René Drucker Colín
La Jornada/15 de junio de 2010
Que no quepa la menor duda, todos los mexicanos quisiéramos tener y vivir en el mejor país del mundo y, aunque muchos de nosotros pensamos que México lo podría ser, una cosa es lo que quisiéramos y otra totalmente diferente es lo que hoy día es el país. La gran pregunta es ¿cómo y cuándo fue que el país se nos fue de las manos? Sin duda que hay mexicanos exitosos, sin duda hay muchas cosas de que enorgullecernos, pero también muchas de que avergonzarnos y estas últimas más que las otras, son hoy día las que estamos empezando a tomar como normales y ya ni nos sorprenden, más bien ya las toleramos, pues se han vuelto parte de la cotidianidad.
No podemos negar que de la Revolución para acá, el país ha cambiado, en general, para bien. Se crearon instituciones que han logrado beneficios a la población en general. La educación y la salud lograron tener avances significativos. Sin embargo, la economía ha sido un problema cada vez más difícil de resolver y en consecuencia, hay cada vez más pobres y los avances en los rubros mencionados se ven seriamente afectados. No se ha podido cumplir con el deseo de generar una calidad de vida buena para las grandes mayorías, al contrario, la población en su mayoría está cada vez más lejos de mejorar su nivel de vida y alcanzar para sus hijos un futuro promisorio.
Cuando Cárdenas expropió el petróleo en 1938 y llevó durante su presidencia un extenso reparto agrario, se marcó el momento en que México parecía tener un gran futuro y poder convertirse en un país soberano, independiente y exitoso. El tiempo nos marca, sin embargo, que los gobiernos que siguieron no condujeron al país en forma adecuada, pues en lugar de plantear una ruta crítica y planear el desarrollo del país a largo plazo con metas firmes, la nación se reinventaba cada seis años y poco a poco, avanzando como la humedad, se introdujo la corrupción como un modo de vida, hasta lograr como es hoy día, que eso sea parte de la realidad cotidiana en absolutamente todos los ámbitos de la vida nacional. Sumado a esto, la impunidad es ya casi la marca de la casa. A partir de mediados del siglo pasado, poco a poco también, nos hemos convertido en un país sometido a Estados Unidos, al grado que a principios del nuevo siglo, los panistas han perdido hasta la dignidad, pues la tibieza con que el gobierno, a través de la Secrtaría de Relaciones Exteriores, enfrenta la relación con Estados Unidos, da pena ajena. Si no, cómo explican esta decisión de que cualquier ciudadano extranjero que tenga visa estadunidense puede ingresar en el país sin mayor trámite. Es como si los extranjeros entraran al país vecino. Parece que nos autoanexamos, sin que nos lo pidieran. Por demás, la falta de contundencia al reclamo del asesinato (pues eso fue) del niño de 14 años por un agente de migración, da vergüenza y coraje. El gobierno debería llamar a cuentas al embajador de Estados Unidos y perseguir con toda la fuerza del Estado al culpable de este vil asesinato. La tibieza de la secretaria Espinosa es chocante, por no decir más.
Lamentablemente la dependencia enfermiza con Estados Unidos fue resultado de una falta de visión y acción política de muchos años. Nunca se planeó adecuadamente el desarrollo del país y se fue extendiendo la dependencia hacia los estadunidense hasta el punto que se ve difícil revertir el daño acumulado durante tantos años.
El centenario de la Revolución puede sin duda mostrar un conjunto de logros indiscutibles, pero todos estos están opacados por pésimas políticas públicas o quizás ausencia de ellas, que han ido cavando un pozo del cual se ve difícil salir. A la pregunta de cuándo fue que se robaron el país no se le puede dar fecha exacta, fue un proceso largo, que fue acompañado por algunos cuantos personajes que se coludieron con el proceso para obtener las mayores ganancias posibles. No podemos abstenernos de señalar que no sólo la clase política tiene la culpa, la tenemos también los ciudadanos, hemos construido una sociedad con nula civilidad. Todos queremos que el país cambie, pero nosotros los ciudadanos no queremos cambiar. Eso es inoperante.
El México real no es el que nos quieren convencer en base a propaganda hueca (léase Iniciativa México), el México real es el que sufrimos todos los días con problemas añejos, no resueltos, que deberíamos enfrentar en lugar de procurar impulsar la idea de que no existen.
