La Jornada/9 de junio de 2009
Uno de los problemas que enfrentan quienes sostienen que la epidemia de influenza ya está controlada o incluso que ya se terminó, es que tienen que explicar de manera satisfactoria los continuos brotes que aún hoy presenta el virus A/H1N1 en distintos puntos del territorio nacional. El discurso optimista de las autoridades puede explicarse por razones de tipo económico o político, pero no por criterios médicos y científicos, en los que el triunfalismo no tiene cabida tratándose de una enfermedad nueva cuyas características y evolución no conocemos a plenitud.
La presencia de la patología la semana pasada en algunas escuelas públicas de la ciudad de México o en algunos estados, como Chiapas, Michoacán, Quintana Roo, San Luis Potosí y Yucatán, aunque deben ser debidamente confirmados para el virus A/H1N1, siguen siendo motivo de preocupación desde el punto de vista médico, a pesar de que el licenciado Felipe Calderón afirme que la epidemia quedó atrás y que todo está controlado.
Las autoridades sanitarias están hoy sometidas al discurso triunfalista del Ejecutivo y ya no se pueden mover de ahí. Esto las coloca en un grave riesgo ante los mexicanos y el mundo. El principal crítico de la reacción inicial de la Secretaría de Salud (la cual restringió las actividades económicas y educativas en el país) es hoy el propio gobierno federal.
La epidemia sigue, pero ahora la conducta para enfrentarla es más racional. Si surge en una escuela o en una unidad del Instituto Nacional de Migración, se atiende de manera focalizada, estableciendo un cerco sanitario y punto, como hacen todas las naciones del mundo que enfrentan al igual que México esta enfermedad. Esto hay que decirlo con honestidad y no que la epidemia ya se acabó.
Tenemos un problema muy serio. Los datos de casos confirmados en México comienzan a parecer extraños al resto del mundo. Mientras que en el planeta la enfermedad crece, en nuestro país las cifras van a la baja quizá guiadas por el discurso triunfalista del gobierno.
Norteamérica es la región en la que surgieron las primeras noticias de la influenza A/H1N1. De acuerdo con las cifras de la Organización Mundial de la Salud, dadas a conocer este lunes, México, Canadá y Estados Unidos (EU) concentran 83 por ciento de los casos confirmados en el mundo. Resulta interesante la comparación del curso que tiene la enfermedad entre estas naciones, pues las cifras se mueven en ellos de manera muy diferente.
Si comparamos las gráficas de la evolución de la epidemia entre estos tres países, observamos que México tuvo el mayor número de casos confirmados en abril, mientras que en mayo la tendencia fue a la baja, y hoy la epidemia prácticamente ya se acabó, tal como ha ordenado Calderón (el virus sí lo obedece, qué caray). En Canadá y EU, por el contrario, el número de casos confirmados se incrementó sustancialmente en mayo con respecto a abril, de acuerdo con los datos más recientes, publicados por la Agencia de Salud Pública de Canadá y los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades de EU. En estos países la epidemia sigue viva, justamente al revés de lo que ocurre en México. ¿Cómo explicar esto?
No creo que una epidemia tenga que seguir estrictamente el mismo comportamiento en todas partes, pero estas diferencias en Norteamérica son de llamar la atención. Hay que considerar las asimetrías entre los sistemas de salud de los tres países. Fueron los laboratorios de nuestros dos vecinos los que nos informaron que se trataba de un nuevo virus, lo que revela una mayor atención a la investigación en esas naciones. Nosotros tenemos 106 muertos, ellos sólo 30: EU 27 y Canadá tres). Pero aquí la epidemia “ya se acabó”, mientras allá continúa. ¿Cómo explicar al mundo estas discrepancias?
¿Estamos contando mal? O efectivamente la epidemia en México ya se terminó. Si éste fuera el caso, tenemos buenas noticias para el mundo: no se preocupen, la epidemia por el nuevo virus A/H1N1 nada más dura un par de meses y adiós… Pero, ¿realmente es así?
La presencia de la patología la semana pasada en algunas escuelas públicas de la ciudad de México o en algunos estados, como Chiapas, Michoacán, Quintana Roo, San Luis Potosí y Yucatán, aunque deben ser debidamente confirmados para el virus A/H1N1, siguen siendo motivo de preocupación desde el punto de vista médico, a pesar de que el licenciado Felipe Calderón afirme que la epidemia quedó atrás y que todo está controlado.
Las autoridades sanitarias están hoy sometidas al discurso triunfalista del Ejecutivo y ya no se pueden mover de ahí. Esto las coloca en un grave riesgo ante los mexicanos y el mundo. El principal crítico de la reacción inicial de la Secretaría de Salud (la cual restringió las actividades económicas y educativas en el país) es hoy el propio gobierno federal.
La epidemia sigue, pero ahora la conducta para enfrentarla es más racional. Si surge en una escuela o en una unidad del Instituto Nacional de Migración, se atiende de manera focalizada, estableciendo un cerco sanitario y punto, como hacen todas las naciones del mundo que enfrentan al igual que México esta enfermedad. Esto hay que decirlo con honestidad y no que la epidemia ya se acabó.
Tenemos un problema muy serio. Los datos de casos confirmados en México comienzan a parecer extraños al resto del mundo. Mientras que en el planeta la enfermedad crece, en nuestro país las cifras van a la baja quizá guiadas por el discurso triunfalista del gobierno.
Norteamérica es la región en la que surgieron las primeras noticias de la influenza A/H1N1. De acuerdo con las cifras de la Organización Mundial de la Salud, dadas a conocer este lunes, México, Canadá y Estados Unidos (EU) concentran 83 por ciento de los casos confirmados en el mundo. Resulta interesante la comparación del curso que tiene la enfermedad entre estas naciones, pues las cifras se mueven en ellos de manera muy diferente.
Si comparamos las gráficas de la evolución de la epidemia entre estos tres países, observamos que México tuvo el mayor número de casos confirmados en abril, mientras que en mayo la tendencia fue a la baja, y hoy la epidemia prácticamente ya se acabó, tal como ha ordenado Calderón (el virus sí lo obedece, qué caray). En Canadá y EU, por el contrario, el número de casos confirmados se incrementó sustancialmente en mayo con respecto a abril, de acuerdo con los datos más recientes, publicados por la Agencia de Salud Pública de Canadá y los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades de EU. En estos países la epidemia sigue viva, justamente al revés de lo que ocurre en México. ¿Cómo explicar esto?
No creo que una epidemia tenga que seguir estrictamente el mismo comportamiento en todas partes, pero estas diferencias en Norteamérica son de llamar la atención. Hay que considerar las asimetrías entre los sistemas de salud de los tres países. Fueron los laboratorios de nuestros dos vecinos los que nos informaron que se trataba de un nuevo virus, lo que revela una mayor atención a la investigación en esas naciones. Nosotros tenemos 106 muertos, ellos sólo 30: EU 27 y Canadá tres). Pero aquí la epidemia “ya se acabó”, mientras allá continúa. ¿Cómo explicar al mundo estas discrepancias?
¿Estamos contando mal? O efectivamente la epidemia en México ya se terminó. Si éste fuera el caso, tenemos buenas noticias para el mundo: no se preocupen, la epidemia por el nuevo virus A/H1N1 nada más dura un par de meses y adiós… Pero, ¿realmente es así?
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