lunes, 14 de junio de 2010

La frontera caliente


Diego Petersen Farah
El Universal/12 de junio de 2010

No deja de ser una paradoja que en medio de la cursilería y el nacionalismo exacerbado que provoca el mundial de futbol (a pesar el mediocre empate), la frontera con Estados Unidos viva uno de los momentos más tensos de la historia. Desde que la frontera entre ambas naciones es el río Bravo quizá sólo la intromisión de Villa en territorio estadounidense durante la Revolución, hace 94 años, ha provocado un momento tan difícil como el que se vive ahora. La relación comercial es más intensa que nunca y sigue creciendo; el paso de personas por esta línea es el mayor del mundo; nunca había pasado tanta droga, tanto contrabando, tantas armas y tanto dinero, limpio o sucio, de un lado a otro. Nunca tampoco el discurso de los presidentes había estado tan lejano del discurso de los gobernadores fronterizos, que viven una realidad muy distinta y lejana a la de las capitales.

Los dos asesinatos de migrantes a manos de la policía fronteriza en menos de 15 días muestran el nivel de tensión y odio que se está gestando. El ataque, literalmente en bolita, de 20 policías fronterizos a un detenido que se resistía a ser deportado, y la cacería de un joven, casi niño, por aventar piedras a la policía mientras realizaban la detención de sus amigos por intentar cruzar ilegalmente, pusieron un par de chorros a un vaso que está de por sí desbordado. Esto además aderezado con elementos políticos: por un lado la ley SB1070 en Arizona, y por otro la negativa de los gobernadores fronterizos mexicanos de asistir a la reunión bilateral como protesta por los mexicanos muertos.

Los asesinatos no se justifican, pero si no los entendemos en el contexto de una frontera caliente difícilmente se va a avanzar en la búsqueda de soluciones. La indignación es justificada y justificable, pero no suficiente para comprender, menos para resolver, lo que ahí pasa. La frontera ya no es sólo una paso de “espaldas mojadas”, es también una zona de violencia extrema, pandillas y mafias que genera una descomposición social acelerada. México tiene que pasar de la indignación y el reclamo a las políticas públicas inteligentes y las acciones diplomáticas eficaces, sin que ello implique renunciar a la persecución judicial de los culpables. Lo primero es distensionar la franja y reducir la escalada de violencia que está impactando la vida cotidiana de las ciudades fronterizas y la economía de ambos países.

Por más que suene extraño y fuera de lugar, lo más importante ahora es mantener la calma para enfriar las cosas. El tema de la frontera caliente no se va a resolver con declaraciones fuertes, leyes antimigrantes, o con apretones de mano presidenciales. Requiere un forma distinta y conjunta de ver el problema en ambos lados y eso, por ahora, es lo único que no se ve.

Internacionalista

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