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Reforma/16 de junio de 2010
En lugar de quejarse e irritarse es preferible involucrarse. El enunciado conduce a la resistencia ciudadana, tema de una serie intermitente que hoy inició con las lecciones dejadas por la tragedia de la Guardería ABC.
Nos fue mal, muy mal con la alternancia. Cometimos un gravísimo error al creer que con la alternancia y el federalismo tendríamos gobiernos comprometidos con el bien común. Salvo excepciones muy contadas, los partidos políticos, los gobernadores, los monopolios y oligopolios, los grandes sindicatos y el crimen organizado se arrebatan a mordiscos el poder que alguna vez tuvo el Estado autoritario, presidencialista y centralista.
La ciudadanía tiene ganancias magras. Una cierta libertad para organizarse y expresarse, un relativo acceso a la información y, de cuando en cuando, algo de justicia por medio de una legalidad cara, lenta e impredecible. Cuando defiende causas justas la sociedad también cuenta con el respaldo de un número indeterminado de políticos y funcionarios sensibles. Es poco e insuficiente pero no hay más. Dependemos de nosotros mismos.
El desequilibrio es tan grande que florece el tradicional fatalismo y pasividad de las mayorías. Si hubiera un Mundial de la Paciencia, nos sacaríamos fácilmente el primer lugar. Así pues, la refundación de la democracia recae en las minorías inquietas que no se resignan a una democracia fallida. Algunos depositan su esperanza en el asalto al poder en alguna elección futura. Sin desdeñar el poder regenerador de la urna, escribo esta columna pensando en quienes luchan de manera cotidiana.
El punto de partida para la movilización es la conciencia de que se tiene algún derecho; de ahí se desprende la decisión de defenderse. En México abundan las causas justas y ninguna es insignificante. Aunque todas cuentan, algunas reciben mayor atención por ser paradigmáticas. La Guardería ABC lo es porque "ejemplifica una situación violatoria de los derechos humanos, amplia y reiterada, cuya causa principal son los problemas estructurales del Estado mexicano" (ésta es la definición formulada por la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos).
La ofensiva e innecesaria muerte de los niños en Sonora se origina en la corrupción implícita en el reparto de guarderías concesionadas hecho con el mexicano criterio de ayudar a "cuates" o pagar "cuota". Después de la tragedia vino la competencia de impunidades, ineficiencias y cinismos entre funcionarios estatales y federales. ¡Cuánta desvergüenza, cuántos desatinos!
El caso no hubiera avanzado sin la determinación de los familiares de las víctimas, que sacudieron al país con sus protestas y su determinación. Para que su indignación moviera instituciones fue necesario que armaran y difundieran un relato coherente y eso requiere del procesamiento de información para lo cual contaron con el apoyo de abogados, académicos y periodistas cada uno de los cuales se mueven con lógica propia. Otro elemento son recursos propios o ajenos empleados en esta lucha.
El papel de la Suprema Corte lleva al último ingrediente: para que avance una causa justa debe involucrarse alguna autoridad. La mayor parte de los políticos y gobernantes no cree en la participación social y hace lo posible por evitarla. Hay por supuesto excepciones. En los últimos días hemos elogiado justamente al ministro Arturo Zaldívar. Se lo merece, pero si la petición de los padres avanzó es porque otros ministros se involucraron y están enzarzados ahora en un debate clave sobre la justicia. Es tan central, tortuosa y críptica la relación con la autoridad que le dedicaré la columna de la próxima semana.
El costo pagado por los padres de las víctimas ha sido enorme. No es fácil lanzarse contra las murallas y telarañas levantadas por los intereses creados que pelean con denuedo cada asunto porque temen, con algo de razón, que se generalice la justicia. Pese al dolor y los sinsabores, es ahora posible que tal vez reciban algún tipo de reparación simbólica. Desde otra perspectiva, la historia de la Guardería ABC es prueba viva de que no todo está perdido o ganado.
Para regenerar la política se requiere multiplicar las luchas y el respaldo de abogados, académicos y periodistas que contribuyen a pelear, elaborar y difundir un discurso que moviliza a la sociedad. El destino no está escrito y existen espacios que podemos aprovechar los inconformes con tanta corrupción y tanto engaño. Sé cuán escasas son las victorias y qué abundantes son los sinsabores, pero es mejor intentarlo que vivir atragantándose con la frustración y el enojo.
La Miscelánea
En las luchas justas y en las grandes transformaciones siempre hay héroes anónimos. México tiene mucho que agradecer al jesuita Luis del Valle SJ fallecido el pasado 7 de mayo. Nunca claudicó en la lucha contra las injusticias y las desigualdades. Siempre dijo lo que pensó y su ejemplo se propagó. Después de una vida plena merece descansar en paz.
