lunes, 21 de junio de 2010

El futbol: amarres y puentes


José Fernández Santillán
El Universal/18 de junio de 2010

CAMBRIDGE, Massachusetts.— Lo que está sucediendo en México con motivo del Mundial de Futbol en Sudáfrica es un verdadero y propio reto para la interpretación sociológica. Y más ahora que México le ganó a Francia 2 a 0 en el Peter Mokaba Stadium de Polokwane. En cualquier lado se habla del tema. Por todas partes se encuentran personas vistiendo la camiseta de la Selección Nacional de futbol. Restaurantes que anuncian desayunos futboleros. Los programas, anuncios y comentarios en la televisión, la radio y la prensa escrita están en lo mismo. El colmo: en pleno vuelo rumbo a esta parte de Estados Unidos la aeromoza tomó el micrófono para actualizar los marcadores del día: Eslovenia 1, Nueva Zelanda 1; Costa de Marfil 0, Portugal 0; Brasil 2, Corea del Norte 1. Convengamos, pues, en que el futbol no es solamente un deporte, sino también un fenómeno social que rebasa fronteras.

Como deporte, indudablemente, esta competencia es un momento único para disfrutar, en todo su esplendor, de los diversos estilos y tácticas de juego y la manera en que regiones del mundo como Asia y África, que hace apenas unos pocos lustros no pintaban en el escenario mundialista, han avanzado y ahora tienen equipos competitivos que buscan avanzar en la tabla y por qué no, levantar la copa. Igualmente, el Mundial de Sudáfrica es ocasión para corroborar que las potencias como Brasil, Argentina y Alemania se han consolidado y van camino, si no pasa algo fuera de lo normal, a la siguiente fase del torneo.

No obstante, el futbol, como fenómeno social, también sirve como válvula de escape de nuestros problemas; una fuga de la pesada cotidianidad. Nos pone a soñar y a imaginar. Tenemos un país con ganas de creer en algo; con deseos de tener aunque sea una victoria y no descalabros a granel. Mientras tanto, allí están las televisoras a todo lo que dan, sacando pingües ganancias de esta ensoñación.

Entre ilusiones y realidades sucede una cosa curiosa: como fenómeno social el futbol nos une. Hace las veces de un amarre que nos acerca como pueblo a pesar de las desigualdades sociales y las diferencias políticas. El país, como sucedió ayer, se paraliza cuando le toca jugar a la Selección mexicana. Allí estamos pendientes de nuestro equipo, de nuestra selección. Esto visto dentro de nuestras fronteras. Pero el futbol también tiende puentes hacia el exterior. Es un mecanismo, ciertamente lúdico, para saber de otras naciones. Ya es ganancia que la gente sepa dónde están situados en el mapa los países involucrados en esta justa y que ponga atención en un entorno más amplio.

El hecho de que el campeonato mundial, por primera vez, se lleve a cabo en el continente africano permite extender la mirada a otras realidades. Este año, por ejemplo, se celebra el cincuentenario de la Independencia de varias naciones localizadas en ese continente: Camerún, Togo, Mali, Senegal, Madagascar, Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Chad, República Centroafricana, uno de los Congos, Gabón y Mauritania quienes se separaron de Francia; Somalia y Nigeria de Gran Bretaña y el otro Congo lo hizo de Bélgica.

Convengamos, pues, en que pocos acontecimientos como lo es el Mundial de Futbol acercan al mundo entero. Por encima de lo enajenante que resulta el poder televisivo, cabe la posibilidad de reforzar una genuina identidad nacional y ser, al mismo tiempo, un poco más ciudadanos de todo el mundo. Nutrir el buen nacionalismo y, en paralelo, darle espacio a una perspectiva más global. Reforzar los amarres internos y tender puentes hacia afuera. Caso raro pero, en estas circunstancias, las pasiones y la inteligencia pueden confluir.

Profesor de la escuela de Humanidades y Ciencias Sociales del ITESM-CCM

No hay comentarios: