David Huerta
El Universal/23 de junio de 2010
Los géneros periodísticos tienen, como todo, una jerarquía; los del periodismo literario o “cultural” no son una excepción a esa regla jerárquica. Los hay de primera: el ensayo de la actualidad libresca, en el que se comentan tres o cuatro obras de aparición reciente con el mismo tema, en un texto reflexivo y analítico de largo aliento, sería quizás el mayor, pero no tiene lugar, desde luego, en las planas de los diarios sino en las páginas de revistas y suplementos. La reseña bibliográfica es un género de batalla y en él hicieron sus primeras armas algunos escritores que más tarde fueron críticos o ensayistas con credenciales propias. Hay géneros tan secundarios que ni siquiera necesitan firma de autor. Carlos Monsiváis (1938-2010) consagró a “la Redacción” como el autor de sus columnas humorísticas de crítica política y de costumbres declarativas en nuestro país; desde luego, todo mundo en México sabía que él era esa Redacción. Pero aquí no diré nada sobre esa faceta de su trabajo; esta columna está dedicada a un género diminuto: el de los encabezados de artículos y reseñas que Monsiváis fraguaba con ingenio y a veces con auténtico genio.
Para encabezar un comentario sobre el Macbeth de Roman Polanski, Monsiváis urdió esta formidable tirada, evocadora de los gritos de los voceadores en las calles de la Ciudad de México: “¡Extra, Extra! ¡Mareado por su mujer, tasajeó a su patrón!” Es uno de los resúmenes más puntuales, mexicanos y populacheros de la historia escocesa recreada por Shakespeare. Al cabecear un ensayo politológico de Rolando Cordera sobre el destino de los ideales de la cursimente llamada “gesta de 1910”, Monsiváis escribió esta petición: “A quien encuentre la Revolución Mexicana: Favor de devolverla”.
En la época en la que me tocó verlo trabajar en la redacción de un suplemento, atestigüé cómo Carlos Monsiváis se inclinaba sobre el texto en cuestión, lo leía a una velocidad fulgurante y escribía rápidamente, en cualquier hoja de papel, la frase exacta para encerrar sinópticamente el contenido de la colaboración. Si recuerdo bien, a un texto sobre Carlos Castaneda y uno de sus libros chamánicos, le puso el siguiente encabezado: “Soy soldado que levita, de esos de la esotería”, y para cabecear una crónica de Ariel Rosales sobre Iron Butterfly invocó nada menos que a Amado Nervo: “In-A-Gadda-Da-Vida, nada te debo; In-A-Gadda-Da-Vida, estamos en paz”.
El encabezado monsivaisiano que prefiero, sin embargo, es al mismo tiempo literario y político, y está formulado en forma de pregunta: una pregunta límite, fronteriza, radical, ante el panorama de nuestras alternativas electorales. El escritor Héctor Manjarrez había escrito una reseña sobre cierta edición de Robert Musil; Monsiváis la leyó y le puso este encabezado extraordinario, válido para cualquier elección, incluida la futura de 2012: “¿Quién vota por el hombre sin atributos?”
El Universal/23 de junio de 2010
Los géneros periodísticos tienen, como todo, una jerarquía; los del periodismo literario o “cultural” no son una excepción a esa regla jerárquica. Los hay de primera: el ensayo de la actualidad libresca, en el que se comentan tres o cuatro obras de aparición reciente con el mismo tema, en un texto reflexivo y analítico de largo aliento, sería quizás el mayor, pero no tiene lugar, desde luego, en las planas de los diarios sino en las páginas de revistas y suplementos. La reseña bibliográfica es un género de batalla y en él hicieron sus primeras armas algunos escritores que más tarde fueron críticos o ensayistas con credenciales propias. Hay géneros tan secundarios que ni siquiera necesitan firma de autor. Carlos Monsiváis (1938-2010) consagró a “la Redacción” como el autor de sus columnas humorísticas de crítica política y de costumbres declarativas en nuestro país; desde luego, todo mundo en México sabía que él era esa Redacción. Pero aquí no diré nada sobre esa faceta de su trabajo; esta columna está dedicada a un género diminuto: el de los encabezados de artículos y reseñas que Monsiváis fraguaba con ingenio y a veces con auténtico genio.
Para encabezar un comentario sobre el Macbeth de Roman Polanski, Monsiváis urdió esta formidable tirada, evocadora de los gritos de los voceadores en las calles de la Ciudad de México: “¡Extra, Extra! ¡Mareado por su mujer, tasajeó a su patrón!” Es uno de los resúmenes más puntuales, mexicanos y populacheros de la historia escocesa recreada por Shakespeare. Al cabecear un ensayo politológico de Rolando Cordera sobre el destino de los ideales de la cursimente llamada “gesta de 1910”, Monsiváis escribió esta petición: “A quien encuentre la Revolución Mexicana: Favor de devolverla”.
En la época en la que me tocó verlo trabajar en la redacción de un suplemento, atestigüé cómo Carlos Monsiváis se inclinaba sobre el texto en cuestión, lo leía a una velocidad fulgurante y escribía rápidamente, en cualquier hoja de papel, la frase exacta para encerrar sinópticamente el contenido de la colaboración. Si recuerdo bien, a un texto sobre Carlos Castaneda y uno de sus libros chamánicos, le puso el siguiente encabezado: “Soy soldado que levita, de esos de la esotería”, y para cabecear una crónica de Ariel Rosales sobre Iron Butterfly invocó nada menos que a Amado Nervo: “In-A-Gadda-Da-Vida, nada te debo; In-A-Gadda-Da-Vida, estamos en paz”.
El encabezado monsivaisiano que prefiero, sin embargo, es al mismo tiempo literario y político, y está formulado en forma de pregunta: una pregunta límite, fronteriza, radical, ante el panorama de nuestras alternativas electorales. El escritor Héctor Manjarrez había escrito una reseña sobre cierta edición de Robert Musil; Monsiváis la leyó y le puso este encabezado extraordinario, válido para cualquier elección, incluida la futura de 2012: “¿Quién vota por el hombre sin atributos?”
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