En lugar de quejarse e irritarse es preferible involucrarse. El enunciado conduce a la resistencia ciudadana, tema de una serie intermitente que hoy inició con las lecciones dejadas por la tragedia de la Guardería ABC.
Nos fue mal, muy mal con la alternancia. Cometimos un gravísimo error al creer que con la alternancia y el federalismo tendríamos gobiernos comprometidos con el bien común. Salvo excepciones muy contadas, los partidos políticos, los gobernadores, los monopolios y oligopolios, los grandes sindicatos y el crimen organizado se arrebatan a mordiscos el poder que alguna vez tuvo el Estado autoritario, presidencialista y centralista.
La ciudadanía tiene ganancias magras. Una cierta libertad para organizarse y expresarse, un relativo acceso a la información y, de cuando en cuando, algo de justicia por medio de una legalidad cara, lenta e impredecible. Cuando defiende causas justas la sociedad también cuenta con el respaldo de un número indeterminado de políticos y funcionarios sensibles. Es poco e insuficiente pero no hay más. Dependemos de nosotros mismos.
El desequilibrio es tan grande que florece el tradicional fatalismo y pasividad de las mayorías. Si hubiera un Mundial de la Paciencia, nos sacaríamos fácilmente el primer lugar. Así pues, la refundación de la democracia recae en las minorías inquietas que no se resignan a una democracia fallida. Algunos depositan su esperanza en el asalto al poder en alguna elección futura. Sin desdeñar el poder regenerador de la urna, escribo esta columna pensando en quienes luchan de manera cotidiana.
El punto de partida para la movilización es la conciencia de que se tiene algún derecho; de ahí se desprende la decisión de defenderse. En México abundan las causas justas y ninguna es insignificante. Aunque todas cuentan, algunas reciben mayor atención por ser paradigmáticas. La Guardería ABC lo es porque "ejemplifica una situación violatoria de los derechos humanos, amplia y reiterada, cuya causa principal son los problemas estructurales del Estado mexicano" (ésta es la definición formulada por la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos).
La ofensiva e innecesaria muerte de los niños en Sonora se origina en la corrupción implícita en el reparto de guarderías concesionadas hecho con el mexicano criterio de ayudar a "cuates" o pagar "cuota". Después de la tragedia vino la competencia de impunidades, ineficiencias y cinismos entre funcionarios estatales y federales. ¡Cuánta desvergüenza, cuántos desatinos!
El caso no hubiera avanzado sin la determinación de los familiares de las víctimas, que sacudieron al país con sus protestas y su determinación. Para que su indignación moviera instituciones fue necesario que armaran y difundieran un relato coherente y eso requiere del procesamiento de información para lo cual contaron con el apoyo de abogados, académicos y periodistas cada uno de los cuales se mueven con lógica propia. Otro elemento son recursos propios o ajenos empleados en esta lucha.
El papel de la Suprema Corte lleva al último ingrediente: para que avance una causa justa debe involucrarse alguna autoridad. La mayor parte de los políticos y gobernantes no cree en la participación social y hace lo posible por evitarla. Hay por supuesto excepciones. En los últimos días hemos elogiado justamente al ministro Arturo Zaldívar. Se lo merece, pero si la petición de los padres avanzó es porque otros ministros se involucraron y están enzarzados ahora en un debate clave sobre la justicia. Es tan central, tortuosa y críptica la relación con la autoridad que le dedicaré la columna de la próxima semana.
El costo pagado por los padres de las víctimas ha sido enorme. No es fácil lanzarse contra las murallas y telarañas levantadas por los intereses creados que pelean con denuedo cada asunto porque temen, con algo de razón, que se generalice la justicia. Pese al dolor y los sinsabores, es ahora posible que tal vez reciban algún tipo de reparación simbólica. Desde otra perspectiva, la historia de la Guardería ABC es prueba viva de que no todo está perdido o ganado.
Para regenerar la política se requiere multiplicar las luchas y el respaldo de abogados, académicos y periodistas que contribuyen a pelear, elaborar y difundir un discurso que moviliza a la sociedad. El destino no está escrito y existen espacios que podemos aprovechar los inconformes con tanta corrupción y tanto engaño. Sé cuán escasas son las victorias y qué abundantes son los sinsabores, pero es mejor intentarlo que vivir atragantándose con la frustración y el enojo.
La Miscelánea
En las luchas justas y en las grandes transformaciones siempre hay héroes anónimos. México tiene mucho que agradecer al jesuita Luis del Valle SJ fallecido el pasado 7 de mayo. Nunca claudicó en la lucha contra las injusticias y las desigualdades. Siempre dijo lo que pensó y su ejemplo se propagó. Después de una vida plena merece descansar en paz.
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