Martín Bonfil Olivera
Milenio/9 de junio de 2010
El pasado 2 de junio la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que considerar la charlatanería como un delito no viola la Constitución. Fortaleció así la lucha contra estafadores que se aprovechan de personas que, por falta de información, credulidad o desesperación, están expuestas a creer en cualquier cosa.
Jesús Islas e Isabel y Lucía Martínez, de la organización de curanderos “hermanos Kendall” de San Luis Potosí, “que obtuvo más de 600 mil pesos tras engañar a diversas personas” con “bebidas o infusiones para combatir sus males físicos”, según informó MILENIO, fueron hallados culpables de violar el Código Penal estatal, el cual especifica: “Comete el delito de fraude quien, para obtener un lucro indebido, explota las preocupaciones, las supersticiones o la ignorancia de las personas, por medio de supuestas evocaciones de espíritus, adivinaciones o curaciones u otros procedimientos carentes de validez técnica o científica”.
Los supuestos curanderos alegaron que el dictamen era inconstitucional, pero la Suprema Corte lo ratificó y aclaró que “no está enfocado a la práctica espiritual o ideológica en sí misma, sino al engaño que se da en la falsa oferta de realizar adivinaciones, evocaciones o curaciones” y la estafa de cobrar por ello.
Puntualizó también que “la decisión no afecta la medicina alternativa, homeopática, natural o la herbolaria, porque éstas prácticas son reconocidas y reguladas por la Ley General de Salud”.
¿Es justa esta decisión? ¿Es válido pretender por ley que el conocimiento científico y técnico es el único legítimo? ¿Por qué prohibir la charlatanería mística y no medicinas alternativas tampoco reconocidas por la ciencia como la acupuntura o la homeopatía?
La Corte fue hábil: evitó el debate sobre las medicinas alternativas, que mucha gente acepta aunque funcionen sólo como placebos. Y hay en marcha investigaciones; si estos tratamientos son algo más, ya nos enteraremos. Pero en el caso de fraudes burdos como los de los Kendall, me parece que sí: el conocimiento científico es el único que resulta pertinente considerar válido.
En temas de salud, hay que atenerse a los hechos: la medicina científica es la única que, hasta hoy, ofrece resultados comprobables y reproducibles. Confiables.
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