lunes, 21 de junio de 2010

La responsabilidad de los superiores


Luis González de Alba
Milenio/21 de junio de 2010

¿Ha sabido usted de algún funcionario mexicano que se suicide, abrumado por la vergüenza tras de un error que cueste vidas? El harakiri por motivos de honor es invención japonesa, gran país. ¿Ha sabido de alguno que al menos renuncie? Y no se me diga que la falta de pundonor es exclusiva de los políticos, pero el pueblo… bla, bla: los políticos mexicanos no son más que mexicanos con poder. Si lo duda allí tiene a Juanito.

Una PGR del PRI, encabezada por un panista de prestigio, Antonio Lozano Gracia, cuando debió investigar a Raúl Salinas de Gortari contrató una bruja. En trance ésta vio al hermano del ex presidente matar a batazos a un diputado (que sigue desaparecido) y enterrarlo en el jardín de su finca El Encanto. La bruja guió a los “investigadores” hasta el muerto y, zas, allí estaba… Nomás que tenía hasta trepanación postmortem del cráneo y otras señales de prácticas en escuela de medicina. No hubo renuncia alguna aunque la vergüenza de México cundió urbi et orbi. Eran PAN y PRI.

Al PRD capitalino, con Marcelo Ebrard al frente de la policía, le torturaron en Tláhuac a tres jóvenes agentes federales. Dos fueron quemados vivos ante cámaras de TV que llegaron al lugar sin dificultad; la delegada, una tal Fátima, a quien deseo que los gritos de las víctimas sigan despertando por la madrugada, huyó taconeando de la escena del linchamiento porque lo urgente era “levantar un acta”. No, bestia, era salvar la vida de tres jóvenes aunque fuera a taconazos, ya no digamos con tus guaruras armados y tres tiros al aire.

Ebrard declaró que “la orografía” del lugar era difícil (unas lomas) y no recordó que a unos 5 km tiene un destacamento de policía. Otro funcionario, cuyo anonimato no termina ni con su nombre completo, declaró que no habían enviado un helicóptero porque la gente estaba tan enardecida (al grito de que eran ladrones de menores, como en Canoa, Puebla, eran “comunistas”) que lo habrían tirado “con palos”, sic. Ebrard no renunció, lo debió destituir Fox y el jefe de gobierno, López Obrador, le dio otro puesto, que aceptó, y sigue como abanderado de la “izquierda” luego de ser segundo en el gobierno salinista del DF en la regencia de Camacho Solís. Cometió al menos delito de omisión.

Un “operativo” destinado a detener jóvenes pobres y exigir a sus padres 5 mil pesos por su liberación, o fin de semana en la cárcel, como varios ya efectuados sin problemas, causó 12 muertos, 9 adolescentes y tres policías. El motivo: al desalojar la disco New’s Divine las órdenes de la autoridá fueron contradictorias: los polecías de adentro apretaban en la escalera para que salieran los jóvenes que se divertían en una tardeada, afuera les impedían salir porque “no han regresado los camiones”: los que debían conducirlos a la cárcel sin acusación alguna. Cada adolescente escapado de la red eran 5 mil pesos perdidos.

Está detenido el jefe directo, así como el dueño del lugar, cuyo delito consistió en avisar por el micrófono lo que le ordenaron que avisara. El dueño del local lo perdió. ¿Y Ebrard? Va derecho a la Presidencia.

Un superior jerárquico sólo es responsable por actos de sus subordinados que haya ordenado o permitido, así lo ha publicado un gran jurista y amigo que es Luis de la Barreda. De no verse así, siempre llegaríamos hasta el Presidente de la República, hasta por un choque. Si el operativo fue orden de Ebrard, es responsable penalmente, ¿y…?

Conozco esos “operativos” policiales porque, a mis 30 y tantos años sufrí uno: el desalojo de la disco El Topo, junto al monumento a la Revolución. Eran tiempos del PRI. Al amanecer nos soltaron.

Hace un año, en Hermosillo, un incendio se propagó desde una bodega a una guardería vecina, mató medio centenar de niños y dejó marcados otro centenar. A diferencia de Tláhuac, DF, no hubo turba linchadora, ni cámaras de TV grabando ni alcaldesa presente pero huyendo con todo y su cuerpo de seguridad: fue un terrible accidente. Viví por años a espaldas de una guardería del IMSS o del ISSSTE, con una barda de por medio. Si hubiera sido pintor, pude haber tenido tambos de tíner almacenados junto, pues había un tejaván adecuado. No lo soy y no los tuve, pero nadie fue, nunca, a revisar si “el otro lado de la barda” constituía un peligro para los infantes.

En un aspecto tiene razón el ministro Zaldívar de la Suprema Corte: no tenemos cultura de la vergüenza política. Pero no es función de la Corte clamar por eso.

http://www.luisgonzalezdealba.com/

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