martes, 1 de septiembre de 2009

Tomar la calle

Diego Petersen Farah
Milenio/1 de septiembre de 2009

Tomar la calle es una expresión política que se utiliza en todo el mundo que significa salir a manifestarse. Tomar la calle es apoderarse del espacio público, es poner en la mesa de la ciudad, de la polis, un tema determinado o una demanda de un grupo. Tomar la calle es manifestar, gritar, en términos políticos. No hay político en el mundo que no haya “tomado la calle” en algún momento de su vida. Pero la eterna discusión en torno al derecho de manifestación, que es innegable y parte esencial del derecho de libertad de expresión, es la violación de derechos de terceros, concretamente el de libre tránsito.
En algunos países se ha reglamentado el derecho a la manifestación poniendo como condiciones no bloquear el tránsito y no obstruir el paso peatonal. Las aburridísimas manifestaciones que vemos en las películas gringas con 40, 50, 100 personas dando vueltas en la acera como mayates con hilito (de esos que vendían afuera de Novedades Bertha) tienen que ver con esa reglamentación. Francia, por el contrario nunca ha reglamentado el derecho de manifestación. Las marchas, mítines y plantones son parte esencial de su vida pública y de su cultura política y no habrá quién se atreva siquiera a proponer que las reglamenten, lo cual no quiere decir que no protesten, griten y se enfurezcan cuando una manifestación les bloquea el paso.
A propósito de la marcha del sábado contra el Macrobús, que terminó en un enfrentamiento con la policía, el secretario de Gobierno, Fernando Guzmán, ha dicho que el gobierno no permitirá los bloqueos de calles ni la obstrucción de las vías generales de comunicación porque constituyen un delito. No deja de ser irónico que alguien que se creó políticamente en la marcha y el plantón (en las marchas de libertad de educación en 1985; defendiendo la toma de los puentes federales de la frontera en protesta por el fraude en Chihuahua en 1986; en los plantones frente a los comités distritales en las elecciones de 1988; en la marcha por el asesinato del cardenal en 1993, y en el plantón en contra de Eduardo Rosales afuera del PAN Jalisco hace un mes) sea quien tenga que condenar a quienes bloquean el Macrobús. Pero ahora a él le toca aplicar una ley que se creó, decían los panistas, con dedicatoria para ellos, que tomaban carreteras y puentes federales. Los inconformes con el Macrobús tienen todo el derecho a manifestarse, pero no a parar el funcionamiento del sistema de transporte, tal como los panistas no tenían derecho alguno de bloquear la calle Vidrio y se les toleró y protegió. O todos coludos o todos rabones.

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