Javier Flores
La Jornada/8 de junio de 2010
El doctor José Narro Robles ha señalado en varias ocasiones que la educación, la ciencia y la cultura son los instrumentos con los que México puede alcanzar mayores niveles de desarrollo y equidad. Ha hecho evidentes también –apoyado no en creencias, sino en los datos más rigurosos disponibles a escala mundial– las fallas del actual modelo de desarrollo económico, que mantiene y profundiza la desigualdad. Ha destacado como problema sumamente grave la falta de oportunidades para los jóvenes de nuestro país.
Desde que asumió el cargo de rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Narro ha hablado de manera clara y directa, señalando los aspectos de nuestra realidad que más preocupan a la mayoría de los mexicanos, pero también se ha referido a lo que puede hacerse para cambiar nuestra situación. Su diagnóstico es realista y su discurso es esperanzador. Si actuamos ahora, podremos revertir muchos de los problemas que nos aquejan. En eso consiste su mensaje.
Narro Robles se ha expresado con la libertad que caracteriza a la vida universitaria, uno de los valores más apreciados por sus integrantes. Pero algo de lo anterior parece haber molestado al senador Gustavo Madero, líder del Partido Acción Nacional en la cámara alta. Al respecto yo quiero citar un documento escrito hace casi 60 años, en el que se señala: “La libertad de investigación y de opinión científica o filosófica, como toda libertad de pensamiento, no puede ser constreñida por el Estado. La libertad de expresión no puede tener otros límites jurídicos que los impuestos por el interés nacional, por las normas morales y por el bien común”. Esto se afirma en los Principios de Doctrina del PAN, aprobados por su asamblea constituyente en 1939. Claro, eran otros tiempos y, comparativamente, otra la estatura intelectual de los fundadores de ese instituto político.
Apenas se iniciaba el segundo encuentro internacional Universia, que congregó en Guadalajara a cientos de rectores y representantes de instituciones de educación superior, en la que Narro llamó a los gobiernos de Iberoamérica a la comprensión y a destinar mayores recursos a la educación superior, cuando Madero se apresuró a exigir a la UNAM que rinda cuentas sobre los recursos que recibe, algo que esta institución hace sobradamente. Madero se refirió específicamente a los resultados de la investigación científica. De acuerdo con una nota de El Universal online publicada el primero de junio, el senador afirmó: “… se requiere que todo el recurso que se destina a la investigación y el desarrollo se traduzca en bienes públicos, en bienes para la nación vía patentes, vía descubrimientos, vía aportaciones”.
A mí me llamó la atención lo de las patentes, pues lo demás revela solamente una gran ignorancia de este senador de la República, porque se puede demostrar que no hay un día en que la UNAM no dé a conocer al menos 2 o 3 descubrimientos realizados por sus científicos, que no son sólo aportaciones al conocimiento –lo que en sí mismo es muy valioso–, sino algunas de ellas representan soluciones potenciales a los graves problemas que enfrenta el país, y no son estimuladas ni aprovechadas por el gobierno o los sectores productivos. Con la mención de las patentes, Madero quiso poner el dedo en una llaga, en lo que supone es una debilidad de la UNAM, sin darse cuenta de que más bien es una falla de los sectores a quienes su partido representa.
A escala mundial la obtención de patentes es una tarea de los particulares, en especial de las empresas. En muchos países las universidades patentan sus resultados cuando los sectores productivos se asocian con ellas lo cual estimula provechosas formas de vinculación. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), la obtención de patentes por los mexicanos se ha reducido de forma alarmante en los últimos años. Durante los gobiernos panistas estas cifras han caído vertiginosamente. La patentes otorgadas a mexicanos representaron en 1999 apenas 4.12 por ciento del total (más de 95 por ciento son concedidas a extranjeros), y para 2009 cayeron aún más, llegando a 2.2 por ciento. Esta reducción es todavía más grave, si consideramos el subsidio a las empresas mediante los programas de estímulos fiscales, por medio del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. En 2007, por ejemplo, se otorgaron por parte del gobierno 2 mil 643 millones de pesos a investigación, mientras a las empresas se les destinaron estímulos por 4 mil 500 millones, es decir, 1.7 veces más. Es lamentable que estos subsidios no se tradujeran en el incremento en las patentes registradas ante el IMPI. Lo anterior incluso viene a dar la razón al rector Narro, pues revela que hay fallas importantes en el actual modelo de desarrollo.
En el conjunto de universidades públicas, la UNAM es la institución que más patentes obtiene; sin embargo, no son aprovechadas, pues en general no existe interés de los empresarios mexicanos. Aun así esta institución realiza esfuerzos constantes para fomentar la vinculación, tarea que el senador Madero por supuesto desconoce, pues con sus declaraciones solamente traduce el odio que su partido tiene por el modelo que representa una institución pública, gratuita, de masas y laica que es hoy, por su calidad académica, la más importante de Iberoamérica.
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