Excélsior/3 de junio de 2009
Es casi un axioma que las pugnas entre corrientes de pensamiento hacen de la educación una arena de lucha ideológica y política. Esas pugnas se expresan a plenitud cuando los gobiernos se enfrascan en procesos de reforma educativa; la mayoría han fracasado. Las razones de los fiascos son muchas, pero de acuerdo con el famoso educador sueco Torsten Husén, el problema común de los sistemas escolares es la “barda de cemento de la burocracia” o la “jaula de hierro”, según Max Weber.
El 20 de septiembre de 2007 la SEP anunció su Proyecto de reforma integral de la educación media superior (RIEMS). El propósito principal de la Subsecretaría de Educación Media Superior, según el documento de trabajo del 16 de noviembre de 2007, es: “La creación de un sistema nacional de bachillerato en un marco de la diversidad”. El razonamiento expreso es que la enseñanza media en México “[...] está compuesta por una serie de subsistemas que operan de manera independiente, sin correspondencia a un panorama general articulado y sin que exista suficiente comunicación entre ellos”.
Por razones históricas, riñas políticas y diseño institucional caprichoso, la variedad de programas que ofrecen educación media es impresionante. La primera división se da entre el bachillerato propedéutico, para estudios superiores, y la enseñanza profesional, que aspira a formar técnicos destinados a la industria y los servicios. En función del control (o propiedad) de los establecimientos, participan el sector público y el privado; el primero puede ser federal, estatal o autónomo (dentro de las universidades públicas). Los hay de dos y tres años, partidos en semestres, trimestres, cuatrimestres o programas anuales, Además, hay preparatoria abierta, bachilleratos de todo tipo: general, de arte, telebachillerato, por cooperación, pedagógico, así como técnico, subdivido a su vez en industrial, agropecuario, pesquero y forestal.
La SEP arguye que esa diversidad es riqueza y se debe preservar. La multitud de escuelas, programas (más de 300) y formas de administración son incompatibles entre sí. Si un estudiante por alguna causa se muda de ciudad o no le gusta la escuela donde estudia e ingresa a otra, debe comenzar desde el principio, hay pocas materias que se pueden revalidar. Cada programa tiene sus normas, rutinas y formas de control para que sus alumnos se titulen. Más que diversidad, uno pudiera pensar, la dimensión institucional de la educación media mexicana padece un diseño kafkiano, desorganizado y burocrático.
La Secretaría postuló que era ineludible alcanzar acuerdos entre los distintos subsistemas y con instituciones de educación superior que operan servicios de educación media, con el fin de integrar un sistema nacional de bachillerato. También propuso que lo haría en un marco de respeto a la diversidad de modelos, lo que buscaba era dar pertinencia y relevancia a esos estudios, así como lograr el libre tránsito de estudiantes entre subsistemas y contar con una certificación nacional.
Aunque hay grupos con influencia y ciertos grados de poder en la educación media, la SEP no enfrenta la oposición del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación ni afecta la autonomía de las universidades públicas. No obstante que la UNAM y el gobierno del Distrito Federal se opusieron por principio a la REIMS, no se enfrentaron a la SEP, nada más se excluyeron del proceso de instrumentación. Pero al grupo “tecnocrático” de la SEP le surgió un adversario inesperado: el gremio de los filósofos.
Uno de los pilares de la REIMS es la reforma curricular. Su diseño original contemplaba cuatro campos: matemáticas, ciencias experimentales, ciencias sociales y comunicación, comunes a todos los bachilleratos, y proponía que las materias de filosofía fueran “transversales”. Eso fue lo que ofendió al gremio y saltó a la palestra a protestar por “el asalto tecnocrático a la educación”, “la exclusión del pensamiento crítico” y para recuperar las materias humanistas en los planes de estudio.
No estoy seguro de qué tan conveniente sea mantener asignaturas tradicionales en un diseño innovador, pero convengo con el gremio que cuando se dice que una materia sea transversal, en realidad se trata de escombrarla. Sin embargo, el grupo que dirige la REIMS actuó con rapidez, no quiso “blindar” su propuesta tras la barda de cemento ni se encerró en su jaula de hierro. Por el contrario, aceptó el diálogo con los impugnadores, agrupados en el Observatorio Filosófico y acordó mantener la lógica, la estética y la ética entre las materias comunes. Así lo propuso la SEP a las autoridades de educación de los estados.
