miércoles, 23 de junio de 2010

Chatarra


Carlos Ornelas*
Excélsior/23 de junio de 2010


"Mente sana en cuerpo sano", sentenció el pensador latino Juvenal. A juzgar por los debates en la prensa, los resultados conocidos sobre la calidad de la educación y nuestro pobre desempeño en las competiciones deportivas, el sistema educativo mexicano es la antítesis de la máxima romana.
Tal vez la quiebra de la educación primaria comenzó en los años sesenta, cuando el gobierno puso fin a la escuela de jornada completa.
La política del "desarrollo estabilizador" (o de las mentiras presupuestales) forzó a que en el sistema educativo mexicano se abandonara la instrucción física y la iniciación artística.
Con ello se perdieron dos componentes esenciales de lo que el artículo tercero establece como el fin supremo de la educación mexicana: "El desarrollo armónico de todas las facultades del ser humano".
Luego, los capitanes de la industria alimenticia contemplaron a las escuelas como un mercado en crecimiento constante que había que conquistar. Con campañas publicitarias y la complicidad de funcionarios, las cooperativas escolares, después simples "tienditas," se transformaron en vendedoras de comida industrializada, rica en grasas, fructosa y carbohidratos, pero pobre en nutrientes, que aunado a las fritangas es lo que se conoce como la comida chatarra. El resultado de combinar la supresión del ejercicio físico con el aumento del consumo de comida chatarra (hermanado al auge de la televisión, la inseguridad en las calles y la falta de espacios deportivos), por fin nos dieron un primer lugar en el mundo: el de la obesidad infantil.
El 27 de mayo Excélsior publicó que las secretarías de Educación Pública y de Salud, así como los jefes de esas dependencias en los estados, aprobaron los Lineamientos Generales para el Expendio de Alimentos y Bebidas en los Establecimientos de Educación Básica. Éstos, "no fijan multas ni sanciones específicas para quienes violen el acuerdo que será de carácter obligatorio cuando sea aprobado por la Comisión Federal de Mejora Regulatoria y publicado en el Diario Oficial de la Federación".
Más de 25 millones de alumnos de educación básica se tendrán que olvidar de refrescos, jugos de frutas con azúcares, yogures para beber, leche entera o evaporada, atoles, gorditas, sopas instantáneas, pizzas, hamburguesas, hot cakes, molletes y cualquier alimento frito, según el recuento de Lilian Hernández. Muchos dirán que es poco, pero pior es nada, como reza el refrán popular.
Sin embargo, la lucha no está ganada. Los dirigentes de la Canacintra ya saltaron a la palestra a defender sus intereses (claro, aduciendo los miles de empleos que su benévola industria genera), acompañados por los fanáticos de la libertad económica, y pueden frenar lo poco que se ha avanzado. Espero que la Comefer no se deje intimidar por los grandes empresas de refrescos y alimentos chatarra, como Pepsico y Bimbo.
Dados los costos en salud y económicos, así como la merma de la prosperidad social que la obesidad causa, no habría mucho que discutir. Entre los industriales y la economía libre por una parte, y la salubridad pública por la otra, el Estado debería optar por el beneficio de la mayoría. Digo, en una sociedad democrática ideal, donde el poder del Estado estuviera a favor del bienestar general.
La obesidad infantil es un problema complejo, no se puede resolver nada más con lineamientos de educación o de salud pública, se requieren medidas de largo alcance.
La gordura no se acabará por decreto, las tradiciones culturales de grupos sociales seguirán influyendo en los hábitos alimenticios y harán en sus casas o en la calle lo que la escuela prohíba.
Es más, la medida puede generar el surgimiento de un mercado negro (pero tolerado) donde las tienditas vendan de todo, pero de contrabando.
Una reforma profunda de la educación debería estar a la orden del día.
En lugar de ello, nuestros políticos ofrecen paliativos: reglas sin castigos para los infractores. Cierto, se ordena a los consejos de participación social que evalúen y certifiquen a las escuelas para que no vendan más comida chatarra. Pero sabemos que esos consejos son casi inexistentes y, donde los hay, no funcionan cabalmente. La autoridad renuncia de antemano a ejercer el poder.
Pobre México, tanto político tan cerca de sus intereses y tan lejos de Juvenal.

*Académico de la UAM
Carlos.Ornelas10@gmail.com

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