El Universal/1 de junio de 2009
Pandemia significa en griego reunión del pueblo. Se ha convertido en una palabra apocalíptica relacionada con la transmisión de una enfermedad mortal que se extiende a muchos países y ataca a casi todos los individuos de una localidad o de una región. Aunque en el pasado una pandemia causaba millones de muertes, hoy tenemos la posibilidad de evitarla o de reducir sus efectos.
Los miedos a los fenómenos naturales vuelven a surgir, se hacen visibles en México y en distintas partes del mundo. La información sobre virus y pandemias se ha utilizado para anunciar terribles desgracias y ha puesto en evidencia los temores más profundos de la humanidad. Pero la ignorancia que mata al conocimiento humano es más virulenta, combinada con la irresponsabilidad de los gobernantes que descuidan o desatienden su obligación de apoyar, crear y sostener programas de educación científica para sus ciudadanos. El conocimiento científico nos ayuda a comprender, por un lado, la dinámica de los procesos naturales y sus elementos, como los virus, su origen, su evolución, su naturaleza y su papel en los procesos evolutivos; y, por otro lado, nos permite resolver problemas como los que generan las enfermedades virales.
Hoy, palabras como virus y pandemia han hecho resurgir miedos a demonios imaginarios y han reavivado actitudes terribles que ya deberíamos haber superado, como el racismo, la xenofobia y la discriminación, todas basadas en la ignorancia e incluso ridículas, como la discriminación hacia los que padecieron influenza, cuando son quienes adquirieron una envidiable inmunidad.
La ciencia puede ayudarnos a dejar atrás miedos que se asemejan a los de los primeros Homo sapiens que, espantados, no comprendían una erupción volcánica, un eclipse solar, o una tormenta de truenos y relámpagos.
Al mismo tiempo, resulta fundamental para superar los mitos científicos como la idea de que la panacea contra los males humanos está en el conocimiento de la naturaleza del genoma.
La información sobre el genoma humano es importante y puede ser útil en algunos casos particulares, pero no hay que olvidar que existen alternativas más eficaces como la medicina preventiva, eficiente con programas de salud pública y educación.
Por la peligrosidad que pueden representar los virus y diversos microorganismos para la salud humana, debemos insistir en la creación de una profunda cultura científica relacionada con temas básicos como la biología y la evolución. Como especie biológica, somos parte de los elementos que interactúan en el planeta de una forma dinámica. Los virus, al igual que bacterias, priones y plásmidos, son elementos importantes en los procesos evolutivos y en la transferencia horizontal de genes (THG) que, junto con la mutación y la recombinación genética, aumentan la variabilidad de las poblaciones y la posibilidad de mayores innovaciones evolutivas.
La THG y otros procesos evolutivos hacen que la dinámica de la vida se vuelva compleja, pero no imposible de comprender, si asumimos que se puede lograr a través de la investigación científica, útil cuando se socializan los resultados, como un instrumento que destruye nuevos mitos, como el reducionismo genético y viejos miedos colectivos de demonios imaginarios.
Los miedos a los fenómenos naturales vuelven a surgir, se hacen visibles en México y en distintas partes del mundo. La información sobre virus y pandemias se ha utilizado para anunciar terribles desgracias y ha puesto en evidencia los temores más profundos de la humanidad. Pero la ignorancia que mata al conocimiento humano es más virulenta, combinada con la irresponsabilidad de los gobernantes que descuidan o desatienden su obligación de apoyar, crear y sostener programas de educación científica para sus ciudadanos. El conocimiento científico nos ayuda a comprender, por un lado, la dinámica de los procesos naturales y sus elementos, como los virus, su origen, su evolución, su naturaleza y su papel en los procesos evolutivos; y, por otro lado, nos permite resolver problemas como los que generan las enfermedades virales.
Hoy, palabras como virus y pandemia han hecho resurgir miedos a demonios imaginarios y han reavivado actitudes terribles que ya deberíamos haber superado, como el racismo, la xenofobia y la discriminación, todas basadas en la ignorancia e incluso ridículas, como la discriminación hacia los que padecieron influenza, cuando son quienes adquirieron una envidiable inmunidad.
La ciencia puede ayudarnos a dejar atrás miedos que se asemejan a los de los primeros Homo sapiens que, espantados, no comprendían una erupción volcánica, un eclipse solar, o una tormenta de truenos y relámpagos.
Al mismo tiempo, resulta fundamental para superar los mitos científicos como la idea de que la panacea contra los males humanos está en el conocimiento de la naturaleza del genoma.
La información sobre el genoma humano es importante y puede ser útil en algunos casos particulares, pero no hay que olvidar que existen alternativas más eficaces como la medicina preventiva, eficiente con programas de salud pública y educación.
Por la peligrosidad que pueden representar los virus y diversos microorganismos para la salud humana, debemos insistir en la creación de una profunda cultura científica relacionada con temas básicos como la biología y la evolución. Como especie biológica, somos parte de los elementos que interactúan en el planeta de una forma dinámica. Los virus, al igual que bacterias, priones y plásmidos, son elementos importantes en los procesos evolutivos y en la transferencia horizontal de genes (THG) que, junto con la mutación y la recombinación genética, aumentan la variabilidad de las poblaciones y la posibilidad de mayores innovaciones evolutivas.
La THG y otros procesos evolutivos hacen que la dinámica de la vida se vuelva compleja, pero no imposible de comprender, si asumimos que se puede lograr a través de la investigación científica, útil cuando se socializan los resultados, como un instrumento que destruye nuevos mitos, como el reducionismo genético y viejos miedos colectivos de demonios imaginarios.
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