La Jornada/15 de junio de 2010
Que no quepa la menor duda, todos los mexicanos quisiéramos tener y vivir en el mejor país del mundo y, aunque muchos de nosotros pensamos que México lo podría ser, una cosa es lo que quisiéramos y otra totalmente diferente es lo que hoy día es el país. La gran pregunta es ¿cómo y cuándo fue que el país se nos fue de las manos? Sin duda que hay mexicanos exitosos, sin duda hay muchas cosas de que enorgullecernos, pero también muchas de que avergonzarnos y estas últimas más que las otras, son hoy día las que estamos empezando a tomar como normales y ya ni nos sorprenden, más bien ya las toleramos, pues se han vuelto parte de la cotidianidad.
No podemos negar que de la Revolución para acá, el país ha cambiado, en general, para bien. Se crearon instituciones que han logrado beneficios a la población en general. La educación y la salud lograron tener avances significativos. Sin embargo, la economía ha sido un problema cada vez más difícil de resolver y en consecuencia, hay cada vez más pobres y los avances en los rubros mencionados se ven seriamente afectados. No se ha podido cumplir con el deseo de generar una calidad de vida buena para las grandes mayorías, al contrario, la población en su mayoría está cada vez más lejos de mejorar su nivel de vida y alcanzar para sus hijos un futuro promisorio.
Cuando Cárdenas expropió el petróleo en 1938 y llevó durante su presidencia un extenso reparto agrario, se marcó el momento en que México parecía tener un gran futuro y poder convertirse en un país soberano, independiente y exitoso. El tiempo nos marca, sin embargo, que los gobiernos que siguieron no condujeron al país en forma adecuada, pues en lugar de plantear una ruta crítica y planear el desarrollo del país a largo plazo con metas firmes, la nación se reinventaba cada seis años y poco a poco, avanzando como la humedad, se introdujo la corrupción como un modo de vida, hasta lograr como es hoy día, que eso sea parte de la realidad cotidiana en absolutamente todos los ámbitos de la vida nacional. Sumado a esto, la impunidad es ya casi la marca de la casa. A partir de mediados del siglo pasado, poco a poco también, nos hemos convertido en un país sometido a Estados Unidos, al grado que a principios del nuevo siglo, los panistas han perdido hasta la dignidad, pues la tibieza con que el gobierno, a través de la Secrtaría de Relaciones Exteriores, enfrenta la relación con Estados Unidos, da pena ajena. Si no, cómo explican esta decisión de que cualquier ciudadano extranjero que tenga visa estadunidense puede ingresar en el país sin mayor trámite. Es como si los extranjeros entraran al país vecino. Parece que nos autoanexamos, sin que nos lo pidieran. Por demás, la falta de contundencia al reclamo del asesinato (pues eso fue) del niño de 14 años por un agente de migración, da vergüenza y coraje. El gobierno debería llamar a cuentas al embajador de Estados Unidos y perseguir con toda la fuerza del Estado al culpable de este vil asesinato. La tibieza de la secretaria Espinosa es chocante, por no decir más.
Lamentablemente la dependencia enfermiza con Estados Unidos fue resultado de una falta de visión y acción política de muchos años. Nunca se planeó adecuadamente el desarrollo del país y se fue extendiendo la dependencia hacia los estadunidense hasta el punto que se ve difícil revertir el daño acumulado durante tantos años.
El centenario de la Revolución puede sin duda mostrar un conjunto de logros indiscutibles, pero todos estos están opacados por pésimas políticas públicas o quizás ausencia de ellas, que han ido cavando un pozo del cual se ve difícil salir. A la pregunta de cuándo fue que se robaron el país no se le puede dar fecha exacta, fue un proceso largo, que fue acompañado por algunos cuantos personajes que se coludieron con el proceso para obtener las mayores ganancias posibles. No podemos abstenernos de señalar que no sólo la clase política tiene la culpa, la tenemos también los ciudadanos, hemos construido una sociedad con nula civilidad. Todos queremos que el país cambie, pero nosotros los ciudadanos no queremos cambiar. Eso es inoperante.
El México real no es el que nos quieren convencer en base a propaganda hueca (léase Iniciativa México), el México real es el que sufrimos todos los días con problemas añejos, no resueltos, que deberíamos enfrentar en lugar de procurar impulsar la idea de que no existen.
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