No hubo sangre en la arena. La reforma de la SEP camina a pasos seguros, tal vez porque el grupo modernizador hasta la fecha ha vencido las resistencias internas y prefirió negociar una porción de su proyecto con el fin de mantener el control del proceso con menores dificultades. Habrá que estar pendientes de lo que se realice en el futuro inmediato.
Carlos.Ornelas10@gmail.com
El 20 de septiembre de 2007 la SEP anunció su Proyecto de reforma integral de la educación media superior (RIEMS). El propósito principal de la Subsecretaría de Educación Media Superior, según el documento de trabajo del 16 de noviembre de 2007, es: “La creación de un sistema nacional de bachillerato en un marco de la diversidad”. El razonamiento expreso es que la enseñanza media en México “[...] está compuesta por una serie de subsistemas que operan de manera independiente, sin correspondencia a un panorama general articulado y sin que exista suficiente comunicación entre ellos”.
Por razones históricas, riñas políticas y diseño institucional caprichoso, la variedad de programas que ofrecen educación media es impresionante. La primera división se da entre el bachillerato propedéutico, para estudios superiores, y la enseñanza profesional, que aspira a formar técnicos destinados a la industria y los servicios. En función del control (o propiedad) de los establecimientos, participan el sector público y el privado; el primero puede ser federal, estatal o autónomo (dentro de las universidades públicas). Los hay de dos y tres años, partidos en semestres, trimestres, cuatrimestres o programas anuales, Además, hay preparatoria abierta, bachilleratos de todo tipo: general, de arte, telebachillerato, por cooperación, pedagógico, así como técnico, subdivido a su vez en industrial, agropecuario, pesquero y forestal.
La SEP arguye que esa diversidad es riqueza y se debe preservar. La multitud de escuelas, programas (más de 300) y formas de administración son incompatibles entre sí. Si un estudiante por alguna causa se muda de ciudad o no le gusta la escuela donde estudia e ingresa a otra, debe comenzar desde el principio, hay pocas materias que se pueden revalidar. Cada programa tiene sus normas, rutinas y formas de control para que sus alumnos se titulen. Más que diversidad, uno pudiera pensar, la dimensión institucional de la educación media mexicana padece un diseño kafkiano, desorganizado y burocrático.
La Secretaría postuló que era ineludible alcanzar acuerdos entre los distintos subsistemas y con instituciones de educación superior que operan servicios de educación media, con el fin de integrar un sistema nacional de bachillerato. También propuso que lo haría en un marco de respeto a la diversidad de modelos, lo que buscaba era dar pertinencia y relevancia a esos estudios, así como lograr el libre tránsito de estudiantes entre subsistemas y contar con una certificación nacional.
Aunque hay grupos con influencia y ciertos grados de poder en la educación media, la SEP no enfrenta la oposición del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación ni afecta la autonomía de las universidades públicas. No obstante que la UNAM y el gobierno del Distrito Federal se opusieron por principio a la REIMS, no se enfrentaron a la SEP, nada más se excluyeron del proceso de instrumentación. Pero al grupo “tecnocrático” de la SEP le surgió un adversario inesperado: el gremio de los filósofos.
Uno de los pilares de la REIMS es la reforma curricular. Su diseño original contemplaba cuatro campos: matemáticas, ciencias experimentales, ciencias sociales y comunicación, comunes a todos los bachilleratos, y proponía que las materias de filosofía fueran “transversales”. Eso fue lo que ofendió al gremio y saltó a la palestra a protestar por “el asalto tecnocrático a la educación”, “la exclusión del pensamiento crítico” y para recuperar las materias humanistas en los planes de estudio.
No estoy seguro de qué tan conveniente sea mantener asignaturas tradicionales en un diseño innovador, pero convengo con el gremio que cuando se dice que una materia sea transversal, en realidad se trata de escombrarla. Sin embargo, el grupo que dirige la REIMS actuó con rapidez, no quiso “blindar” su propuesta tras la barda de cemento ni se encerró en su jaula de hierro. Por el contrario, aceptó el diálogo con los impugnadores, agrupados en el Observatorio Filosófico y acordó mantener la lógica, la estética y la ética entre las materias comunes. Así lo propuso la SEP a las autoridades de educación de los estados.
No hubo sangre en la arena. La reforma de la SEP camina a pasos seguros, tal vez porque el grupo modernizador hasta la fecha ha vencido las resistencias internas y prefirió negociar una porción de su proyecto con el fin de mantener el control del proceso con menores dificultades. Habrá que estar pendientes de lo que se realice en el futuro inmediato.
Carlos.Ornelas10@gmail.com
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