño Napoleón que encabezó costosas cabalgatas en el estado que a nadie beneficiaron, que protegió a sus familiares y amigos con todo tipo de negocios, cargos públicos, componendas y subrogaciones de guarderías como las que administran más de una docena de sus parientes. La arrogancia del gobernador sonorense es bien conocida, no se amedrenta, no respeta ningún tipo de poder fuera del suyo, como se vio en la reunión infructuosa que le hicieron a domicilio el Secretario de Gobernación y el Procurador General de la República para negociar el posible arraigo de responsables. Salieron con las manos vacías en las dos horas de la visita.
Hermosillo está herido de gravedad y su población sangra de dolor por esos 46 pequeños que perdieron la vida. Es una indignación profunda que como hemorragia corre por las calles de la ciudad del sol, un dolor que no cesa, que no haya salida porque el daño no se ha resarcido, porque no ha habido justicia. Varios pequeños quemados todavía continúan muy graves, por lo que las noticias de los hospitales sobre su estado se han vuelto una pesadilla de la que ya se quiere despertar.
Las campañas políticas en Sonora se han detenido desde el 5 de junio, aunque sigue en pie la propaganda en los medios. Los pésimos candidatos a la gubernatura de los dos principales partidos, PRI y PAN, se han frenado para no perturbar a la población civil que está dolida y no soportaría más engaños y promesas electorales que nunca se cumplen, porque se dicen sólo para sacarles el voto a la gente que no respetan, a la que no toman en cuenta, pero cuyos sufragios avalan otro sexenio de corrupción.
A un costo altísimo de 46 vidas, la tragedia de Hermosillo se convierte en un parteaguas que puede definir un cambio de conciencia. O continuamos como estamos o cambiamos radicalmente el rumbo de cómo se hace política en este país. Llegamos a ese punto muerto donde sólo hay dos caminos por seguir. Perpetuamos la misma senda donde no hay nada para el pueblo y todo para los que detentan el poder o los que se arriman a los partidos políticos para sobrevivir de las prebendas oficiales. O bien, empezamos a caminar la otra ruta donde se impone la limpieza profunda del país, el reordenamiento general de las instituciones, leyes y la conciencia política y social.
La tragedia de Hermosillo nos enseñó que la corrupción tronó en el sector más débil de nuestra población que son los niños más pequeños y ese es el peor de los fracasos de cualquier gobierno, programa, política, proceso electoral, partido político o función de poder de Estado. Si fracasan los programas sociales, si se falla en otorgar protección infantil, si no se alcanza a defender la vida y por ello mueren 46 niños en un solo accidente de una sola guardería que funcionaba en una bodega y un lugar inadecuados y sin vigilancia estricta, significa que todo el aparato y las políticas de guarderías públicas pudiera estar mal. ¿Quién lo ve, quién lo revisará, quién evaluará?
Han pasado diez días sin justicia. Las autoridades federales y estatales hacen tiempo para maquillar, truquear, urdir componendas que les causen el menor daño a sus partidos políticos. No hallan por donde comenzar a jalar un hilo que les provocaría una crisis política si detectan y encarcelan a los culpables, tal vez saldrían todos embarrados. El PRI y sus trampas no se han desterrado de Sonora, el cual sigue siendo un bastión tomado y heredado por los priístas, a pesar de su población mayoritariamente conservadora. En Sonora, el gobernador en turno es prácticamente un caudillo que domina totalmente su territorio y lo convierte en feudo personal, como Bours y como lo hizo antes Beltrones. Compran conciencias en todos los niveles, amenazan abierta o veladamente, perjudican esparciendo rumores o desprestigiando a sus críticos en maniobras terriblemente burdas e indignas como columnas periodísticas de una prensa coptada desde sexenios anteriores y que increíblemente todavía opera incluso contra la federación o el municipio si el amo así lo pide, contra quien amenace el buen nombre del gobierno estatal en turno. Costoso aparato de defensa que nadie lee ni cree, pero que cumplen su cometido de ‘’sembrar’’ la idea hacia el exterior de que todo está bien en Sonora. Otra vez, el engaño, la burla. Y así pasa la vida en Sonora. Las clases medias y altas prefieren gastar más horas en rezos y homilías que solidarizándose en el dolor de una marcha para pedir justicia para 46 niños caídos por la negligencia, las complicidades y la corrupción. Las asociaciones de profesionistas y organismos civiles prefieren observar y sopesar si les perjudicaría ante jefes, clientes o amigos que salieran a las calles a mezclarse con el dolor de la gente humilde. El clero anquilosado de Sonora prefiere publicar advertencias de que no se convierta el dolor en odio, antes que ponerse del lado de la feligresía mayoritaria y humilde que no puede ofrecer fastuosos regalos ni ágapes sociales a sus arzobispos. No arriesgan sin estar seguros. Sólo los agraviados y aquellos a los que la indignación los saca a las calles por un poco de justicia. Como si ésta no fuera un derecho del pueblo. Como si ésta no fuera un deber de los gobernantes.
Los candidatos del PRI y del PAN pertenecen al cártel de los intocables en Sonora, son de las mismas familias que como nuevas herencias, se van pasando los puestos, las candidaturas y las chambas en los estratos gubernamentales antes de caer en el desprestigio de la desfortuna económica. Son los descendientes de aquella generación empresarial que desde los años 60’s a la fecha, es consultada antes que nadie por los aspirantes a la Presidencia de la República o la gubernatura. Esa élite sonorense era a la que se acercaban los abanderados para congratularse con promesas de negocios a cambio de su apoyo moral o económico. Al pueblo votante sólo le dejaban el papel de comparsa que aparecía en las fotos de prensa, llenaba mítines o auditorios como acarreados y avalaban así una falsa popularidad que sólo servía para rendir cuentas a su partido. Nunca al pueblo el que generalmente acudía por la torta o por conservar su empleo. La burla, pues.
Sigue la política sonorense y mexicana burlándose de la sociedad civil y su realidad. Una realidad que duele. Una que exige justicia a secas.

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